Capítulo XXV (25)

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—Permítame tomar sus cosas, alteza.

Helios dejó la elegante chaqueta en manos del hombre y siguió a su padre en dirección al patio interior de la casa.No era tan grande como el palacio,pero era ostentosa sin duda.Los candelabros de oro,las esculturas que, combinadas con magníficas pinturas, parecían ángeles salidos de la mismísima pared...todo simulaba ser el escenario del juicio final,era imposible no quedarse escrutando cada detalle.

Al final del largo recorrido entre pasillos y salones a los que la mayoría de los visitantes ya estaban acostumbrados,se abrió la última verja (cubierta casi en su totalidad por diseños dorados) y el precioso jardín con sillones y hamacas en el centro,cobijados por un techo con listones de tul rosado.En éste rincón resaltaban dos figuras: el hombre estaba echado sobre el mueble con una pierna cruzada sobre la otra,arrancando algunas uvas de la bandeja dorada que,a su lado resplandecía con el sol,para degustarlas lentamente.Su camisa estaba semiabierta.Tenía sedosos cabellos rubios,aunque de una tonalidad acaramelada,diferente a la de Helios,que se asemejaba más a un pétalo de girasol;y además,los llevaba más cortos.Ojos claros y nariz cuadrada.Frente a él,de la misma forma despreocupada,se deleitaba con el líquido rojizo de su copa una mujer joven,cubierta por largas tiras de tul verdoso en forma de vestido.De ojos azules,risos castaños claros y labios finos.Pero lo más notable era el pequeño bulto que tenía en brazos,la razón de aquella visita.

-¡Madre!-el hombre se levantó y abrazó fuertemente a la reina.

-¡Hijo mío, felicitaciones!Serás un padre maravilloso.

-Gracias.

El cariñosos saludo se repitió con todos los presentes,incluso con Rose,a quien Silas miró con extrañeza.

-¿Nos presentas,hermano?

Helios apretó las puños al ser llamado de esa manera,pero fingió una sonrisa.

-Claro.Ella es Rosane Zilideon,es hija de uno de nuestros sirvientes que falleció hace poco.La estamos acogiendo en casa.

Los ojos del mayor penetraron con más fuerza en los oscuros de la chica,con una expresión indescifrable para ella,pues acababa de conocerlo,pero no pasó desapercibido para Helios.

-Y ella es Daphne,-se apresuró en desviar su atención,poniendo su mano en el hombro de la nombrada-mi esposa.

-Es un placer conocerte,Daphne.Debo admitir que me sorprendió mucho saber que mi hermano se había casado por fin.

-También es un gusto conocerte.-sonrió la joven.

-Ella es Adeena,mi amada esposa,-se dirigió a ella rebosante de alegría-y nuestro pequeño tesoro,Dalia.

-¡Qué hermoso nombre han escogido!-exclamó la reina, conteniendo las lágrimas.

-Gracias,madre.Ahora,tomen asiento,comamos algo mientras me cuentan cómo va todo en casa.

Los sirvientes no tardaron en traerles más asientos y ubicarlos a la sombra, además de rellenar las bandejas de la mesa con jugosos manjares,y las jarras con el mejor vino de la temporada.

-Entonces,Daphne,¿de dónde vienes?

-De Zinedia,mi padre es el duque Hillton Voldemir.-contestó.

-Oh,Hillton,cómo no recordarlo.-el rubio dejó caer sus ojos en los padres con una imperceptible sonrisa,a lo que ellos respondieron con otra-¿Tienes algún pasatiempo?

-La equitación.

-Interesante actividad.Tal vez luego podamos competir,tengo unos corceles muy capaces;me atrevería a decir que más que los del palacio,a excepción de Inkias.

La mención logró tensar el ambiente.

-Pues entonces considérate afortunado,-habló Helios-tienes lo mejor del reino.

Su hermano se hallaba desconcertado,buscando silenciosamente ayuda por parte de los presentes.

-Inkias falleció ayer, lamentablemente.-explicó el rey.

-Oh...lo siento,hermano.

-No,no lo haces.

-Sabes que no es cierto.

-No tienes que fingir delante de todos,a fin de cuentas,estamos en familia.-masculló el príncipe más joven,encajando las uñas en el asiento.

-Aquí el único que finge cordialidad eres tú.Solo te apoyo en tu pérdida.

-No necesito tu apoyo,puedes tragártelo.

Ambos elevaban el tono de voz sin darse cuenta,comenzando a alarmar al resto.

-¿Por qué tienes que estar siempre a la defensiva?-gruñó Silas.

-¿Por qué tienes que hacerte el perfecto?¡¿Con qué derecho derecho me das apoyo moral después de todo este tiempo?!

-Soy tu hermano.

-¡No,no lo eres!-rebatió Helios,poniéndose de pie-Mi hermano murió hace mucho tiempo,cuando le quedaba una pizca de preocupación genuina.

-¡Mira quién habla!Tú eres quien no tiene sentimientos de ningún tipo.Siempre haces lo que te da la gana,incluso si dejas un desastre a tu paso.Y ahora,parado frente a mí,no dejas de demostrármelo.

-¡Hago con mi vida lo que mejor me parezca!Ya no tienes ningún derecho a opinar.

-Tampoco a estar en tu boda al parecer.-reprochó.

-¡Suficiente!-intervino la reina,sin ser tomada en cuenta.

-Eso no es asunto tuyo.-afirmó Helios.

-Cariño,basta.-pidió dulcemente Adeena,meciendo a la intranquila criatura en sus brazos.

-¡¿Sabes qué sí es asunto mío?!-bramó el marido,tan rojo que parecía estar a punto de explotar-¡Que rompas la ley!No tienes el más mínimo respeto por esta familia,cuando deberías estar cuidando el honor de padre como rey.

-¡Cierra la boca!

-Pero,¿de qué hablas?-cuestionó Adeena, visiblemente confundida,y tan nerviosa como el resto.

-Hablo de que mi hermano ha estado siguiendo las costumbres de nuestro insufrible abuelo.

El puño del príncipe menor impactó contra el pómulo izquierdo de Silas,sin más vacilaciones.Poniendo un deplorable fin a la contienda,ya que el rey finalmente se paró entre los dos, decepcionado del comportamiento de ambos.

-¡Esto es inaceptable!

El llanto infantil de Dalia llenó el espeso silencio que se había formado.

-¡No vuelvas a hablar de él de esa manera!-ladró Helios,aunque manteniendo la distancia.

El hermano,que seguía tirado en el suelo,apoyándose en su mano derecha, limpió la sangre que brotaba del costado de su cara.

-Iut atkhmearth,payejah it sariume'h najayish.-pronunció con maestría.

A la morena se le pusieron los pelos de punta,y su pose en el asiento cambió.El príncipe hablaba su lengua.Se estaba dirigiendo a ella directamente,lo sabía.¿Debía responder?¿Acaso lo mejor era ignorar?Cómo saberlo con tantas miradas sobre ella,esperando una reacción.Silas no estaba de lado de Helios,esa simple razón era suficiente para elegir.Pero se dió cuenta de que ya no era tan sencillo como pudo haber sido.Había visto un lado de su supuesto amo que tentaba a su curiosidad,la necesidad por conocerlo más a fondo era imperiosa.Lo odiaba,pero también deseaba salvarlo de ese hueco oscuro al que arrastraba a los demás.¿Quién le aseguraba la seguridad de su pueblo si respondía a Silas como aliada?Tener al enemigo cerca era su única ventaja sobre la situación.Al menos a eso debía aferrarse.

De su boca no brotaron las palabras,por más que la intensidad del cruce de su mirada con la de Silas la incomodara.Sentía algo de pena por él.

-Creo que ha sido suficiente por hoy.Nos vamos.-anunció el rey.

-No hace falta,padre.-el primogénito se levantó por fin-Aquí no ha pasado nada,por favor,quédense.Son mis invitados, después de todo.

-Está bien,entonces.

-Los sirvientes los llevarán a sus habitaciones.

La esclava de Arcladius Venn(Sangre Rota#1)(Pausada)Where stories live. Discover now