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Donghyuck cerró la puerta tras él y se recargó sobre esta, sin quitar de su semblante la gran sonrisa que lo había acompañado casi todo el día. 

Por fin habían comenzado sus vacaciones. 

—¡Soy libre! —exclamó con evidente alivio. 

Aunque el último día en la universidad fue de alguna extraña manera agotador, su energía estaba a tope. Solo podía pensar en lo emocionante que sería el viaje que planearon con Jeno durante dos meses y que por fin podrían realizar. Solo serían Jeno y él en una gran playa, hospedados en un hotel con vista al mar. Ambos habían trabajado duro por meses y ahorrado para ese momento.

Mientras formaba imágenes mentales de aquel viaje, se acercó a su bello y preciado parlante e inició con la rutina. Quería aprovechar al máximo sus ganas de cantar como si no hubiera un mañana.

Apenas cinco segundos habían pasado desde que la canción inició y ya se encontraba bailando al ritmo. Enseguida le dio más volumen para sentir aún más la percusión y el grandioso bajo.

Si tú me hubieras dicho siempre la verdad.

Si hubieras respondido cuando te llamé. 

Donghyuck cantaba cada palabra casi gritando, utilizaba su celular como micrófono y le dedicaba su actuación a cualquier objeto que encontraba en su camino.

Su baile se intensificó a medida que se metía más en aquel tema. Se preparó para el final de la canción y fue hasta el espejo de cuerpo completo para apuntarse a sí mismo. De inmediato notó lo hermoso que estaba, haciendo que su ánimo subiera aún más.

—Si no supiste amar, ¡ahora te puedes marchar! —Apuntó a su reflejo durante dos segundos y luego se dio la media vuelta.

Siempre tenía activado el modo aleatorio, y al oír el piano de la siguiente canción, sus ojos se hicieron grandes debido a la agradable sorpresa.

—Mi canción.

La voz de Alejandra Guzmán se hizo presente en el reducido espacio y Donghyuck se dedicó a escucharla en total silencio.

Todo fue arruinado en apenas diez segundos, cuando tuvo sospechas de que alguien había golpeado la puerta. Caminó sin ganas hasta la entrada y apenas se molestó en bajarle un poco de volumen al parlante.

Entre estrellas de cartón, perdí la ilusión…

Abrió y se encontró a un chico de aspecto descuidado que creyó haber visto apenas una o dos veces por ahí. Era algunos centímetros más alto que él. Donghyuck notó de inmediato sus oscuras ojeras y los mechones despeinados de su pelo negro. Se preguntó cuánto tiempo llevaba ahí parado.

… que llegara un ángel, me levante y que me pida que lo ame.

—Eeeh, hola. Soy Mark.

Y de pronto, un día de…

Y justo ahí, se vio en la obligación de no ponerle más atención a la letra.

Donghyuck pasó la lengua por la parte interna de sus mejillas con fuerza. Ese tal Mark había arruinado su parte favorita de la canción, interrumpió su concierto privado. Sintió deseos de echarlo, pero se contuvo.

Dio dos pasos más para cerrar la puerta y poder escucharlo mejor. Era eso o bajar más el volumen, y no estaba dispuesto a la segunda opción.

—Hola. ¿Se te ofrece algo? —respondió, haciendo lo posible por ocultar su desagrado ante la situación. 

—¿Puedo pedirte un pequeño favor? 

Donghyuck solo asintió.  

—Me mudé hace poco, vivo ahí. —Apuntó a la casa que tenía a su izquierda. El moreno volvió a mover su cabeza de arriba abajo, más despacio esta vez—. Hoy he llegado muy cansado del trabajo, necesito dormir y se me hace imposible con tu música tan fuerte. Por favor, ¿podrías bajarle?

El de menor estatura decidió analizarlo un poco antes de responder. 

No tenía opción, ¿no? Además, él apenas había iniciado sus vacaciones y podría seguir con su hermoso concierto al día siguiente. Sería considerado esa vez.

—Bueno. —Se encogió de hombros y vio una pequeña sonrisa en el pelinegro. Asumió que era de alivio. 

—Muchas gracias. —Comenzó a caminar despacio hacia atrás, sin quitar sus ojos del moreno—. Nos vemos en otro momento. Ten linda tarde.

La estaba teniendo hasta que lo arruinaste, pensó Donghyuck.

—Gracias, igualmente —se limitó a responder, sin esforzarse en fingir una sonrisa. Mark se dio la vuelta y el más bajo se quedó viéndolo durante cinco segundos antes de entrar a su casa.

Soltó un suspiro tras cerrar la puerta, y con el dolor de su corazón, pausó la canción y desconectó su celular del parlante. Si no escuchaba a todo volumen, no valía la pena.

El silencio se volvió molesto en cuestión de segundos.

Trató de consolarse a sí mismo pensando que aquella situación no volvería a repetirse, que Mark no iba a volver para pedirle que le bajara a la música y que al día siguiente podría continuar su concierto privado con la misma alegría, ya que nada podría quitársela. Todo estaba marchando de maravilla.

Estaba tan, pero tan equivocado.

¡bájale! ─ markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora