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Mark creía que le esperaba una tarde tranquila, donde lo más interesante serían las páginas del libro que estaba leyendo en ese momento, sentado en la sala de estar. No se quejaba de aquel plan simple, pues el día anterior se libró al fin del tedioso trabajo, y después de tanto tiempo logró dormir como un bebé. 

Ya habían pasado tres días desde ese beso con Donghyuck y no lo veía desde entonces. Salió un par de veces a comprar con la esperanza de cruzarse con él pero nada sucedió. Tampoco había vuelto a poner música a un volumen exorbitante. 

Comenzaba a adentrarse en la historia cuando Yuta se largó a reír en el patio frontal. Aquello fue suficiente para distraerlo. 

—¿Qué pasa? —Dejó el libro sobre la mesa y fue hasta la entrada con prisa.

El pelirrojo indicó con la cabeza en dirección al patio de Donghyuck y Mark salió para ver.

El moreno se encontraba caminando de un lado a otro, con poco equilibrio y un teléfono pegado a su oreja. No se llegaba a oír qué hablaba, no obstante, por sus expresiones dedujo que no era nada agradable.

—No se cansa de hacer drama —comentó Yuta.

Mark no sabía qué pensar ni qué decir. La situación era graciosa en parte, también linda al volver a verlo, pero un poco preocupante al encontrarlo de esa manera.

—¡Solo quiero que traigas mis cosas y ya no tener que verte más! —gritó con furia pero arrastrando las palabras. Hasta un niño podía darse cuenta de que estaba ebrio.

El pelinegro suspiró. Seguro estaba hablando con su ex otra vez. Los gritos al teléfono continuaron y ambos siguieron observándolo como unas viejas chismosas. Mark se dio la vuelta para volver a entrar y justo un golpe se escuchó a sus espaldas, seguido de la risa de Yuta.

Volteó a ver qué había sucedido y se encontró a Donghyuck tirado en el suelo, haciendo el intento de levantarse. Las personas pasaban frente a su casa viendo el espectáculo, se reían y murmuraban cosas. Mark comenzó a inquietarse y no pudo aguantar más.

—Iré a ayudarle —avisó. La reacción de su amigo fue una mirada de sospecha—. ¿Qué?

—No entiendo. Dijiste que estuviste a nada de golpearlo y ahora lo vas a ayudar cuando ni siquiera está en peligro, solo está borracho en su propia casa haciendo el ridículo —explicó. El pelinegro solo mantuvo sus labios presionados—. Es muy irritante, ¿por qué lo ayudarías? 

Ni siquiera él sabía con claridad la respuesta a eso.

—Supongo que no me desagrada del todo. —Se encogió de hombros—. Ya vuelvo.

No se quedó a esperar otra mirada extraña del pelirrojo y solo caminó con prisa. Al llegar a la acera, el moreno ya estaba de pie, aunque con escaso equilibrio. Ingresó a su patio sin atreverse a revisar si Yuta todavía observaba y se acercó a él, que seguía distraído viendo su teléfono.

—Hey, Donghyuck —lo llamó despacio y de la misma manera acortó más la distancia, no obstante, el mencionado se sobresaltó y lo miró con ojos grandes. Al notar quién era, su expresión se relajó un poco—. Te asusté, perdón.

—¿Qué haces aquí? —preguntó confundido el castaño, casi sonando molesto.

—Donghyuck, te están viendo todos —expresó en voz baja y suave. Despacio se acercó más a él e intentó tomar su brazo para ayudarlo a caminar, sin embargo, él no se dejó—. No pareces estar bien. Solo déjame ayudarte a entrar.

—¡Mentira! Vienes a amenazarme otra vez. No sabes hacer otra cosa —exclamó, sonando como un niño pequeño haciendo berrinche—. Mark, ya no he vuelto a ser ruidoso. Ya entendí.

Mark largó una carcajada y volvió a hacer el intento de tomar su brazo. Esta vez tuvo éxito.

—Lo sé. Te prometo que solo quiero ayudarte.

Fue el turno de Donghyuck de reírse, aunque de una manera exagerada y realmente fingida.

—¿Ayudarme? ¿Ahora quieres ayudarme? —Sin importar la ironía evidente en su voz, permitió que Mark lo llevara con cuidado y lentitud—. ¿Por qué eres tan confuso?

—¿Confuso?

Entraron a la casa y Mark cerró la puerta. El silencio de Donghyuck lo hizo preguntarse aún más a qué se refería mas optó por no insistir. 

Seguía cargando gran parte del peso del moreno mientras decidía qué hacer.

—¿Está bien si te llevo a tu habitación? —quiso averiguar, sin quitarle los ojos de encima, y él solo asintió despacio—. ¿Dónde queda? —Donghyuck apuntó decidido a la primera puerta que se encontraba a la izquierda y siguieron caminando en silencio hasta que entraron al cuarto.

—¿Sabes qué? Me caes mal. No te soporto. 

Mark no supo qué decir al respecto, solo se quedó callado y se preparó para oír cualquier cosa que pudiera salir de su descontrolada boca, sin intenciones de dejar de avanzar, pero el moreno parecía tener otros planes; reunió fuerzas y equilibrio para detenerse sin soltar el brazo del más alto.

—¿Por qué eres así? —continuó, y Mark se atrevió a enfrentar su mirada molesta—. ¿No te cansas de ser tan molesto?

El pelinegro abrió la boca para responder y no logró formar ninguna palabra, pues seguía desconociendo una respuesta a todas sus preguntas. No comprendía si se refería a sus reclamos por el volumen de la música o a otra cosa, pero no podía negar que se sintió mal por volver a recibir un mal trato por su parte. 

—Perdón —dijo sin siquiera pensarlo—. No debí venir, lo siento.

Consciente de que solo faltaban unos pasos para que llegara a su cama, soltó su brazo y se dio la vuelta para irse. Ya no quería seguir oyendo sus preguntas. Justo al pasar junto a la puerta, lo escuchó nuevamente.

—¿Por qué tienes que ser tan lindo?

Mark se detuvo y volteó a verlo, con la pregunta haciendo eco en su cabeza.

—¿Qué dijiste? —Quiso corroborar que no había escuchado mal, pero Donghyuck volvió a perder el equilibrio. 

El pelinegro lo sostuvo justo a tiempo por los hombros para después pasar sus manos a la cintura de este. Lo llevó hasta su cama y volvió a rendirse con lo que sea que estaba diciendo.

—Me irrita que tu sonrisa sea tan linda —continuó Donghyuck en voz baja, como si hablara nada más para él mientras Mark lo acomodaba y quitaba sus zapatos—. También tus ojos.

El más alto experimentó una sensación extraña que terminó por calentar sus mejillas y decidió ignorar los comentarios del chico que estaba a punto de quedarse dormido. 

—¿Tienes frío? ¿Quieres que te tape? —preguntó con suavidad, inclinado cerca de él por si llegaba a balbucear. 

Donghyuck se quedó viéndolo con sus brillosos y pequeños ojos cargados de sueño.

—Quiero que me beses otra vez —susurró e hizo el intento de alcanzar el rostro del pelinegro, quien lo detuvo con cuidado y se levantó con el objetivo de irse cuanto antes.

—Eso no va a pasar.

—¿Por qué? 

—Porque estás muy ebrio, Hyuckcito —respondió, teniendo como sorpresiva respuesta una risa tierna del mencionado que lo hizo sonreír. Justo después, los ojos de Donghyuck se cerraron y todo su rostro se relajó. 

Pero Mark siguió sonriendo, incluso mientras salía de esa casa, olvidando por completo que Yuta podía seguir observando en esa dirección. Ya no importaba eso, solo las cosas inesperadas que ese chico le dijo. Esas últimas palabras que salieron de su linda boca y lo tomaron totalmente por sorpresa.

¡bájale! ─ markhyuckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora