Cap17: La Caída de la Capital

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[Hola mis lectores, antes de comenzar me gustaría aclarar que debido a un error en el capítulo anterior puse que Rhaenys había muerto, esto ya fue corregido, pero para entonces la historia ya tenía 15 votos, en el hipotético caso de que alguien no haya recibido la notificación de que el cap fue actualizado dos veces, me gustaría dejar en claro que "la reina que nunca fue" no solo está viva, sino que aún tiene mucha guerra que dar. Disculpen las molestias y disfruten el capítulo. ] 😀


Desembarco del Rey fue atacada por tierra desde el norte y por mar desde el este. La reina y su consorte se reunieron muy por encima de la ciudad, trazando círculos sobre la Colina Alta de Aegon. La visión desató el pánico en las calles, ya que el pueblo comprendió enseguida que había llegado el tan temido ataque. El Rey Aegon y ser Criston habían despojado a Desembarco del Rey de sus defensas cuando partieron a saquear Valle Oscuro. Fuegosol estaba herido y Tessarion se encontraba en el Dominio, dejando solo a Fuegosueño y un puñado de crías inmaduras para hacer frente a los dragones de Rhaenyra.

Millares de personas salieron como una riada por las puertas de la ciudad, con sus hijos y sus posesiones mundanas a la espalda, en busca de la seguridad de la campiña. Otros cavaron pozos y túneles bajo sus casuchas, agujeros lóbregos, fríos y húmedos donde confiaban guarecerse cuando ardiera la ciudad. El gran maestre Munkun nos informa de que muchos de los pasadizos y sótanos secretos del subsuelo de Desembarco del Rey datan de esa fecha.

 En el Lecho de Pulgas se desencadenaron disturbios. Cuando por el este se avistaron las velas de los barcos de la Serpiente Marina, que surcaban la bahía del Aguasnegras rumbo al río, sonaron las campanas de todos los septos de la ciudad y las muchedumbres tomaron las calles, entregadas al saqueo. Cuando los capas doradas lograron restablecer la paz, los muertos se contaban por decenas. Con el Rey y su Mano ausentes, les tocó a su madre, la reina viuda Alicent, y a su abuelo ser Otto, organizar la defensa de la ciudad. Se ordenó cerrar las puertas del castillo y la ciudad, se envió a los capas doradas a la muralla. También se ordenó al gran maestre Orwyle enviar cuervos a:

—Todos los señores que nos son leales. — para que acudieran a defender a su verdadero rey. Sin embargo, cuando el apresurado Orwyle llegó a sus aposentos, se encontró con cuatro capas doradas que lo esperaban. Uno ahogó sus gritos mientras los demás lo golpeaban y ataban; luego le cubrieron la cabeza con un saco y lo escoltaron a las celdas negras.

Los jinetes de la reina Alicent nunca llegaron a las puertas, pues los capturaron otros capas doradas. A espaldas de la reina, los siete capitanes que guardaban las puertas, elegidos por su lealtad al rey Aegon, habían caído prisioneros o muertos en el momento en que Caraxes apareció en el cielo sobrevolando la Fortaleza Roja, porque los miembros rasos de la Guardia de la Ciudad seguían teniendo en alta estima a Daemon Targaryen, el Príncipe de la Ciudad, su antiguo comandante. 

Ser Gwayne Hightower, hermano de la reina Alicent y segundo al mando de los capas doradas, corrió a los establos a dar la alarma, pero lo capturaron, lo desarmaron y lo llevaron a rastras ante el comandante, Luthor Largent. Cuando Hightower lo acusó de cambiacapas, ser Luthor se rio.

—Estas capas nos las dio Daemon —dijo—, y no cambian; son doradas por los dos lados. —Entonces atravesó el vientre de ser Gwayne con la espada y ordenó que abrieran las puertas de la ciudad para que entraran los hombres que desembarcaban de las naves de la Serpiente Marina.

A pesar de la tan proclamada fuerza de su muralla, Desembarco del Rey cayó en menos de un día. Se produjo una batalla corta y sangrienta en la Puerta del Río, donde trece caballeros de los Hightower y un centenar de soldados rechazaron a los capas doradas y resistieron casi ocho horas contra los ataques procedentes de dentro y fuera de la ciudad. Pero su heroicidad fue en vano, porque los soldados de Rhaenyra entraron en tropel por las otras seis puertas, sin impedimento alguno. La visión de los dragones de la reina surcando el cielo descorazonó a los defensores, y los leales al rey Aegon que quedaban se escondieron, huyeron o hincaron la rodilla. Uno por uno, los dragones descendieron.

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