Capítulo 23

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Pov. Antoine Griezmann

El tiempo es relativo, cuando queremos detenerlo transcurre en un abrir y cerrar de ojos, pero en otras ocasiones se detiene cuando más rápido queremos que pase. Caprichoso e irónico también es, pero eso es otra historia.

En un año, había pasado casi de todo, desde finalmente haber estado junto a quién siempre estuve enamorado, separarnos por cuestiones deportivas, hasta haber usado la tristeza de esa separación para mejorar dentro de la cancha; si enumero las cosas destacadas que sucedieron en el año, armaría una lista interminable de sucesos.

Pero quizás lo que más me marcó fue el haberme adaptado a algo que nunca antes había experimentado: una relación con un chico y, más allá de eso, sobrellevar la distancia que nos separaba por un año. Aunque con viajes hacia el lugar donde se encontraba o él viniendo los fines de semana que podía, escapándose del caos de su vida y el cambio en su carrera, al menos por unos cuantos días. Buscamos la manera de seguir juntos y de mantener las cosas bien, además de estables entre nosotros, sabíamos que tarde o temprano la distancia se iba a terminar y, en cierta parte, aquello nos motivaba mucho a seguir juntos.

Los días pasaron tan rápido.

Decidí esperarlo en el aeropuerto porque quería ser el primero en verlo apenas pisase Madrid, estaba emocionado y lo escuché actuando de la misma manera en aquella llamada que hicimos antes de que saliera de Inglaterra. Aunque le había encantado estar allá y se sentía a gusto con su compañeros —y amigos —, del Chelsea, João sabía que tenía que volver al Atleti por la renovación de su contrato.

Me di cuenta que cambió muchísimo desde que se fue y para bien, ha madurado un montón, dice las cosas que piensa y siente sin necesidad de buscar aprobación y ha aprendido a valorarse a sí mismo.

No puedo estar más feliz por él.

La pantalla que mostraba los vuelos que habían llegado, afirmaba que él ya había aterrizado hace más de treinta minutos, contaba con la suerte de que había poca gente en el aeropuerto porque era de madrugada, así que podía moverme con facilidad en el lugar, para buscarlo.

Un par de minutos después, lo visualicé, llevaba puesta ropa cómoda y deportiva, sus auriculares descansaban sobre su nuca y arrastraba su maleta a la par que caminaba, al verme, su rostro se iluminó, permitiéndole mostrarle una gran sonrisa y aceleró la velocidad de sus pasos para acercarse aún más rápido.

Cuando logró salir de la zona de desembarque, no dudó en llegar frente a mí, soltar su maleta y abrazarme con fuerza, a pesar de que nos habíamos visto hace menos de un mes. Sus brazos me apretujaron contra sí, permitiéndome sentir los acelerados latidos de su corazón emocionado, junto a la calidez de su piel.

—Te extrañé —dijo en un tono de voz suave.

Toqué ligeramente su cabello, mientras me reía.

—Nos vimos hace poco.

—Da igual si te veo hace diez minutos, igual te extraño siempre —puso sus manos sobre mis hombros y me miró con un gesto divertido.

Tomé su maleta y salimos del aeropuerto, para poder irnos a descansar. Debido a su reciente llegada, se quedaría a pasar la noche junto a mí, en primer lugar para compensar el tiempo que habíamos estado separados y en segundo lugar, porque su nuevo departamento quedaba muy lejos.

Hablamos durante todo el trayecto a mi hogar, ambos íbamos riéndonos, mientras escuchábamos la suave música que sonaba por los parlantes del auto, el ambiente era inigualable, tan cómodo y perfecto para nosotros dos, que nos perdíamos en nuestras palabras y la oscuridad de la madrugada que nos envolvía.

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