CAPITULO 20:

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ANDREW Y MONI EN EL ALMUERZO, EN MULTIMEDIA

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Miré los alrededores, maravillada con la elegancia del restaurante. Querían darle ese aire despreocupado y playero. Pero a la vez, la opulencia que poseía LA y las cercanías de Beverly Hills. Pisos brillantes en mármol como espejos. Mesas de cristal, puertas corredizas que daban a la playa, y hasta lámparas colgando del techo. Todo moderno. Andrew a mi lado, dialogaba con su amigo, contándole como estaba la que parecía ser su hermana Holly. Y luego, que tal le iba con la cadena de hoteles. Estaba guapísimo. Su atuendo demasiado diferente de lo que normalmente le veía. Trajes elegantes fuera, y había preferido usar jeans y una camiseta polo, blanca. Los cabellos peinados hacia atrás. Y ni que decir de la colonia que traía puesta. Todo ese conjunto en él, estaba haciendo mella en mí. Que de vez en cuando no conseguía dejar de fijarme en sus bíceps apretados.

Tragué con dificultad.

Y la intempestiva llegada de una mujer mayor, me desvió de recordarlo besándome la noche anterior, o las ganas de que lo volviese hacer, estrechándome entre esos brazos fuertes.

—Ya estoy aquí, ¿de qué me perdí?

De cabellos entrecanos en una trenza larga que le llegaba casi hasta la cintura, y un poco bajita, la mujer algo mayor, parecía lo que bien podría calificar de una matrona mexicana, poniendo a marchar una casa. Le sonrió de forma maternal a Andrew.

—De que eras la última que me faltaba por saludar, mi querida Olga—la mujer se dejó recibir en un fuerte abrazo.

Prácticamente la levantó del suelo, de lo bajita que era ella, y lo alto que era mi jefe.

—Andrew. ¿Cómo está mi muchacho? Que gusto verte de nuevo por aquí. Justo hace unas horas, Ben y yo hablábamos que hacía tiempo no venías.

—Muchas ocupaciones. Pero ya estoy aquí para probar esa langosta que siempre sabes prepararme.

La mujer solo rió complacida. Hasta que volvió la mirada a mí, y Andrew quiso presentarme. Su sonrisa se desvaneció, quedando a algo más parecido a una mueca asustada. Como si hubiese visto un fantasma. Me señaló con un dedo tembloroso y volvió a ver a Andrew.

—Ella es Mónica Guerrero, Olga. Es una amiga.

—Mónica... Mónica Guerrero—balbuceó, y al final se llevó la mano a la boca—eres... tu eres la hija de Gladys.

Un frío me recorrió la espalda.

—Olga, ¿de qué hablas?—le preguntó su esposo.

—Ella... la recuerdo. Es la hija de Gladys Guerrero—lo miró a él—mi comadre que dejé en México cuando nos vinimos a los Estados Unidos.

El vello de la nuca se me erizó.

Mierda. ¿Ella me conocía?

—La recuerdo. La llamó Mónica. Estaba pequeña casi en la adolescencia cuando las dos nos despedimos.

Paralizada, vi como la mujer me tomaba las manos, llorando. Y el nerviosismo se convirtió en miedo, cuando al mirar a mi jefe, el pasaba la mirada de la dueña del restaurante a mí, confuso.

—Mónica, ¿de qué está hablando Olga?

—No...—busqué una vía rápida de escape—no. Ella debe estarme confundiendo con otra Mónica—retrocedí—es primera vez que la veo a ella. No la conozco.

La mujer seguía insistiendo.

—Sí me conoces. Solo no me recuerdas. Tu mamá es Gladys Guerrero. Trabajamos juntas cuando yo vivía en México. Ella fue la que te encontró en la basura y te rescató, adoptándote como suya.

SUITE 405 (COMPLETA)Where stories live. Discover now