Capítulo Treinta y ocho

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Después de haber pasado los veinte días más maravillosos, había llegado la hora de volver a Argentina y enfrentarse a la realidad. Había sido una estadía perfecta, e incluso sin que estuviese planeado de antemano, Emiliano la había llevado de acompañante a la ceremonia de premiación de los premios The Best, en la que finalmente Argentina había arrasado y ganado en las cuatro categorías en que las tenía nominaciones.

Lo único que no había sucedido durante su estancia en Inglaterra había sido la conversación sobre su futuro como pareja. Poly sabía que en argentina tenía un trabajo espectacular, incluso si ahora Mascherano había confirmado que no seguiría siendo el director técnico de la sub 20, ella no dependía de esa decisión y el trabajo estaría disponible de igual manera si cualquier otro tomaba su puesto, y aunque le ponía triste, entendía la decisión que había tomado el jefecito.

Le costaba imaginarse viviendo en otro lugar que no fuera Argentina, incluso le había costado adaptarse a vivir en buenos aires y no en Calchín, donde había pasado toda su vida. La morocha estaba dispuesta a hacer el intento, pero tenía miedo, de muchas cosas, y como Emiliano tampoco había sacado el tema, decidió que lo mejor era hacerse bien la pelotuda y patearlo para más adelante. Había tiempo, recién estaban conociéndose.

Pero el corazón se le estrujaba como una toalla cada vez que pensaba que tenía que volver a alejarse de su arquero, por más que fuera poco tiempo; Emiliano ya había sido convocado para los amistosos de la selección que se jugarían en argentina y le había prometido que pasarían el mayor tiempo posible juntos. Ahora estaban en el aeropuerto de Manchester, se habían encontrado con Julián y Camila y los cuatro estaban haciendo la fila para el check in, en completo silencio.

Los pensamientos de la morocha iban y venían con la posibilidad de quedarse unos días más, aunque fuera poquito. Los amistosos de la selección se jugarían dentro de tres semanas y Emiliano seguramente iba a viajar unos cuantos días antes, pero a Poly le parecía una eternidad.

El arquero pensaba parecido, aunque él intentaba mantenerse de una sola pieza, porque había notado el esfuerzo que estaba haciendo Paula por no largarse a llorar. La iba a extrañar un montón, en el poco tiempo que habían convivido, Emiliano se había acostumbrado a su presencia, a su risa, sus besos constantes; dormirse abrazados era uno de los placeres más grandes y el arquero sabía que extrañaría todo aquello y mucho más que en ese momento no era capaz de pensar. Había tenido la intención de pedirle que se quedara, que buscara un trabajo en algún club de la premier, pero algo lo frenaba y no podía descubrir exactamente que era.

Cuando fue su turno de hacer el registro, las chicas se adelantaron y los futbolistas se hicieron a un lado para esperarlas por fuera de la fila. Julián miró de reojo a su compañero de selección, mordiéndose de la lengua para no preguntarle cuales eran sus intenciones con Paula a futuro; después de la conversación que había tenido con su mejor amiga, el tema no había vuelto a salir, pero sabía que Paula no había hecho caso a sus consejos y seguía sin hablar con el arquero. Para su sorpresa, fue Emiliano el que le habló sobre la fisioterapeuta primero.

—¿Te puedo preguntar una cosa, Araña? —Musitó el arquero, con la mirada fija en la espalda de su morocha, como si de alguna manera quitarle la vista de encima fuera a hacerla desaparecer—¿Te dijo algo Poly acerca de nosotros?

—Obvio que me dijo mil cosas Dibu —Respondió él. No quería decir nada que pudiera estar fuera de lugar, por mucha buena onda que hubiese entre ellos, Poly era su mejor amiga— No sé a que te referís exactamente.

—No sé —Respondió, negando con la cabeza— Siento que hay cosas que no me está diciendo... ¿Vos la ves feliz? —Repreguntó, sabiendo que Julián no iba a decirle nada que pudiera comprometer a su mejor amiga.

Dibujando estrellas - Emiliano Dibu MartinezOnde histórias criam vida. Descubra agora