Capítulo dieciséis

447 42 16
                                    

Declan

Sé que es una mala idea incluso antes de poner un pie dentro de la casa.

Mi hermano pequeño está en la escuela, y espero que mi madre esté trabajando, pero no estoy seguro. No suele tener un horario fijo.

Abro la puerta con cuidado, sin hacer ruido, y la cierro detrás mío. Empiezo a caminar, tomándome mi tiempo. No vengo desde hace meses.

No ha cambiado mucho, pero mi madre tiene la manía de cambiar los muebles de sitio de vez en cuando, por lo que el pequeño sillón que estaba al lado de la ventana, ahora está en una esquina del salón. Y la estantería está en la pared de la izquierda, en vez de en la derecha, donde estaba antes. Lo demás sigue igual.

Subo las escaleras a paso rápido y justo entonces escucho la televisión del piso de arriba. Maldigo por lo bajo, supongo que lo que haría cualquier hijo sería entrar en la habitación a saludar a su madre pero... no me apetece verla, por lo que, tras soltar un suspiro, empiezo a caminar hacia mi habitación.

Abro la puerta con sumo cuidado y entro. Mi habitación es la única de la casa que no cambia con los meses, mi madre ni siquiera entra. Cuando me fui pensaba que iba a reformarla o incluso iba a vender mis cosas para ganar dinero, pero me sorprende ver que no ha tocado absolutamente nada.

Las paredes están pintadas de azul, llevan años así, más específicamente desde que tengo siete años. Me acuerdo de que lo pedí como regalo de cumpleaños porque en ese momento era mi color favorito, y desde entonces nunca las he vuelto a pintar, me gustan así.

Delante mío me encuentro con la cama, perfectamente hecha, y el pequeño escritorio. Siempre me gustó mi escritorio, bueno, siempre me gustó mi habitación en general. Es pequeña, nada comparado con la habitación que tengo ahora, pero era mi lugar. Mi sitio seguro.

Me dirijo hacia la mesita de noche, a mi derecha, donde tiene que estar el pasaporte.

Debería tenerlo en mi casa, pero por alguna razón lo dejé aquí la última vez que volví de viaje, y como no he vuelto a necesitarlo porque no he salido de Nueva York en meses, no he sentido la necesidad de volver a recogerlo.

Ahora sí que tengo la necesidad de tenerlo, porque en un par de días me voy a Londres con Willow.

Empiezo a buscar por los cajones pero el sonido de mi móvil me interrumpe.

—Mierda —lo saco a toda prisa antes de que siga sonando y respondo a la llamada cuando veo el nombre de Willow en la pantalla.

Durante unos segundos no hablo, suplicando que mi madre no haya escuchado nada, y suelto un suspiro de alivio cuando no detecto ningún movimiento desde su habitación.

—Bonita —saludo en un susurro —, ¿estás bien?

—Hola —saluda ella, bajando también la voz como si estuviera aquí conmigo. Una sonrisa inconsciente aparece un mi rostro, no podría ser más adorable —, sí estoy perfectamente.

—Me alegro, ¿y qué pasa entonces?

—Tenemos que comprar los billetes de Londres.

—Vale —asiento mientras abro uno de los cajones.

—¿Me ayudas a hacerlo?

Solo tú y yoWhere stories live. Discover now