Capítulo 27. ¿Podemos comenzar otra vez?

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Hace mucho tiempo que se imaginó el como sería dormir junto a él, mentiría entonces si dijese que había olvidado la abrumadora y demoledora sensación, la imagen de aquella mañana nunca abandonó su cabeza en lo que resto de días para él, esa mañana en la que sintió como el peso de su cuerpo caía en el suyo, alborotando el macizo de emociones que albergaba en lo más profundo de su corazón y entrañas, esa sutil pero rítmica respiración ajena en en su cuello, y un corazón que hacía juego con el latir del suyo. Louis durmió junto a él aquella mañana, después de haberse besado hasta el cansancio en el sofá cuando aun vivían juntos, de haberse enredado juntos entre ojos brillantes y palabras que no necesitaron ser dichas. Lo recordó bastante bien, porque hasta entonces no tuvo con qué compararlo, hasta ahora. Cuando lo vio caer dormido a su lado, aferrándose a sus hombros al descubierto, repasó con cuidado sus manos tatuadas, sus ojos azules profundos en la inmensa oscuridad que los envolvía en esa oportunidad, sus labios entreabiertos, las mejillas suaves y su aroma llenando hasta el tope sus pulmones. Se hizo a un lado para verle, para tener todo el tiempo del mundo para admirarlo caer en los brazos de Morfeo. Podía sentir su pecho al borde del estallido, ese familiar escozor en su pecho que le resquebrajaba la garganta por todo lo que alguna vez quiso decirle y simplemente...no, la vida encontró muchas formas en las que hacerle saber que Louis no le pertenecería nunca, y ahora...observaba ansioso como el castaño delineaba sus mejillas con la punta de sus dedos, envueltos entre las colchas de su habitación, entre risillas sin sentido y frases inconclusas.

Se sentía tan irreal. Enamorarse así, lo era. Caer tan profundo y sentir que te ahogas, sentir que te falta respiración por el flujo a tu alrededor, y de pronto, solo...salir a flote. Y verlo, tenerlo allí. Todo lo que alguna vez necesitó.

—¿Tendrías entonces que volver? —se atrevió a preguntarle en un susurro, quizá con miedo en su voz.

Louis alzó la mirada momentáneamente al techo antes de asentir en respuesta.

—No puedo dejar tirado el resto del semestre en Boston, quería decírtelo en la cafetería pero supuse que aquello solo te haría sentir peor —contestó revolviendo un poco su cabello.

Harry suspiró profundamente y su mirada se perdió en algún punto del techo.

Las manos cálidas de Louis se colaron alrededor de su pecho y su cabeza se alzo en la infinidad de su mirada, Harry vio aquel gesto suave en el rostro de su mejor amigo sus labios fruncidos y aquellos retazos de mechones cafés cayendo en cascada sobre su frente, colocó su antebrazo en su pecho para apoyarse y aun en la oscuridad se veía precioso, lo era, Louis era precioso.

Por lo que el ojiazul negó ante cualquier pensamiento intrusivo y entonces dijo:

—Volveré antes de mi cumpleaños, en diciembre. Espero estés aun aquí para navidad.

Y es que habló con tanta seguridad, le transmitió pues tanta tranquilidad que se sintió increíblemente estúpido por pensar en la mínima posibilidad de no creerle, no creer ninguna de sus palabras porque él ya se había ido una vez. Empacó su vida en unas maletas y se fue, dejándolo todo atrás. Entonces ¿por qué debería ser diferente esta vez?

—Lo entiendo, es la universidad de lo que hablamos, no tengo porque interferir con esa parte de tu vida.

Era la verdad, si le amaba tanto como decía hacerlo, si lo sentía tan clavado en su pecho que su vida resultó ser un patético desastre tras otro después de haberlo perdido, tenía que ser lo suficientemente consciente y razonable como para ahora soltarlo, y dejarlo marchar porque así tenía que ser. Harry había cambiado en ese aspecto, si bien su perdida lo destrozó, estaba absolutamente dispuesto a dejarlo ir cuando sabía que su vida estaba al otro lado del puente, que debía de regresar a la ciudad, lo supo desde que se marchó aquella vez. Solo que no pensó que volvería.

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