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La primera noche, en efecto, fue la peor de todas. Sin dudas la peor.

Eddie le había prestado sábanas, una cobija y almohada, “sin compromiso" le dijo, no tenía problema con que no se las devolviera hasta que se comprara las suyas, así que hasta ese momento todo bien. Tomaron café antes de dormir, pues habían descubierto que era algo que ambos disfrutaban y que los demás juzgaban.

Kit rió con su taza entre sus manos. — Es más rico así, se disfruta más.

Eddie asintió de acuerdo, a pesar de que su café tenía probablemente un paquete entero de azúcar. — ¿Verdad? Es bueno.

— ¿Qué cosa?

El de rulos le sonrió y alzó la taza, volcando un poco del líquido. — Encontrar a alguien como yo.

Y no estaba realmente seguro de a qué se refería, pero sus palabras lo hicieron sentir cálido, bienvenido, así que le sonrió y asintió. Su roommate no era malo ni mucho menos aburrido, en realidad había ido sin expectativas, pero ahora podía imaginarse a ambos siendo amigos en un futuro. Era agradable.

A la medianoche ambos se fueron a dormir, no se habían dado cuenta que las doce ya marcaba en el reloj, y ambos debían levantarse temprano a trabajar en la mañana. Por supuesto, Kit semanas antes había buscado trabajo fuera de su pueblo, no era la primera vez que salía, por lo que había conseguido trabajo en una cafetería del pueblo y pensaba buscar otro, por si acaso.

Kit no se sentía tan bien como aparentaba, por lo que no era sorpresa que apenas su cuerpo se escondiera en las frazadas y sábanas de Eddie, se derrumbara por completo. Le dio la espalda a la puerta, escondió su nariz debajo de la colcha y se dejó rodear por el olor a lavanda, y sólo sucedió.

Los recuerdos llegaron unos tras otros como bombardeos, las palabras utilizadas, el tono de voz, las miradas filosas y las amenazas de golpes, se había librado de eso, pero no podía esconderse, debía lamerse las heridas una por una, y eran muchas. Se sentía a salvo en esas cuatro paredes porque sabía que detrás de éstas sólo había un chico inofensivo y no una mujer tenaz que se escondía debajo del manto de un aspecto dulce e inocente. Tan retorcido.

Durmió con el rostro mojado, lamentó haber mojado la almohada y las sábanas de Eddie, pero no es como si pudiera detenerlo tampoco. Se preguntó si su papá se sentía igual, si el que no estuviera a su lado representara algo, quizás sí. El arrepentimiento lo rodeó de repente, porque mientras él estaba a salvo en su nuevo hogar, su papá dormía quién sabe dónde, negado completamente a volver a su casa. No lo culpaba, suficiente había tenido. El pensamiento de que pudo haberle ofrecido un lugar lo hizo llorar el doble, se sentía tan culpable y tan cansado, pero también sabía que eso que estaba sintiendo sólo faltaba pulir, ya no había alguien a su alrededor que todos los días lo ensuciara de maneras diferentes.

Durmió en paz al principio, hasta que los recuerdos volvieron a atacarlo en sueños.
Esta vez estaba en su habitación, su anterior habitación, había pósteres por doquier, una cama individual y un armario, las paredes no estaban pintadas de blanco. La puerta se abrió de golpe, de aquella horrible manera sin tocar que ella tenía, de esa forma tan agresiva que emanaba peligro, y pudo sentir su piel erizarse, porque ¿no se suponía que había logrado escapar de ella?

La discusión había sido difusa, no la oía, pero podía sentir el miedo palpable en el aire, la mirada furiosa y asqueada que ella tenía en su rostro, sus labios fruncidos en enojo a la vez que le gritaba acerca de algo que no entendía, su rápida y agresiva proximidad tomándolo de los hombros y zarandearlo mientras él intentaba respirar, porque de pronto tenía sus manos apretando su cuello, lo único que podía escuchar era sus propias súplicas.

roommate au (K&E) | eddie munsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora