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El evento se extendió hasta pasadas las dos de la mañana, pero incluso los viejos sosos no pensaban irse de ahí, simplemente aprovecharon las muchísimas habitaciones que había en la casa del gobernador para pasar la noche con sus damas de compañía.

De camino a su habitación, Rin se encontró con Reo, quien a su vez, llevaba cargando al chico de cabello blanco en su espalda, mientras este parecía estar ebrio o dormido. Reo se dio cuenta de su presencia pero no dijo nada y siguió caminando a algún lugar.

Rin entró a su habitación, cerró la puerta corredera detrás de él y se permitió respirar tranquilidad por primera vez desde que su fiesta había comenzado.

Entonces escuchó un ruido tras la división que era para vestirse y decidió investigar, dándose cuenta de que dos bailarinas estaban en su habitación.

Ambas lo miraron muy sorprendidas, parecían incluso asustadas y frunció aún más el ceño.

Había olvidado la compra que hizo su padre más temprano esa noche.

— Solo una debería estar aquí. — Fue lo primero que dijo, aunque realmente no quería decir eso.

— Yo... — comenzó una.

— ¡No haré esto! Es una completa locura

Ladeó la cabeza, dándose cuenta de que ambas voces más bien parecían de hombre.

— ¿Perdón?

Todo fue demasiado rápido: la chica frente a él, no... el chico frente a él comenzó a quitarse el maquillaje y la ropa, seguido de la peluca que quedó a medias cuando un par de guardias entraron al escuchar el grito del de ojos azules.

— ¿Joven heredero, se encuentra bien? — Dijeron ambos hombres al unísono.

La puerta tardó un par de segundos en abrirse, los mismos que Rin aprovecho para ponerse de pie frente al chico y abrazarlo, cubriéndolo con su cuerpo mientras el otro yacía parado detrás de ellos con... ¿una sonrisa?

Empujó al chico detrás de las puertas del vestidor y se dió la media vuelta, quedando de frente a los guardias.

— ¿Quién les autorizó irrumpir así en mi habitación? — Habló tajante. — Fuera y no interrumpan. Estaré ocupado.

Ambos guardias se miraron y después salieron, dando una reverencia en señal de que habían entendido sus órdenes. Luego, cerraron la puerta.

Rin suspiró.

El chico de ojos azules salió con la peluca en las manos y el otro simplemente estaba ahí, cómo si disfrutara todo eso.

— ¿Estás loco? — El que seguía vestido de chica respondió un mísero "¿uh?", pero Rin no le había hablado a él. — Tú, el tonto sin peluca, ¿estás loco? ¿Sabes lo que te hubieran hecho si descubren que eres un hombre? ¿A quién se le ocurre hacer eso?

El aludido abrió mucho los ojos, luego negó efusivamente.

— Nosotros no hacemos eso, señor. Perdón pero no podré pasar la noche con usted.

Rin rodó los ojos.

— Yo tampoco quiero pasar la noche contigo. No seas tonto y quédate, fingiremos que pasamos la noche juntos y después te largas.

— Pero...

— ¿Ves, Isagi? Te dije que el joven heredero lo entendería. Es por tu bien quedarte aquí.

Isagi negó.

— Bachira...

— Hazle caso a tu amigo. —Fue lo ultimo que dijo Rin.

— En ese caso, yo me retiro. — Bachira hizo una reverencia y salió pitando de la habitación.

— Disculpe... ¿por qué dice que es por mi bien?

Rin resopló.

— Una prostituta como tú debe saberlo, ¿eres nuevo?

Isagi frunció el ceño y se acercó a Rin, dándole una fuerte bofetada que, para ser honesto, ninguno de los dos esperaba.

Rin abrió muchísimo los ojos, Isagi también, luego se talló la mano y, por último, fulminó con la mirada a Rin.

— No sea un engreído, ellas son bailarinas, no prostitutas, y aunque lo fueran, no tiene el derecho de hablar de forma despectiva hacia ellas. Es la primera vez que alguien compra a una de ellas y para que lo sepa, solo...

La puerta se abrió y Rin se abalanzó sobre Isagi una vez más, quedando los dos de frente, mirándose fijamente a los ojos, sus respiraciones chocando suavemente, la diferencia notoria de estatura había desaparecido, ya que Rin se había aferrado tanto a la cintura de Isagi que lo había cargado, haciendo que este se parara sobre sus pies.

Ojos azules...

Espera.

Ojos azules...

El color azul en los ojos de ese chico llamó la atención de Rin. Tardó tanto en darse cuenta que eran los mismos ojos que había estado pintando que se sintió un tonto y después, se reprendió mentalmente por dejarse llevar por unos simples ojos. Cualquiera podría tener los ojos azules.

— Rin... — la estúpida voz de Sae lo sacó de su ensimismamiento. — vuelvo después.

Escuchó la puerta cerrarse y luego pensó.

— El maquillaje.

Oh, oh...

Habló en voz alta.

— ¿Eh?

— Quítate el maquillaje —su lengua fue más rápida que su cerebro y no pensó antes de dar la siguiente orden. — le pondré seguro a la puerta, así estarás a salvo. Apresúrate y quítate el maquillaje y la ropa... no, la ropa no.

¿Nervios?

Soltó a Isagi cuando se dio cuenta que aún lo sostenía entre sus brazos, se alejó de él y caminó hasta la puerta, cerrándola con seguro.

Eso debió haber hecho desde el principio, así su corazón no estaría latiendo tan jodidamente fuerte después de haber estado a centímetros de Isagi.

Maldito Isagi.

El hijo del emperador y yo [Rinsagi +18]Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang