03. Galletas y perfume de vainilla

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Daniela no hizo caso porque a ella le fascina llevar la contraria y más si es con las amigas. Le dijeron que se fuera al salir y ahí estaba, en pizarra, acostada en el banquito usando su bolso de almohada mientras le escribía a Cath que en un ratico le pasaba las cosas y preguntándole cómo le había ido.

Tan bella ella que se disculpó por haberla dejado botada en la universidad y a esas horas, estaba que se devolvía nada más para quedarse con Daniela y las muchachas hasta que decidieran pirar para sus casas.

Se sentía feliz de tener otra amiga y otra integrante en su grupito porque desde niñas fueron Luciana, Andrea y ella contra todo. Ninguna de las tres se esforzó mucho en hacer una amistad así fuerte porque ya estaban bastante cómodas una con la otra y las amistades que tenían era que si para salir, grupos de estudio y vaina pero nada como ellas tres pues.

Dejaron de intentar cuando se dieron cuentas de que las sifrinas salían falsas que jode y estando en colegio privado, eso era lo que había. Daniela cayó en ese mundo porque el papá se moría si la hija pisaba un colegio público y la mamá la quería meter en uno pa' no gastar tanta plata, pero ganó el papá porque para su bebé chiquita lo mejor.

Lo único que agradece es que conoció a Luciana y a Andrea porque bastantes veces la molestaron por eso de no tener plata como los demás, desde chiquita fue contestona y a veces peleona y se la pasaba metida en seccional por eso cuando ella ni siquiera tenía la culpa.

Que peo.

Como dos veces Andrea coñaceó compañeros suyos por estar fastidiándolas, ahí entraba la Miss Venezuela Luciana Bastinelli a sacarlas a las dos de esos problemas, explicándoles a los profesores con voz dulcita y calmada lo que en realidad había pasado.

La plata y el estatus que tenían las otras dos nunca se les fue a la cabeza y por eso pegaron tanto con Daniela, pensaban igual y se sentían igual. Un verguero de años después, siguen siendo las tres y ahora con integrante nueva.

Un poco más lejos de ese sitio, estaban dos amigos sentados en las gradas de la cancha, hablando paja y viendo de vez en cuando el juego de fútbol frente a ellos.

—¿Qué más hiciste hoy, papi? —Jake de una vez sonrió malicioso. —Ah no, marico, ¿cuántas chamas jodiste ahora?

—Conchale, Hee, a ti si te gusta hablar. —los dos se rieron porque sabían lo peligrosito que llegaba a ser el menor. —¿Te acuerdas que ayer Sunghoon casi se pelea con una chama?

—De bolas si estuvo todo el día peleando por eso. —siguió comiendo platanitos hasta que captó. —Papi, ¿estás hablando con ella?

—Coño, las agarras rápido. —carcajeó Jake.

—Siendo amigo tuyo de años aprendo cosas, como a leer entre líneas. Ahora decime qué pasó. —como el chisme prende a cualquiera sin importar el sexo, Heeseung se sentó como la propia tía brollera para escuchar mejor el cuento de su panita.

Mismo que fue desde que Sunghoon se quedó con las ganas de prender URBE en candela cuando Daniela le tiró los papeles al piso y después lo insultó, hasta esa mañana donde intercambió números con la chama y Hee más loco no pudo quedar porque no le entraba en la cabeza como Jake podía cuadrar tan rápido.

—Vos sois increíble, marico, increíble. —se rió incrédulo. —¿Tienes alguna foto de ella? —Jake negó. Heeseung chasqueó la lengua y sacó su teléfono. —¿Te sabes el apellido por lo menos? —por la descripción y el nombre de la chama, ya tenía una idea de quién podía ser pero necesitaba confirmarlo.

—Tienes suerte de que le haya visto el carnet hoy, papi. Es Ponce.

Heeseung siendo el coco que es, el qué tal, el que paga nómina, la encontró a los cinco minutos en Instagram. Silbó viendo las selfies de Daniela y unas cuántas fotos en traje de baño que tenía regadas porai. Jake de una se acercó más para ver.

ꜱɪꜰʀɪɴᴏꜱノhyung lineOnde histórias criam vida. Descubra agora