Capitulo 3

813 39 25
                                    

El lunes mi jornada acaba a las doce, ya que solo tengo clases la primera hora de la mañana, por lo que puedo aprovechar para ir al refugio y dar un largo paseo con alguno de los perros. Trato de hacer cada lunes una ruta de senderismo nueva en un intento por conocer parques y lugares de la ciudad mientras hago un poco de ejercicio. Esta mañana he decidido hacer un recorrido de algo más de dos horas por la orilla del Támesis. Tengo que elegir algún compañero que no disfrute especialmente del agua para evitar accidentes, no me apetece tener que tirarme al rio en una misión de rescate.

Entro a la sede directa a ver a Stormy pero cuando llego a la zona de los gatos donde ella debería estar no la veo, miro por cada rincón; en la torre donde le gusta jugar; en la casita donde siempre duerme y, por último, en el rincón debajo de la encimera donde se esconde cuando tiene miedo. Tampoco está. Salgo de la zona de los gatos para dirigirme al despacho de Meredith, ella tiene que saber que ha pasado.

Entro sin llamar y espeto:

— ¿Dónde está Stormy?

—Buenas tardes —responde mi casera ignorando mi mala educación —. Está en tu silla, echando una siesta.

Dirijo la mirada a la silla que hay al otro lado del despacho, junto a una pequeña mesa. Es el puesto en el que suelo trabajar cuando tengo que ayudar a Meredith con asuntos de organización en vez de estar con los animales.

Avanzo hacia el lugar a paso rápido para ver a Stormy durmiendo echa un ovillo sobre la silla. Justo como la mujer ha dicho. Me pongo la mano en el pecho suspirando de alivio.

—Pero querida – dice Meredith con tacto —, sabes que no queremos que los animales vivan aquí para siempre. — Mis ojos se abren por el miedo —. Stormy es una cachorrita preciosa, debes asumir que no va a ser complicado encontrarle una familia y que pronto se irá.

Frunzo el ceño. Si lo sé, esa es la función de sitios como este. Buscarles un hogar bueno y permanente a los animales. También soy consciente de que es egoísta querer negárselo pero no me puedo imaginar que esta pequeña viva con otra gente y no poder verla cada día.

— ¿Me la podría quedar yo? —medio pregunto, medio exclamo.

—Bueno... — Duda —. Tendrías que rellenar el cuestionario y habría que revisar tu casa para comprobar que es adecuada, además por supuesto de la entrevista personal en la que comprobamos si los adoptantes son aptos. — Levanto las cejas con incredulidad —. Por supuesto también tendrás que pedir permiso a tus arrendatarios si tu casa no es en propiedad... — En este punto ya no aguanta más y se echa a reír —. Claro que te la puedes quedar tú. No creo que haya nadie mejor con quien pueda estar que contigo. —Suspiro de alivio por segunda vez en apenas unos minutos —. Deberías haber visto tu cara de espanto, ha sido divertidísimo.

La fulmino con la mirada.

— ¿Me la podría llevar mañana a casa? Quiero aprovechar esta tarde para arreglarlo todo y hablar con Lidia primero.

—Sin problema, no se la va a llevar nadie. Tranquila.

Yo sonrío de oreja a oreja, Stormy va a vivir conmigo. Es increíble, no sé cómo no se me ocurrió antes la idea de adoptarla yo misma.

—Espero que no dejes de venir a ayudar ahora. —Me saca Meredith de mis pensamientos.

—Por supuesto que no, aunque la directora sea un poco insoportable, le he cogido cariño a los animales y a los demás compañero —Río. Tengo que intentar devolverle su bromita de antes.

—Cuidadito —Me señala con el dedo —, que la directora además es tu casera. —Me regaña en broma —. Cambiando de tema, y demostrando que soy una persona profundamente amable. Toma. —Extiende en mi dirección un paquete que acaba de sacar de debajo de su escritorio.

La Camiseta | Kai Havertz |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora