Conversación privada

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La noche era siempre muy agradable en aquel lugar, y aún mejor era contemplar aquella vista. Si pudiera, en este momento estaría allí con una copa de buen vino, disfrutando de lo que tenía ante sus ojos. La semana pasaba demasiado rápido y en unos días estarían de vuelta. Esto entristeció no sólo a Marcela, sino también a Armando.

Les gustaba su casa, ir a Ecomoda y el lugar donde vivían, pero era evidente que Palm Beach les transmitía una paz difícil de tener en su vida cotidiana. El aire era diferente, era más ligero lejos de todas aquellas personas, que a pesar de ser familiares y amigos, también les asfixiaban.

Mientras seguía contemplando la vista desde su apartamento, Marcela pudo oír el teléfono. No tardó en contestar y para su sorpresa, era Margarita. Quería saber cómo estaban, cómo iban las cosas en la oficina y también contarles lo que estaba pasando en Ecomoda en ese momento. Lo único que Marcela quería menos ahora era recordar los conflictos de la empresa, saber lo enfermo que estaba Roberto con todo aquello, o la presión que su hermano estaba poniendo para que vendiera Ecomoda, o que Betty seguía allí, esperando la decisión judicial como todos los demás y ayudando a Roberto a comprender mejor el estado financiero en que se encontraban.

—¿Hablabas con alguien? —Preguntó Armando mientras salía del baño después de ducharse y se dirigía a su habitación.

—Tu madre, ha llamado, dice que nos extraña y te manda recuerdos. —Respondió Marcela, siguiéndole.

—Yo también la extraño. No sólo ella.

—¿Te gustaría volver? —Preguntó tras un rato de silencio.

—¿Qué? —Se asustó por la pregunta directa, que le dio a entender outra cosa.

—A casa, ¿quieres volver?

—Sí, sí. No es que no me guste estar aquí, pero quiero volver a casa.

—Ah sí... —Esa respuesta le pareció a Marcela que no estaba muy contento de estar en ese viaje con ella y eso la molestó. —Bueno, ahora me voy a dormir, sólo quiero una sábana nueva, están aquí en tu habitación.

—Ah, claro, adelante.  —Dijo sin prestarle mucha atención, viéndola pasar. —Yo te ayudo. —Se ofreció al ver que lo que ella quería estaba en el estante superior.

—Gracias. —Le agradeció con una breve sonrisa mientras lo miraba absorta en sus pensamientos, que en su mayoría eran sobre cómo él parecía cada vez más amable con ella y cómo había cambiado.

—¿Es esa la que quieres? —Preguntó, entregándole la sábana. —Marcela?

—Ah sí, gracias. — Dijo despertando de su trance. —Buenas noches. —Se dio la vuelta para salir de la habitación, no podía seguir allí.

—Buenas noches, Marcela. —Dijo mientras la veía marcharse. En esos pocos minutos en los que ella le miró fijamente, él pensó que podría pasar algo y si se quedaba allí un segundo más se habría apresurado a intentar al menos un beso.

En aquella gran cama vacía en la oscuridad de su habitación, Marcela echaba de menos un beso de buenas noches, una caricia, un abrazo, calor humano... de hecho echaba de menos a Armando. Y este sentimiento que aparecía durante la noche había sido habitual en ella durante meses, incluso antes de separarse de Armando, pero al menos en aquel momento seguía teniendo su presencia a su lado.

Marcela se abrazó a su almohada mientras las ganas de llamar a la puerta de al lado se apoderaban de su cuerpo, podría estar él allí y por breves segundos meditó la idea de ir a su habitación. Extrañaba eso, sentirse protegida entre sus brazos y sentirse querida, aunque fuera por una fracción de segundo, pero por desgracia ya era tarde para ellos.

Un cambio inesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora