𝟐𝟒 | 𝐀𝐖𝐀𝐘 𝐅𝐑𝐎𝐌 𝐄𝐕𝐄𝐑𝐘𝐎𝐍𝐄

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lejos de todos

Al inicio, las cosas eran algo diferentes.

Con la chispa de emoción queriendo encendérsele en las obsidianas, casi ansiosas consolando su necesidad tan alta de aprobación con miradas fijas en su persona. Necesitaba ser lo suficientemente encantadora para ser querida, actuar como los demás querían que actuara. Y lo seguía necesitando muy en el fondo, aunque le apenase mencionarlo en voz alta. Porque la vida la había traído aquí, con sus decisiones de por medio, pero lo había hecho. No podía defraudar a la gente que la apoyaba, porque necesitaba ese amor aparente tal como el aire para respirar.

Ahora, con el pecho lleno del peso de una imagen falsa, sólo sentía alivio al terminar un proyecto más. Como si se liberase de una atadura invisible para seguirse aferrando a su condena silenciosa. Sin nada más que una sensación relajante en sus hombros, algo que le decía que podía tomarse un descanso. Sin embargo, la presencia de esos dos en el escenario fue lo que causó mayor conmoción a su alma resquebrajada. Inevitable.

Se deslizó en la silla, frente al espejo ovalado. Los lentes de contacto fuera, mostrando la verdadera naturaleza de sus orbes lúgubres y vacíos. Las raíces falsas de sus brazos también se las había sacado.

Suspiró. Sus latidos lentos recordándole que hace unos minutos había estado inquieta bajo los reflectores, helada, fingiendo que todo era suyo, parte de su ser retorcido.

Se quitó el broche para dejarlo descansar en sus manos, precioso y armónico para ella. Sin embargo, sólo quería quitarse todo ahora mismo.

Estrellas. Sentía el pecho pesado. Un nudo grueso en la garganta que no le permitía tragar y la hacía respirar pausado e incómodamente. En serio, cada día se hacía más agotador, no sabría en qué momento explotaría de la presión acumulándosele en el corazón. A veces, las ganas de abandonarlo todo e irse lejos podían ser tan tentadoras como peligrosas, porque sabía que, tarde o temprano, querría volver al confort de la adoración. A sentir la seguridad de ser aclamada y atendida, por más vacío y superficial que fuese. Huh. El ser reconocida podía ser problemático, incluso todavía estando en ascenso. Sumándole la carga de que Kamimori Akane era recelosa por naturaleza, hostil hacia miradas indecorosas y sugerencias inquietantes que podrían revolverle el estómago. Resultaba cansador detenerse en la calle, oír peticiones aparentemente inocentes de una fotografía o un autógrafo, con ella sin poder descifrar las verdaderas intenciones de la gente. Era temerosa. Sin duda alguna.

Aunque, la llegada de Arlecchino ayudaba desde lejos. Porque sabía que no estaba completamente sola y, en cualquier caso, estaba ella a sus espaldas. Incluso si se incomodaba de la cercanía de otro extraño, era una medida de seguridad.

Por un lado, le agradaba, porque no tenían la necesidad de hablar. Sólo esa mujer debía contactarse con la productora y recibir sus pagos. Un acuerdo silencioso que Akane sentía necesario.

Era vivir una vida que no era suya. Halagada con un nombre inventado por su primer manager, Dottore, de quien se arrepentía de haber conocido hasta el alma, incluso si existía la recompensa de su nombre artístico resonando por cada rincón. En fin. Algo ajeno a ella, que solía recordarle en un cosquilleo la maldición que cargaba consigo al haberse atrevido a codiciar algo fuera de su alcance en su niñez. Aunque, con el paso del tiempo, había podido dar pequeños pasos para desviar la desafortunada imagen que solía tener de sus primeros filmes. Seguía siendo algo que despreciaba mas, no podía decir que había sido cierto relajo hacia su espíritu. Era así, con la sonrisa leve en las calles, tacones sonando contra el asfalto. La ropa elegida por la productora para luego enviarla de compras con Venti. Siempre tranquila, sin alterarse, porque eso también afectaría su nombre. Respondiendo con dulzura, incluso a las peores frases. De mirada sumisa entre tonos oscuros, delicada hasta en el pestañeo y en la forma de mover la cabeza al escuchar a alguien hasta que la otra persona comenzase a tartamudear del nerviosismo. El tono de sus palabras que rozaban la coquetería, edulcorando su voz un poco grave.

𝐖𝐇𝐎 𝐘𝐎𝐔 𝐀𝐑𝐄 » Kaedehara Kazuha Where stories live. Discover now