Capítulo 11

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LAURIE

Hice girar la alianza de matrimonio en mi dedo anular izquierdo; era mi costumbre favorita. Mi anillo de compromiso y de casada eran distintos, pero fue porque así lo quise cuando James me llevó de la mano a cada tienda o centro comercial que conocía, o él quería que yo conociera, para buscar el anillo que más me gustara.

Y estos dos, los que me quité para observarlos mejor, fueron los ganadores. Me encantaron en cuanto los vi. Mi anillo de compromiso era de oro blanco con un diamante de 1 quilate que tenía la forma de una rosa, y mi anillo de casada era de oro rosa con un diamante de 2 quilates que tenía la forma de un corazón.

Leí la dedicatoria oculta dentro de mi argolla de casada:

«Your beauty never ever scared me».

Sonreí al releer la letra de nuestra canción especial. Nos sentíamos identificados con esa pieza musical, en específico con esa parte de la canción Mary on a Cross.

—¿Qué pasa?, ¿ya no quieres estar casada conmigo? —preguntó con aire serio, sin sentimientos.

Volví a ponerme ambos anillos con la esperanza de mermar su enojo. No funcionó.

—Recuerda la única cláusula de nuestro arreglo matrimonial, mi amor —dijo con voz cómica, burlándose de mí.

—¿No te bastó la rabieta que hiciste en nuestra habitación para desahogarte? —Crucé mis brazos, molesta.

—No.

—¿Estás enojado ahora?

—Sí.

—¿Vas a responder en monosílabos todo el día? —pregunté sarcástica.

—Agradece que al menos te respondo.

Me mordí el labio inferior, irritada.

—¿Por qué te estás comportando así?

Silencio. «¡Ah, genial! Ahora no me va a hablar»

Por el rabillo del ojo lo caché pasando una de sus manos por su cabello mientras la otra apretaba con fuerza el volante. Se estaba frustrando él solito, pero no dije nada.

Me aseguré de tener bien puesto el cinturón de seguridad. Iba a pasar una de dos: o frenaba y salía corriendo para que no lo viera en su peor estado de perro rabioso, o, pisaba el acelerador conmigo de copiloto hasta llegar a nuestro destino.

Me dio igual lo que decidiera. Total: de cualquier forma iba a terminar llorando.

—¿Me estás ocultando algo? —inquirió en un tono exasperado.

Me sorprendió que quisiera seguir discutiendo.

—¿Por qué me preguntas lo que ya sabes?

—Porque quiero que me lo cuente mi esposa. Estoy harto de investigarte.

—Creí que te gustaba espiar, mi amor.

—Me odias cuando hago eso.

—Yo sería incapaz de odiarte. —No me creyó, ¡y con razón! A veces, cuando peleábamos, decía un par de cosas que se oponían a las que le gritaba durante mis exabruptos—. Lo digo en serio.

Bueno, ahora sí no me respondió.

Debí dejarlo estar, pero no pude. Amaba a mi esposo a pesar de que fuera soberbio, terco, manipulador, serio, loco, y con unos ojos (capaces) de poner los pelos de punta hasta del mismísimo Charles Manson. No quería que tuviera una idea equivocada de los pensamientos que tenía cuando me quitaba de vez en cuando mi alianza de matrimonio.

—Sólo estaba leyendo lo que grabaste en la sortija el día que nos casamos —le expliqué usando un tono de voz amable—. Jamás voy a dejar de ponerla en donde pertenece, nene.

—Qué bueno que sabes en dónde está lugar.

Sonreí con disimulo mientras aguantaba la risa. James volvió a ser el James del que me enamoré.

—¿Qué ocultas en tu pecho, nena?

«Maldito»

Sabía que me vio esconder la carta anónima en mis bubis.

—Un pedazo de papel inservible —me limité a decir.

—Entonces, tiralo.

—¿Por la ventanilla? —Asintió—. ¿Justo ahora?

—Sí.

Lo miré con una ceja elevada.

—No voy a ayudar a contaminar el planeta.

—Bien, si dices que es inservible entonces buscaremos un basurero en donde puedas deshacerte de eso.

No respondí. Miré a través de la ventanilla del auto para estar alejada de él.

—A menos que quieras asegurarte de que no contiene información valiosa —sugirió con una voz tipo: «ya lo sé todo».

«Maldito»

—Está bien —accedí.

Sin pena busqué entre mis senos la carta que iba dirigida a mí solamente. James no apartó su mirada impasible del camino.

Abrí el sobre, y me encontré con lo mismo de la última vez: un recorte de periodico algo viejo, y un post-it azul.

Desdoblé el recorte que contenía la noticia que mi acosador quería que leyera, y eso hice, leí con atención las palabras que me dejaron con unos ojos como platos.

El post-it decía en letras grandes y rojas:

«TE INVESTIGÓ»

Y la noticia del periodico era del campus universitario en donde yo estudié.

«JOVEN APUÑALADO EN NUESTRA AMADA UNIVERSIDAD»

El nombre de la "víctima" fue Harry Lerman.

«¡Maldición!»

No quise leer más porque sabía qué me encontraría.

Hice trizas la carta hasta que sólo fueron inútiles pedazos de papel sin reparo. Presioné el botón para abrir la ventanilla del auto y los lancé sin culpa hacia la calle.

«¡Al diablo con el planeta!, mi mundo se estaba desmoronando»

—¿Era importante, nena? —De nuevo volvió a usar el tono de voz: «ya lo sé todo».

Me lo quedé mirando con recelo.

—No —mentí.

Aunque lo único que quise en ese momento fue reclamarle: ¡¿Me investigaste desde el principio?! ¿Qué tanto sabes? ¿Siempre lo has sabido todo, todo el tiempo, verdad?

«Maldito, James y su paranoia»

No dijo nada más. Pero yo no podía con este silencio.

—¿Algo más? —lo reté.

—¿Hay más basura de la que deba enterarme? —preguntó serio.

—No —mentí.

Llenó sus pulmones de aire mientras agarraba el volante con los nudillos blancos.

—Muy bien. —No me creyó.

No podía seguir así. Necesitaba saber quién era la persona que me estaba enviando esta información perjudicial para mi marido, y ahora también para mí.

Si caía él, yo igual.





NOTA:

Actualizo hoy, porque mañana no voy a poder.

Nos vemos el próximo Lunes.

¿Sexo o Amor?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora