Capitulo 5

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—¡Mi lady Eréndira, por favor no se vaya!—El párroco corría para alcanzarla.—No es momento de acobardarse, tenemos que hablar con su tío.

—No se cómo permití que me convenciera de esto.—Respondía mientras trataba de alejarse lo más rápido del palacio.—¡Es una verdadera locura!

—Mi lady no diga eso, tiene la oportunidad que muchos quisieran. Estoy seguro que su tío no se rehusará.

—Con suerte me permitirá conservar todos los privilegios que ahora tengo, no puedo ser así de mal agradecida.

—Pero no lo está siendo.—Bajó el tono al haberla alcanzado después de una gran carrera.—El ver por un futuro mejor para su vida no es pecado, se lo digo yo... el agradecimiento se lleva en el corazón y al expresarlo, no en aprisionarse.

—¿Qué le hace pensar que vivo en una prisión?

—No lo ha dicho, al menos no con palabras. Pero su mirada y su tono de voz me lo han gritado.—Intentó convencerla con lo más irresistible que hay... los halagos.—Usted necesita una vida diferente, donde pueda explotar sus virtudes e inteligencia. ¿Me va negar que no lo ha pensado o deseado?

Erendira no pudo contradecir las palabras del padre, sabía que su corazón no se sentía bien con su vida actual y que pedía a gritos un cambio para conocer las maravillas del mundo. Ser una reina sería una buena forma.

—Pero, ¿Cómo está tan seguro que mi tío lo aprobará? Y más difícil aún. ¿Qué su rey estará dispuesto a casarse con alguien como yo?

—Debemos empezar a cambiar lo que usted siente de si misma. Es una mujer que vale mucho.—Su sonrisa y confianza, no cedían por nada.—Confía en mi y verás que todo es posible.

—Muy bien, asistiré a esa reunión con mi tío, confiando en que todo saldrá bien. Él también querrá tener pruebas de que su rey acepta.

Erendira se dejó convencer nuevamente. El párroco la tomó del brazo con respeto pero con la fuerza necesaria para sujetarla en caso que se quisiera retirar nuevamente.

Caminaron lo más rápido que pudieron pues el vestido de Eréndira era tan largo y ajustado, que no le permitía ir a un ritmo más rápido.

Habían dejado atrás los hermosos jardines para incorporarse al pasillo real. Este conectaba la parte trasera del castillo con el palacio principal, que era a donde se dirigían para ver al Rey.

El lugar era un deleite visual, los lujos que ahí habían era tantos como para ser redactados con palabras. Los pisos estaban pulidos perfectamente, quedando tan brillosos y limpios que podrían pasar como nuevos. Las paredes eran en su mayoría de color azul, algunas contrastaban con su hermoso color plateado. Decorando estas paredes habían escudos, armaduras, joyas y algunas obras de arte como esculturas y pinturas que habían conseguido durante las guerras. En el salón, habían varias estatuas de culturas diferentes, premios de sus hazañas y conquistas que daban como resultado, la gran reputación del reino.

En el centro, habían unas escaleras muy grandes de color blanco, estas conectaban a los pisos superiores donde había salas que almacenaban libros, bebidas, entre otras reliquias consideradas en ese tiempo.

Todas y cada una de las posibles entradas o salidas estaban custodiadas por soldados muy bien equipados. Con su brillante armadura color plateada, su bandera en el pecho de color azul muy fina, con un diseño muy icónico del poderoso reino.

Erendira y el párroco se acercaron a la zona este, al fondo de dichos pasillos. Ahí estaba la puerta que conectaba con el gran salón, donde el rey recibía todos los días a las personas que deseaban hablar con él.

El Rey Lisiado Where stories live. Discover now