Capítulo Treinta y Cuatro

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Sábado. Emiliano amaba los sábados porque era el único día libre que tenía en la semana y ese en particular era mucho más especial porque su novia estaba a su lado. Todavía era temprano cuando se despertó, después de una noche de reencuentro más que satisfactoria los dos se habían quedado dormidos sin siquiera ponerse la ropa. En esos momentos Poly dormía abrazada a la ropa de cama en posición fetal, intentando retener todo el calor posible, aquella era una mañana particularmente fría.

El arquero se levantó y se cubrió el cuerpo con un salto de cama bastante abrigado antes de volver a la cama para despertar a su novia con millones de besos por todo el rostro. En un principio la morocha ni se inmutó de los mimos que él le dedicaba, pero luego de unos momentos comenzó a removerse en la cama e involuntariamente sonrió..

—¿No fue un sueño? —Preguntó adormilada, todavía con los ojos cerrados— ¿Estoy acá, estás conmigo?

—No fue un sueño mi amor, buenos días —Le respondió él, dejándole un último beso en la nariz— Voy a buscar tus cosas al auto, ahora vuelvo.

Por la emoción y el deseo, la noche anterior habían olvidado todo en el auto, el Dibu estaba aliviado de no haberse olvidado de cerrar la puerta, porque con la calentura que llevaba los pensamientos se le habían nublado completamente. Bajó del auto las cosas de la morocha y su bolso deportivo y luego volvió a entrar. Cuando cerró la puerta de entrada se encontró a Paula envuelta en su salto de cama, con los pies descalzos y el cabello completamente alborotado sonriéndole con inocencia.

—¿Qué haces? ¡Te vas a enfriar! —La retó, en dos pasos estuvo a su lado y pasándole una mano por la espalda y la otra por las piernas, la alzó en brazos haciéndola reír— ¿A dónde la llevo señorita?

—Ya estoy donde quiero estar —contestó ella, pasándole los brazos por el cuello. Con una mano le tomó con firmeza la nuca, haciendo que él se inclinara hacia ella para poder besarlo— Buenos días

Sin ningún tipo de dificultad, Emiliano la llevó en brazos hasta la habitación, dónde la depositó con delicadeza en la cama, le beso la frente y luego los labios antes de incorporarse.

—Voy a buscar tus cosas ahora, no te me escapes otra vez —le pidió con una sonrisa.

Paula lo observó marcharse de la habitación y por primera vez desde que había llegado se permitió observar el entorno en el que se encontraba. El cuarto del Dibu era muy amplio y estaba prolijamente ordenado, la decoración minimalista reinaba en el lugar igual que en la casa de Mar del Plata. La morocha comenzó a caminar por la habitación, observando todo con intriga y fascinación.

De pronto sintió las enormes manos de su arquero atraparla por la cintura, pegando su espalda a su pecho. Ella sonrió al sentirlo deslizar sus labios por su cuello y susurrarle al oído:

—¿Tengo que atarte para que te quedes quieta?

La voz le salió ronca, recordando la forma perversa en la que ella había jugado con él la noche anterior.

—Me portó bien, te lo prometo —contestó ella con una sonrisa— ¿Me visto y desayunamos?

El arquero le dejo un beso en el cuello antes de soltarla. Le ayudó a subir la valija grande a la cama para que ella pudiera sacar sus cosas y rápidamente le hizo un espacio en el vestidor para que más tarde pudiera acomodar su ropa sin problemas.

—¿Cuánto tiempo te vas a quedar? —se había dado cuenta que en realidad no sé lo había preguntado— no pude preparar nada porque viniste de sorpresa, pero podemos...

—Emi, amor —lo interrumpió ella, sin evitar sonrojarse al ver como el la miraba sacarse la bata para vestirse— No necesito que hagas nada especial, solo quiero estar con vos... —le explicó — y obvio ir a ver a Juli también, pero el paspado puede esperar, seguro está entretenido con Cami.

Dibujando estrellas - Emiliano Dibu MartinezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora