Felices y en paz

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Roberto, Margarita y los hermanos de Marcela salieron del desfile lo más rápido que pudieron y pronto llegaron al hospital, encontrando a Patricia dormida en la sala de espera.

—¿Patricia? —Llamó la señora, sacudiéndola suavemente.

—Ah, hola Margarita. —Saludó ella, un poco desorientada por acabarse de despertar.

—Hola, Patricia. ¿Sabes algo? —Preguntó ansiosa por saber del nacimiento de su nieta.

—No, hace horas que no veo a Marce.

—¿Me pregunto si ya habrá nacido? —Interrogó Daniel mirando su reloj.

—Quiero conocer pronto a mi sobrina.  —Dijo Beata con impaciencia, no queriendo esperar más.

— Armando me llamó a las tres o las cuatro, hace mucho tiempo. —Dijo Roberto.

—Ay pero, ¿tanto tiempo lleva?—Preguntó un poco impaciente.

—A veces tarda más de diez horas, no es tan fácil, María Beatriz.

—Bueno, entonces sentémonos a esperar.

—Supongo que no tendremos que esperar tanto. —Dijo Daniel, al ver que Armando se acercaba a ellos.

—Armando, hijo, ¿qué pasa? —Preguntó Margarita ansiosa por saber.

—Nació, es una niña hermosa, sana y Marcela está bien. —Dijo sin poder contener la sonrisa.

—¡Ah, qué bonito! —Festejó feliz María Beatriz.

—Felicidades, Armando. —Daniel lo felicitó, dejando de lado sus enojos.

—Felicitaciones, hijo. —Roberto lo abrazó.

—¿Y dónde está ella? Queremos verla. —Dijo Patricia con ansiedad.

—Vengan conmigo.

Armando los llevó a la habitación donde estaban los bebés y se quedaron mirando en el cristal a aquellos angelitos dormidos, mientras esperaban a que la enfermera acercara a la niña al cristal, para poder ver mejor y conocer al nuevo miembro de la familia.

—Ah, pero si es preciosa, Armando. —Comentó la rubia al ver a la niña.

—Enhorabuena, hijo, es una niña muy guapa.

—Se parece más a nuestra parte de la familia. —Dijo Daniel mientras miraba a Isabella, sin querer admitir que podría parecerse a Armando.

—Daniel, deja de ser así. —Beata se rió de su hermano. —Pero viéndola bien, es verdad. —Dijo mirando mejor a su sobrina.

—Bueno, no importa a quién se parezca, lo que importa es que está sana y aquí con nosotros.

—Sí, es verdad, Roberto. ¿Y cómo se llama, cariño? —Preguntó Margarita a su hijo, que permanecía hipnotizado mirando a su hija.

—Isabella.

—Isabella Mendoza Valencia. Es un hermoso nombre. —Dijo Roberto y sonrió con alegría, se sentía pleno con su nieta ahí. El símbolo del amor de Marcela y Armando, el símbolo de la unión de las dos familias. Recordó a sus amigos Julio y Susana e imaginó lo felices que estarían en ese momento.

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Unos días después...

Un cambio inesperadoWhere stories live. Discover now