Capitulo 34

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La noche llegó nuevamente al reino que era el escenario de aquella guerra. Agusto se veía confíado y deseoso de terminar la batalla rápidamente. Pero entendía el significado de la paciencia en combate y el como la naturaleza seguía su ciclo sin importar la vida humana. Sabía que debían parar para descansar y al siguiente día lanzar el ataque. Uno que englobaría toda su fuerza.
Los campamentos ya se habían extendido a lo largo de aquella llanura que los refugiaba. Hicieron algunas fogatas y comieron para recuperar fuerzas.
Agusto ordenó colocar vigías y guardias en los puntos donde era factible que el enemigo pudiera atacar. Aunque en esa noche eso no sucedería pues ya tenía al enemigo muy cerca de él.
Todos fueron a dormir aunque Agusto antes de hacerlo se reunió con los generales que quedaban, no quería dejar nada al azahar y optó por hacer unos ajustes.
Los enemigos fueron orillados hasta el fondo como premio por sus acciones. Fingieron dormir y acostarse. Pero su líder estaba muy atento esperando el momento ideal para atacar.
—Descansen, haremos lo planeado en tres horas.—Dijo a sus hombres.—Justo cuando estén bien dormidos y confiados. No sé esperarán esto.
La luna hizo su aparición en aquella noche, su fase era llena y brillaba con mucha intensidad. Algo no muy común de ver en aquella época del año.
El frío comenzó a aumentar y esto provocó que nadie se quisiera mover de sus posiciones buscando así el refugio del campamento.
Las tres horas habían pasado rápidamente, más para aquellos que deseaban seguir durmiendo y no exponer sus vidas en la batalla que llegaría, pero lo inevitable ocurrió.
El llamado para levantarse y atacar fue dado y todos los soldados que formaban alrededor de 2,000 hombres. Se levantaron para buscar hacer daño contra un ejército que les superaba pero que dormía a placer.
El primer punto fue atacar sigilosamente a los más cercanos, mientras que después prenderían fuego a los campamentos para matar así a los enemigos. Después de eso lucharian más aprovechando el desconcierto y huirian a una zona segura que estaba marcada.
El ataque comenzó, las primeras víctimas fueron algunos soldados que estaban patrullando en la orilla del campamento. Los degollaron intentando que no gritaran.
Después se movieron rápidamente buscando dentro de cada casa a sus víctimas matando a cuantos podían, después de eso, prendieron fuego y este se expandió. En este punto muchos de los soldados corrieron para refugiarse y escapar, ahí entraron en acción los arqueros quienes les esperaban para disparar.
—¡Por favor no nos maten!—Se escuchaban los gritos bajo el ataque.—Somos aliados, estamos aquí por ustedes.
Pero no les importó, simplemente siguieron el ataque hasta acabar con todos los que podían.
Lentamente se fueron acercando al centro del campamento, donde estaba la élite del ejército y por supuesto el rey enemigo.
—Estamos entrando muy fácil, ¿qué hay si mato al rey de una vez?—Dijo el líder de la matanza al sentirse cerca.
—Ese no es el plan, solo debemos causar daño y salir.—Le respondió uno de sus hombres.
—Pero él está ahí, es un lisiado.—Se escuchaba muy motivado.—Si logro matarlo esta guerra será nuestra.
—Estará protegido por su guardia. No te arriesgues.
—Solo iré a echar un vistazo, si lo veo muy difícil entonces retrocederé con ustedes.
El militar hizo lo suyo, se acercó lentamente a la tienda de Agusto donde no se veía ningún guardia. Se quedó a unos metros observando el movimiento pero al no ver a nadie se desesperó y caminó para entrar.
Al hacerlo se metió con mucha fuerza y con su espada en mano para atacar a quien se imaginaba estaría acostado o con alguna preocupación.
Su sorpresa fue grande al ver que la casa estaba vacía y sin rastro de haber albergado a alguien ahí. Se desconcertó, golpeó el suelo por coraje y salió de ahí lo más rápido que pudo.
Al salir notó que la masacre seguía pero no vió al rey por ningún lado. Dedujo que se lo habían llevado tras el ataque y que sería difícil dar con el entre todo ese caos.
Decidió entonces involucrarse más en la batalla, matando algunos de los soldados que no eran suyos.
Las capas verdes eran el distintivo del ejército de Agusto y ellos al robarlos se veían iguales así que tuvieron que pensar en algo para diferenciarse. La solución fue teñir de rojo su brazo derecho, con esto el ejército atacante podía diferenciarse del resto y atacar en conjunto.
El militar decepcionado buscó más soldados a los cuales asesinar antes de irse de ahí. Veía que el plan marchaba tan bien que podían seguir los ataques un momento más.
Caminó por todo ese sector buscando enemigos hasta que su hombre lo encontró e interrumpió.
—Algo está mal aquí.—Le dijo con voz exaltada.
—¿A qué te refieres?—Preguntó mientras miraba por todos lados.
—Las defensas han sido muy bajas, llegamos a la zona central muy fácil.—Seguía analizando ahora un poco temeroso.—No hay armas enemigas, los soldados que hemos atacado es como si no quisieran defenderse.
Ambos miraron el ataque y los soldados que eran sus víctimas. Notaron que efectivamente ninguno de ellos tenía arma alguna que les defendiera, solo sus armaduras las cuales no les estaban sirviendo de mucho.
—¡Por favor, esto es un engaño!—Seguian los lamentos.
El fuego estaba consumiendo el campamento y la realidad les estaba llamando la atención demasiado, tanto que tomó la decisión de irse de ahí.
—Tienes razón, algo no va bien. ¡Da la orden de retirada ahora!
No se dieron el tiempo para analizar la situación a detalle. La presión les hizo abandonar el campo de batalla inmediatamente.
El llamado de retirada se hizo como estaba acordado y todos los atacantes rompieron filas para salir corriendo a donde se acordó sería el punto de reunión.
Avanzaron rápidamente por donde habían llegado. Ya estaban en la orilla del campamento listos para unirse a la llanura pero una flecha lanzada en señal de ataque les impidió moverse.
Agusto estaba justo enfrente de ellos con todo su ejército bloqueando su camino. Estaban más que listos para pelear, la sopresa no había funcionado.

El Rey Lisiado Where stories live. Discover now