CAPÍTULO 72:

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El sábado por la mañana Andrew y yo fuimos convocados por el capitán. Sería llevado a cabo el juicio contra Adolfo, aunque sin el presente. Continuaba en la clínica internado en el ala de cuidados especiales, recuperándose de los disparos que yo le había propinado. Así que el juez daría su veredicto en el caso y la pena que le darían en la cárcel por sus delitos. Quizás por su ausencia era que yo quería estar. Andrew me había dado la noticia esa misma noche que habíamos llegado del hospital, y no lo dudé ni un segundo. Si era necesario que testificara, lo haría con tal de que pagara. Y el saber que él no estaría presente en el juicio, hizo que me dieran ganas de ir. Quería asegurarme que él pagara lo que se merecía, tanto ahí como en México. Y eso me serviría también de terapia, para cerrar ese ciclo.

Mi esposo no estaba del todo de acuerdo, pero me dejaría hacerlo, acompañada por la policía, los escoltas, y él, obviamente.

Así que me puse mi mejor atuendo para el clima frío, y luego de ayudarlo a él con su pierna enferma, salimos a los juzgados de la ciudad de Nueva York. Noah continuaba en la casa de Holly. Era mejor que se quedara al margen mientras toda esta mierda se acababa. Estuve nerviosa todo el trayecto, mirando las carreteras, y friccionando mis dedos.

No iba a verlo, y sin embargo me horrorizaba lo que tenía que ver con él. Así de dañada me había dejado.

Cuando el auto se detuvo en los parqueaderos del juzgado, me atreví a ver a Andrew.

—No tienes que hacerlo si no quieres. Eres valiente sin demostrárselo a nadie.

—Quiero hacerlo. Mi antigua yo, herida, se lo merece. Que pague por todo.

—Entonces vamos.

Los escoltas nos abrieron las puertas, y el abogado de Andrew, que me representaba en ese momento, se nos acercó. Hice el intento de descender del vehículo, pero me detuvo.

—Sabes que yo estaré contigo en todo momento, ¿no?—le sonreí con ternura, y afirmé.

—Gracias—besó mis nudillos, y salimos.

En todo momento me quedé junto a él. Si algo ocurría la tendría difícil para cuidarme por andar en muletas. Pero sentirlo a mi lado me daba seguridad. Nos sentamos en la sala donde la policía podía cuidarnos, aunque él no estaba, y escuché atenta cada una de las opiniones del fiscal y el juez. No entendiendo mucho de leyes, pero sabiendo que el veredicto iba en favor mío. Como representante de Adolfo estaba su abogado solamente.

El juez salió unos minutos, y cuando fue el momento del veredicto, ambas partes nos pusimos de pie. Andrew y yo conteniendo el aliento. Aquí no solo se definía mi paz mental si a todos ellos los encerraban. También se definía una parte de mi libertad. Porque bien que los abogados de mi ex marido podían pedir dinero o demandar por lo que yo le había hecho a él. Dinero que Andrew puso a disposición si era necesario. Pero no quería que él cargara con cosas que no le correspondían, y yo no quería tener más penas en mi.

Pedí a Dios que todo se resolviera de la mejor manera posible.



Sujetándose de las muletas por un pequeño dolor en la pierna, miró atento al juez.

Era la hora en que se decidía todo. Si ese gusano pagaría todo, o como pasaba en cada gobierno, terminarían saliéndose con la suya.

La miró a ella. A su Monita. Escondía muy bien el miedo, tras una mirada seria al frente, pero él ya la conocía como si fuese una parte de sí mismo. Se devanaba los sesos, pensando que acabaría también en prisión por dispararle al señor García. Porque no conocía las leyes del estado. Pero él estaba convencido de que saldría bien librada. Había actuado en defensa propia. Allí no había penas de nada. Ella no tenía porque pagar por quitarse de encima el peso y tortura de tantos años.

SUITE 405 (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora