Carta de odio

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Te escribo desde este rincón en el que me dejaste, solo, malherido y confundido.

El objetivo de este mensaje escrito es para que sepas que eres el hastío de mi corazón, la podredumbre de mi ser, una mancha en mi nombre.

Traspasaste el milímetro que separa el cariño del desprecio, pues eres un cadáver más en este ataúd hecho de mis costillas.

Cada abrazo lo has convertido en ataduras, cada gentil gesto lo has transformado en un intento de manipulación, una trampa que pusiste en el piso esperando a que cayera.

No soy tan tonto, sé lo que haces, me ves y te burlas en mi cara con mucho orgullo, pero para mí eres una vergüenza, pues solo los cobardes esconden la mano al tirar la piedra, huyen al ver que el infierno será liberado.

Eres la reencarnación de Pilato, crucificaste a un inocente y te lavaste las manos, clavaste un cuchillo en mi espalda y aún así me culpaste por la herida.

Eres la manzana podrida en el cesto, infectas a todo aquel que entra en contacto contigo, pero el olor putrefacto no se nota hasta que sales de sus vidas con esa mirada soberbia.

Traición es tu nombre y descaro es tu apellido, pues no has sido capaz de ver al monstruo que tú despertaste dentro de mí.

Me odio a mi mismo, porque desafortunadamente eres parte de mi historia, te dejé entrar a mi casa solo para que robaras y me lastimaras.

Trataste de robar mi fuego porque el tuyo se desvaneció, pues te diré que el desprecio que te tengo es como gasolina para mi alma.

Eres una serpiente, me enfermaste con tu mordida y ahora temes el que haya sobrevivido tu veneno, pues ahora soy cazador de alimañas como tú.

Lo siento, me dejé llevar un poco supongo.

No te odio en lo absoluto...

...solo espero que en tu siguiente vida sea yo quien te la quite.


Atte: El pobre desgraciado que te conoció

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