8

376 20 7
                                    


Kit respiraba agitadamente. Sollozó e intentó zafarse del agarre. Era de noche, nadie lo escucharía gritar, nadie acudiría a su ayuda, y él se saldría con la suya. Sólo las estrellas y las nubes grises serían testigos de tal atrocidad contra alguien tan inocente como para haber creído que una primera confesión llevaría a un primer amor.

Lo había hecho, lo recordaba bien. Luego de tanto tiempo convenciéndose de que si lo hiciera estaría bien, no pasaría nada, y seguiría siendo el mismo chico dulce con él. Luego de tantas salidas juntos, tantas veces que se enfermó y él lo cuidó, tantas palabras y abrazos afectuosos, todo echado a la basura por un monstruo.

El agarre era fuerte, con enojo, sus uñas se clavaban en su piel y el tironeo comenzaba a lastimarlo, sangre salía de su muñeca, y no importó cuánto lloró y suplicó, fue ignorado con tanta frialdad que sintió no conocer al que alguna vez fue su mejor amigo.

Lo había llevado a su casa, le había agradado a sus papás lo suficiente para cenar en la mesa con ellos, ayudó a su papá con cosas que Kit no podía porque no sabía, lo ayudó a él en ocasiones extremas, pero de alguna forma todo eso se echó a perder. ¿Cómo? Sólo le dijo que lo quería.

Pero, los hombres no dicen eso. Los hombres, nadie, desea a personas de su mismo sexo. Nadie debería amar a alguien de su mismo sexo. Eso está mal. Es sucio. ¡Es sucio! Le gritó.

Esas palabras lo perseguirían para siempre, porque él creó un monstruo, si se guardaba sus sentimientos entonces nada de eso habría pasado. Y su vida seguiría su curso normal, no se habría perdido, no habría cambiado drásticamente su personalidad, no habría pasado tanto tiempo enojado al punto de perderse su propia vida, si se hubiera quedado callado sabría qué hacer con su vida más allá de querer quitársela. Pero no, Kit se confesó, y él lo llevó hasta el callejón.

Lloró, gritó, sufrió, sangró. Y se despertó.

— ¡Kit! Kit — escuchó a su lado, él continuó sollozando, apenas notando que era sostenido —, bonito, hey, ya pasó, estoy aquí. Damons.

Eddie soltó una maldición y se estiró a tomar el vaso de agua que le había llevado. Se lo pasó, y Kit bebió con todo su cuerpo temblando. Eddie acarició su espalda y sólo lo observó con pena.
Kit agradeció por el agua en voz baja y se mantuvo en silencio, lo más silencioso que el hipo le dejó.

— ¿Quieres hablarlo, bebé?

Esa fue la única manera, muy efectiva y muy accidental, de sacar a Kit de su trance. Subió la mirada estupefacto y sonrojado hasta las orejas, Eddie se abofeteó mentalmente. Su cerebro recién despierto era su mayor enemigo.

— ¿Eh?

— Uh, lo siento, fue demasiado.

Kit parpadeó lentamente y negó, mirándolo con ojos cristalinos, nariz sonrojada, y labios rosados. Muy bonito. — No, no… m-me gustó.

Eddie soltó una risa baja, enternecido, y asintió. — De acuerdo… ¿quieres hablarlo? Quizás así no vuelvas a tener pesadillas.

Kit titubeó, pero asintió. — Okay…

— ¿Soñaste con ellos?

Kit negó. — Algo parecido.

El chico suspiró, y Eddie meditó. — Bien… te escucho, bonito.

Kit pasó sus manos por su rostro y suspiró. — Te diré, pero… es, uh, un poco fuerte. Realmente… realmente confío en ti, Eddie, quiero que lo sepas.

Eddie sonrió y asintió. — Lo sé, bebé. No diré nada, te lo prometo.

Kit sonrió en su dirección. — Bien… ¿Prometes que no me odiarás en cuanto lo sepas?

roommate au (K&E) | eddie munsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora