IV

167 12 0
                                    

IV; l'italiano

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

IV; l'italiano.

Carlisle Cullen tenía el don de ponerla nerviosa con tan solo palabras. Su simple presencia provocaba que su corazón latiera con más rapidez de lo normal.

Por lo que, tras escuchar esa pregunta, no supo como reaccionar. El tono del mayor tenía un toque diferente, que ibas más de allá que una simple pregunta ética. Y Sophie no era nadie para negarse a lo que sea que el destino le tuviera preparado.

—Claro, ¿Por qué no? —fue lo único que respondió.

—Perfecto. Entonces pasa a la camilla, pero primero debo pesarte y medirte, para poder iniciar tu ficha.

Sonrió nerviosa. Siempre le había disgustado conocer su peso.

—¿Podría no decir los números en voz alta? —pregunto mientras retiraba su abrigo—. Por favor.

Tras ver como aceptaba su petición, subió a la báscula manteniendo la mirada en alto. Luego de unos minutos, se dirigió a la camilla como se le había ordenado. Subió con ayuda de un pequeño salto, sus pies colgaban, por lo que comenzó a balancearlos de un lado hacia el otro. Desde su posición pudo observar como el doctor se colocaba un par de guantes desechables y los rociaba con desinfectante antes de acercarse a ella.

—Necesito que inhales y exhales cada vez que te lo pida, ¿Sí? —Sophie asintió, sintiendo el frío contacto del estetoscopio sobre su pecho. Al estar Carlisle tan cerca no pudo evitar inhalar el agradable aroma que emanaba de su cuerpo: menta y cítricos. Tampoco pudo pasar por alto el hecho de que su fornido cuerpo se notaba tras la camisa negra—. ¿Ha sufrido episodios de taquicardia anteriormente? Su corazón late muy rápido.

Sintió su rostro calentarse ante lo dicho e inmediatamente negó. Pudo observar como una leve sonrisa se formaba en el rostro del mayor. Lo siguiente que hizo fue tomar su presión, y algunas cosas más que no sabía para qué eran.

No pudo obviar el gélido tacto del doctor, incluso a través de los guantes, así como tampoco obvió la pequeña caricia que brindó en su barbilla antes de ayudarla a bajar de la camilla.

Sophie siempre se había considerado una mujer alta, aunque ahora parada junto a Carlisle, pudo notar que este casi le sacaba una cabeza de altura. También pudo notar que sus ojos eran ahora completamente negros, siendo que el día anterior eran casi dorados.

—¿Se ha alimentado bien? —aquella pregunta la tomo por sorpresa—. Tiene un peso más bajo de lo que es normal en alguien de su edad.

—Llevo una dieta estricta —respondió con una sonrisa—. Seguro es eso.

—Señorita Dubois, entiendo que el ballet es algo fundamental para usted, pero no por un simple rol debe poner en riesgo su salud.

—Lo tendré en cuenta, doctor. ¿Algo más?

—De hecho, sí —una sonrisa se formó en su rostro—. Permítame invitarla a comer. Me gustaría asegurarme de que coma algo, al menos hoy.

Y eso fue más que suficiente para que el corazón de Sophie latiera con rapidez.

—Oh, no es necesario —respondió—. No me gustaría fastidiarlo, además, aún tiene más pacientes que atender.

—Mi almuerzo está por comenzar —insistió—. Si no le molesta esperar un poco, claro.

La propuesta era tentadora. Una comida con el mismísimo Carlisle Cullen ¿Cómo podía negarse a eso? Su madre podría esperar un rato más.

—Lo espero fuera, doctor.

Sin mencionar más, salió de la consulta. Tomo asiento en la sala de espera, analizando lo que acababa de suceder. Carlisle se había preocupado por ella y ahora la invitaba a comer, no sabía como sentirse al respecto.

Luego de unos minutos, pudo observar como el doctor salía de consulta y murmuraba unas cosas a una enfermera para finalmente dirigirse a ella. No fue hasta que lo vio en las manos de Carlisle, que pudo notar que había olvidado su abrigo dentro.

—¿Lista? Por cierto, dejo su abrigo en la consulta.

—Gracias, suelo ser muy despistada —agradeció mientras tomaba el abrigo—. Y si, ya estoy lista.

Ambos salieron del hospital, ganándose algunas cuantas miradas por parte de las personas que estaban cerca. Fue guiada hacia un bonito BMW negro, para después montarse en el asiento del copiloto con ayuda del Carlisle. En menos de un minuto el mayor ya estaba montado y encendiendo el motor del coche.

—¿A dónde iremos? —pregunto Sophie luego de unos minutos, buscando crear una conversación.

—Estaba pensando en comida italiana, ¿Te gusta?

—¡Es mi favorita! —casi chillo de emoción. Recordaba que su padre siempre la llevaba a un restaurante italiano del cual adoraba sus pizzas y pastas.

—Comida italiana será.

—Pero..., el restaurante más cercano está en Port Angeles, ¿Llegará a tiempo a su trabajo, doctor?

—No creo que haya problema alguno si llego unos minutos tarde —respondió con una sonrisa.— Y por favor, dejemos las formalidades de lado, llámame Carlisle.

—Está bien, Carlisle. ¿Por qué no me cuentas un poco sobre ti? Estoy prácticamente yendo a comer con un desconocido.

—¿Que es lo que quieres saber Sophie?

—¿Cuántos años tienes? —el mayor le lanzo una mirada ante esa pregunta—. No es con mala intención, lo juro. Pero es increíble que cuando te conocí tenía quince años y parecía que me llevabas unos diez o poco más, pero ahora tengo veinte ¡Y tú te ves prácticamente igual! Ahora parece que me llevas tres años o menos.

Soltó una risa ante lo dicho por Sophie:—Tengo veintisiete años.

—¡Imposible! —exclamo con asombro—. No aparentas esa edad. ¿No serás de esos vampiros modernos, no?

—¿Vampiros modernos?

—Eres doctor, ¡deberías saberlo! Hay gente que se inyecta sangre joven para no envejecer. Les he llamado así porque actúan como los vampiros, o sea, no tal cual, los vampiros chupaban sangre y esas cosas, esta gente se la inyecta —comenzó a explicar aunque de un momento a otro se detuvo—. Hablo mucho, lo siento.

—No te preocupes por eso, me gusta escucharte.

Sintió su rostro calentarse ante esa declaración. Siguieron hablando por un rato más, hasta que luego de casi media hora, el coche estaciono frente al restaurante. Justo como cuando se subió, Carlisle le ayudo a bajar del coche. Ambos se adentraron al lugar, pidiendo una mesa para dos.

—Benvenuto all'italiano —un joven moreno fue quien los atendió.— ¿Están listos para ordenar o les doy más tiempo?

—Espagueti a la carbonara para mí, por favor —Sophie fue la primera en ordenar—. Y un vaso con agua.

—Lo mismo para mí.

El mesero apuntó las órdenes en una libreta y se alejó de ellos.

—Mi padre solía traerme a un restaurante parecido, la comida era deliciosa. En la academia apenas y podía probar algo con grasa.

—¿Eran estrictos allá?

—Totalmente.

Y así, ambos mantuvieron una agradable conversación, conociendo un poco más del otro. A los pocos minutos, el mesero había regresado con los platos de comida. Una sonrisa se formó en el rostro de Carlisle al notar como los ojos de Sophie se iluminaban al ver el platillo frente a ella.

Tal vez no estaría mal aprender algunas cuantas recetas nuevas.

Dancing with the devil | Carlisle CullenWhere stories live. Discover now