𝟐𝟏 | 𝐇𝐄𝐋𝐋 𝐅𝐋𝐎𝐖𝐄𝐑

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flor del infierno

Año Nuevo había sido discreto.

Y era que había sido, verdaderamente, un evento tranquilo. A excepción de algo distinto. Las obsidianas mirándolo con inquietud sobre el tapabocas negro, la cascada azabache moviéndose junto al viento fresco en su pequeño paseo. Kaedehara sin desperdiciar ningún instante para acariciarle el cabello, regalándole el rubí confortable de sus ojos a cambio de su silencio embelesado. Además, en un acuerdo carente de palabras, por fin fueron capaces de darse la mano entre la gente silenciosa que daba vida al santuario Meiji. Incluso habían podido comer, alejados de todos, dango. Akane había insistido pese a no ser su aperitivo predilecto y pese a estar reacia a la idea de mostrar su rostro. Parecía la oportunidad perfecta para tener un rato en público, sin ponerse a pensar en que había personas ansiosas rodeándolos, esperando inconscientes por una oportunidad para acercarse a la actriz. Tenían la suerte de la temporada, el resto saludaba con toda la devoción a los dioses con la llegada del nuevo ciclo. Ellos también habían querido ser parte de algo un poco más tradicional.

A él le hubiese encantado tener ese tipo de salidas más seguido. En un ambiente diferente.

—... Es lindo salir, ¿no? —había dicho ella, esbozando una sonrisa casi imperceptible—. Qué lástima que no puedo relajarme... no puedo dejar de tener un mal presentimiento...

Sabía que no sería posible.

La noche anterior, Kazuha había celebrado el bonenkai con sus amigos del restaurante. La costumbre era inquebrantable, el deseo de olvidar las cosas negativas del año con risas amargas y licor de arroz en el menú era un plan tentador. Se había asegurado de no beber demasiado, recordando que su capacidad era tan limitada, que lo dejaría incapacitado hasta para ponerse de pie. Todo por una razón en especial, una que causó las miradas llenas de sospecha y diversión de Lumine: el albino deseaba llegar consciente a la casa de su novia y así ver el primer amanecer junto a ella. En general, la gente se agrupaba con sus queridos, reuniéndose en lugares específicos para tener las mejores vistas al hatsuhinode. Sin embargo, para ambos había sido más que suficiente instalarse en el salón de Akane, al lado de la ventana. La chica había preparado mantas, mochis y té de hierbas. Kazuha notó que ella apenas había tocado lo que había traído, y se dio cuenta, entre una sonrisa enternecida, que todo era exclusivamente para que él estuviese cómodo. Aunque la actriz no dijese nada al respecto o le restase importancia manteniéndose un poco fría.

Se quedó, otra noche más, con ella. Jugueteando con la calma en las manos, dándole pequeños masajes a los nudillos fríos. En silencio. A excepción de uno que otro beso de por medio, queriendo distraerse un segundo de la espera. Así hasta que el este había sido iluminado con los primeros rayos.

En esa mañana gélida, el anaranjado del cielo que dejaba entrever los tonos fríos del azul nocturno decorado de estrellas, pareció iluminar el rostro de Akane para regalarle la imagen más divina posible al alcance de su mano. La escena reflejándose en la opacidad de sus orbes. Diamantes negros luciéndose con sus facciones relajadas; la carne escarlata de sus labios redondos atrapando cada segundo de su atención con su respiración lenta. El cabello siendo el toque final de la obra en su rostro, cayendo ligero como una pluma y envolviéndolo con su aroma a coco.

La llegada oficial de la mañana lo había hecho sentirse tonto. ¿Se había perdido el amanecer por quedársele viendo a ella? Ah... sí. ¿Se arrepentía? En absoluto.

—¿Cómo que no lo viste? —Akane arrugando la nariz y frunciendo el entrecejo—. ¿Me estás diciendo que preparé todo esto para nada?

𝐖𝐇𝐎 𝐘𝐎𝐔 𝐀𝐑𝐄 » Kaedehara Kazuha Where stories live. Discover now