𝟏𝟎 | 𝐓𝐇𝐄 𝐓𝐇𝐎𝐑𝐍 𝐎𝐅 𝐈𝐍𝐓𝐔𝐈𝐓𝐈𝐎𝐍

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la espina de la intuición

En un parpadeo, se fue otra semana más. Con ello, no pasó demasiado. Sólo habían intercambiado mensajes, sin embargo, Kamimori recibía constantemente imágenes que enviaba el albino para mostrarle lo que estaba haciendo. Comprando brochas, pintando, preparándose un café con leche, escribiendo poemas que no le mostraba directamente, cualquier cosa. Ni siquiera sabía cómo llegaba de un tema a otro, porque sabía que no era la mejor conversadora, mucho menos por el móvil.

Ese día en particular había sido sorpresivo, como un regalo bendito de las estrellas que Akane disfrutaría con chocolate salado, en el puff de su sala, para después prepararse un jugo de fresa. Un día libre. ¿El director de había apiadado de las horas de trabajo? Uh. Aunque estaban en el contrato... ¿Estaba satisfecho con el avance del equipo para la obra? ¿O, quizás, había sido influencia de Jean? No sabía. Tampoco le importaba demasiado.

Zhongli era un enigma constante. No importaba cuánto tiempo lo escuchase hablar como un viejo de otro mundo que solía recordar anécdotas con el vino sabiendo que no le gustaba el alcohol. No lo entendía, vivía en su mundo, a su ritmo y sin importarle nada. O eso parecía.

Cuando se acomodó, levantando la cabeza de la cama y alejando su nariz de las cálidas sábanas, la desagradable intensidad del olor a oleo se dedicó a quemarle las fosas nasales sin preámbulo. Frunció el ceño. Mona había comenzado con sus cosas de artista, seguramente no había abierto la ventana todavía. La desquiciada iba a dejar su casa con ese aroma que terminaría causándole fuertes dolores de cabeza con el paso de los minutos.

—¡Mooooooona! —Alargó la «O» tanto como su garganta se lo permitió—. ¡El oloooooooor!

Megistus podía ser muchas cosas. Demasiadas, por las estrellas. Una bendecida con aquel ojo celestial que le había otorgado el universo. Una adivina de la hidromancia. Una tacaña que se guardaba muy bien cada yen, cada euro. Una fanática de las ensaladas que incluían tomates. Una ilustre pintora que daba vida a sus sueños con cuadros oníricos. O una simple chica descuidada que, a veces, sacaba de quicio a su mejor amiga que tenía la paciencia pendiendo de un hilo todo el tiempo.

—¡Dame un segundo!

Sí. Un segundo. Definitivamente no fueron poco más de cinco minutos hasta lo hizo. Y cuando así fue, lo único que pudo hacer Akane fue hundirse entre las sabanas deseando ser parte de estas para no tener que soportar el olor. Qué desagradable, en serio.

Se dignó a moverse cuando se le dificultó el respirar, arrugando la nariz con el aroma todavía presente. Con un esfuerzo que le pareció excesivo, llevó su mano al celular que estaba en la mesita al lado de su cama mientras bostezaba.

Frunció el ceño cuando vio la pantalla.

Nilou. Cinco llamadas perdidas de Nilou.

Por las estrellas. ¿Por qué siempre que la llamaban lo tenía en silencio? ¿Sería una costumbre que le había pegado su amiga astróloga? Oh. Además, Kazuha no le había contestado desde anoche, pero ese era otro tema. Tragó saliva queriendo ignorarlo como pudo. Ahora, ¿qué querría la pelirroja? Generalmente, la bailarina solía escribirle cuando necesitaba algo. Con muchos emojis, por cierto. ¿Acaso era algo urgente?

¿Y si le había pasado algo? Uh.

Suspiró. Y si bien estaba nerviosa por tantas llamadas, en el fondo, deseó que no fuese una emergencia, inclusive si por ello se le salían unos cuantos improperios.

𝐖𝐇𝐎 𝐘𝐎𝐔 𝐀𝐑𝐄 » Kaedehara Kazuha Where stories live. Discover now