Introducción

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-¡Señor, los refuerzos enemigos están llegando y nos superan en número!-Un valiente soldado había atravesado el campo de batalla desde el bosque para llegar hasta las murallas interiores del castillo.

-Tranquilo soldado, ese movimiento estaba contemplado. Ellos no pensaban pelear sólos.
Un hombre con una hermosa armadura dorada, cargando un casco del mismo color entre sus manos, permanecía montado en un caballo que llevaba una armadura fina y resistente, del mismo color que la suya.
-General Vecano, dígale a la caballería que es momento de unirse a la batalla, deben descender desde la montaña como lo planeamos en el cuartel.

Se colocó el casco cubriendo completamente su cabello largo y café.

Al ponérselo, nada de su rostro quedó descubierto, se convirtió en una protección total para su cara. Sus ojos color miel, su nariz afilada, el mentón tan varonil, así como su corta barba, quedaron al resguardo del metal.

El casco tenía una abertura en los ojos, la cual podía levantar para permitirle ver mejor el escenario. Este, no le favorecía para nada. Había muchos soldados enemigos apostados por todo el frente. Era un muro de hombres que lo retenía ahí, a su inevitable destino. El inmenso lago que pertenecía a su reino, se había posicionado en pieza clave para que este floreciera, pero en este caso se había convertido en un obstáculo para ellos pues cortaba gran paso y reducía la posibilidad de un escape.

Aunque no estaba contemplada una retirada por parte de los defensores, todos ellos estaban dispuestos a dar la vida por sus tierras, principalmente su rey, quien de todos era el más interesado en conservarlas.

La lucha había sido feroz, pero ni de cerca era algo comparable a lo que estaría por ocurrir. Estaba llegando el clímax de aquel combate, en el que se reunieron todos sus enemigos para intentar conquistar y de una vez por todas poner fin a uno de los reinos más bastos e importantes de todo el mundo.

El cielo se abría, dejando caer más luz en el escenario, haciendo olvidar por momentos las horas que habían pasado intentando defender el reino. Era como una señal que el cielo mismo enviaba para dar fuerza y así se mantuvieran en pie hasta el final. Las armas enemigas caían por montones, quedando gran parte de estas enterradas para ser un elemento más de aquel trágico escenario. Escudos, lanzas, flechas, espadas y armaduras, eran aquellos elementos de defensa y ataque que tenían los soldados, pero había una más que no era física... la esperanza.

-Yo mismo comandaré a la infantería restante y nos uniremos en el frente. Haga que la caballería cuente desde la zona frontal y rompan sus filas. Con eso podremos doblegarlos completamente.

-¡Si mi rey, inmediatamente cumpliré su mandato. Dios nos ampare y estoy seguro que lo hará! -El general montó en su caballo y junto a 20 soldados que lo seguían puso camino a las montañas para comandar a la caballería que esperaba ahí.

-¡Hombres del reino norte, es momento de probar su valor contra los invasores, demostremos nuestro poderío y que no le tememos a nada!-Pausó un poco para tomar aire y gritar desde su alma. -¡Demostraremos sobre todo, que la victoria es de este reino!

Así motivaba el rey a todos sus seguidores para unirse a la batalla. El era conocido como "El Rey Agusto I". Había estado en el poder tres años desde que su padre murió, el reino del norte era un lugar fuerte y rico, codiciado por reinos vecinos, lugares lejanos y por las propias familias de este lugar. Su emblema era el rostro de un león con dos espadas cruzadas y una cadena debajo. Estaba impreso en una hermosa bandera con cuadros negros y rojos que se portaba con honor en la batalla y que colgaban en las torres y murallas del castillo.

Actualmente enfrentaban una batalla decisiva para el futuro del reino, estaban a la defensiva en un valle cercano al castillo dentro de su territorio. Todos creían que el reino de Agusto caería esta vez, pues varios enemigos se reunieron para hacerle cara en la invasión a su reino. La familia y aliados no acudieron al llamado para apoyarlo en la defensa. Ellos tenían el plan de quedarse con su reino, pero no podían hacerlo de una manera abierta, así que dejaron a los enemigos hacer el trabajo sucio para después ellos intervenir y expulsarlos, contando con que el rey muriera y así tomar posesión de lo suyo.

El rey avanzó con furia al campo de batalla, a pesar del pronóstico y de las dificultades que esta batalla presentaba, él nunca perdió la fé ni dejó de confiar en su estrategia. Esperaba agrupar la mayor cantidad de tropas enemigas en el frente para que la caballería arrasara con ellos entrando desde el este. No era una tarea sencilla, contener a tantos enemigos e impedir el avance requería bastante resistencia y sobre todo, tener una moral elevada. Característica que el ejército defensor comenzaba a abandonar.

El rey no había peleado en muchas batallas, carecía de experiencia en ese ámbito. Las pocas que libró lo hizo no como líder sino como apoyo de su padre del cual había aprendido todo en este arte bélico. En su reinado había disfrutado de un lapso largo de paz por lo que nunca se tuvo que involucrar. Pero era una persona muy inteligente, estratega, prevenido y nunca descuidó el aprender lo necesario y estar preparado por si el momento llegaba. Ahora necesitaba demostrar que todo lo aprendido podía dejarle frutos, era el momento para dejar ver que sus estrategias podían darle la victoria porque una derrota sería la muerte para él y la caída de todo su reino.

-¡Vamos queridos soldados, la gloria y la fiesta nos espera a todos hoy por la noche cuando logremos vencer a nuestros enemigos!-Bajó de su caballo para sacar su espada e inspirando a todos sus hombres se lanzó al ataque mientras el Sol caía dando paso a la noche.

-¡Vamos queridos soldados, la gloria y la fiesta nos espera a todos hoy por la noche cuando logremos vencer a nuestros enemigos!-Bajó de su caballo para sacar su espada e inspirando a todos sus hombres se lanzó al ataque mientras el Sol caía dando...

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El Rey Lisiado Where stories live. Discover now