CAPÍTULO I

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VINCENT MASLOW

<<Un mes antes del encuentro definitivo>>

Vicent Maslow salió de su auto, y sintió las primeras gotas de lluvia caer sobre sus hombros. Debió traer paraguas, casi podía escuchar el "te lo dije" de Mindy a la distancia. La lluvia caía con fuerza sobre San Francisco sin piedad alguna, así era el clima en aquella ciudad, o muy tranquilo o muy catastrófico, nunca había un punto medio. Se subió el cuello de su gabardina y se apresuró hacia el interior del recinto. Debía admitir, que aun bajo la lluviosa y la lúgubre noche, la catedral de San Francisco lucía hermosa.

El calor del interior le dio la bienvenida, disipando todo el frío que se había impregnado en su piel. Vince se quitó los guantes y los guardó en el bolsillo interior de su gabardina. Sin más, se abrió paso hacia el altar, el taconeó de sus pasos retumbaba formando múltiples ecos que se esparcían por todo el lugar, no había nadie más además de él y un individuo sentado en la grada más delantera.

Vince tomó asiento un par de metros del desconocido encapuchado quien parecía estar igual de empapado que él. El sonido de nuevos pasos llamó la atención de ambos, se trataba de una monja que se dirigía hacia ellos.

-Las paz del señor sea con ustedes.- Dijo la mujer sacando una canasta de su manga. -Da el bien y el señor te premiará con el doble.-

Vince sonrió para sus adentros. Si tan solo eso fuera cierto.

La monja le tendió la canasta de las limosnas al joven, antes de que él sacara un par de monedas de su bolsillo Vince depositó un par de billetes en el recipiente, pagando por ambos. La monja agradeció y se retiró deseándoles buenas noches ambos.

-Gracias.- Susurró el joven quitándose la capucha.

-Por nada.- Respondió Vince mirando en su dirección

Cabello rubio y alborotado, a simple vista suave y sedoso; facciones afiladas y gentiles, piel pálida y labios rosados. Aquel joven parecía sacado de una de esas pinturas renacentistas.

Quizás es un ángel. Pensó Vince mientras analizaba su perfil.

La mirada del joven permanecía atenta hacia el enorme crucifijo pegado en la pared. Lo contemplaba como si las respuestas a todas a sus preguntas fueran a aparecer en cualquier segundo.

Emanaba un aura de melancolía, nostalgia y esperanza, todo al mismo tiempo, emociones que él mismo cargaba la mayor parte del día. El hombre sintió que la intriga inundaba su pecho. Un millón de preguntas congestionan su cabeza. El persistente picor de la curiosidad se apoderó de él.

-Hay dos cosas que traen a una persona a la iglesia a las doce de la madrugada.- Comentó el hombre. -O es la culpa o lo es el miedo, pero siempre es una u otra. ¿Qué te trajo a ti?-

SUGAR & DADDY (YAOI HARD)Where stories live. Discover now