Capítulo 2: Entrevista con una sombra.

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Richard dejó los papeles sobre la mesa y llevó a sus labios una taza de café negro, que con su negro color, parecía que estuviera bebiendo alquitrán en lugar de una infusión. Delante suyo, una niña sentada sobre una silla. Sus ojos, de mirada vacía, estaban perdidos en la sala pobremente iluminada. La oscura tez de la niña se camuflaba con las sombras. Era negra como la misma noche, y se mimetizaba con las sombras de su entorno. En lo que parecía ser su rostro, sus ojos carmesí refulgían en medio de su vacío.

—501114 —llamó el pelirrojo, tomando un anotador que se encontraba en la mesa a su lado—. ¿Está ahí?

—Si, señor Lightgreen —le respondió sin un ápice de emoción. Sus manos descansaban sobre sus piernas, cubiertas en una bata de laboratorio blanca que vestía.

—Puede escucharme, entonces —dijo, más para si mismo que esperando que ella le contestase—. ¿Tiene algún reporte? —preguntó entonces, manteniendo ese trato que parecía un tedioso protocolo.

—El cuerpo humano está compuesto, en general, por un 70% de agua, dependiendo de la persona en cuestión, puede ser en un 60% —contestó la niña, mirando al mayor.

Lightgreen levantó la mano. La joven no se inmutó, y se limitó a guardar silencio hasta que el mayor decidió volver a hablar.

—Por eso, la señorita Tåpelig suele darle de beber agua o algo que la contenga —su voz, en un primer momento algo tosca, se había suavizado. Más como si estuviera intentando ser un maestro—. No puede subsistir sin agua, su sistema...

—Es igual al del ser humano —contestó, terminando la oración.

—Y si no ingiere agua o alimentos, como vimos ayer, ¿qué puede pasar?

La niña calló unos segundos, sin otorgarle respuesta al científico.

—Puede morir. Y no queremos que eso pase, a nuestra Espía Perfecta, pequeña —explicó, acomodándose las gafas en el puente de su nariz—. ¿Sabe por qué le digo esto?

Sin entenderlo, la chica negó con su cabeza, ladeandola un poco.

—Porque ayer me informaron que no ha comido, porque–...

Sonia levantó la mano, indicando que quería la palabra.

—Había entendido que no era menester comer para mí, señor Lightgreen —contestó con la característica frialdad, que contrastaba con el carmesí quemador de su mirada.

—¿Quién te dijo eso?

Lightgreen se había levantado, mirando con algo de espanto a la niña, que permanecía en su asiento. Su estado tan inanimado hacía parecer que estaba hablando con un cuerpo inerte. Su voz, ahora preocupada, y su repentina rotura de la formalidad, delataban que la situación lo traía ansioso. La chica simplemente miró hacia arriba, pues no parecía permitirse romper el contacto visual con el científico. Con suerte, parpadeaba de tanto en tanto.

—El señor Skygge. Dijo que después usted y la señorita Tåpelig se encargaría de ese asunto, pero que debía seguir entrenando —Sonia pausó por un momento, como si estuviera pensando—. También me dijo que le dijera que él no me dijo eso, sino que se trataba de un fallo en mí sistema, señor.

Lightgreen se llevó la mano al rostro y suspiró. Aunque le era difícil empatizar con un ser tan antipático, sí que era cierto que le irritaba de sobremanera el carácter de Skygge. A Lightgreen siempre le había molestado el desorden, y aquella desobediencia o rebeldía del mayor sólo empeoraba lo mal que se llevaban de base. Frustrado, volvió a tomar asiento y anotó las palabras de la pequeña sombra.

—Creo que con eso tenemos suficiente, 501114. Llamaré a la señorita Tåpelig para que le haga el control diario y te lleve a tu habitación —dijo el pelirrojo entonces, mirando a la niña—. ¿Entendido?

La menor no dijo nada.

—Tiene permiso para contestar. El problema en esta situación no es con usted, sepa disculparme.

—Entendido.

Richard se llevó la mano al oído y llamó a Blair por el comunicador que se encontraba en el mismo. A los diez minutos, en donde lo único que se oyó fue el rápido rayar del lápiz con el papel que el pelirrojo llevaba consigo, llegó Blair por la puerta, la cual cerró cuan pronto pudo. Lo poco de la luz del pasillo que se filtró, fue suficiente para que la niña de sombras se mostrase recelosa.

—Lamento la demora —dijo entonces Blair, con una sonrisa cansada—. ¿Cómo te encuentras, Richard? ¿Y usted, 501114?

—Yo estoy bien, ella necesita el control diario. Y asegúrate de que beba agua y coma algo de cenar —Richard revisó los papeles de su tabla, y añadió:— A ser posible, hidratos de carbono. Ayer no comió y quiero que rinda mejor mañana.

Blair asintió y Richard salió caminando en un estado de agotamiento excesivo. Parecía un zombie. Suspiró e hizo un ademán a la contraria quien se bajó de su taburete de un pequeño salto y se ubicó a su lado.

—Bien, iremos a la cocina —le dijo la rubia, mirándola en las sombras—. Voy a prepararte una buena pasta. En lo que se cocina, te haré el chequeo —Blair le dedicó una sonrisa afable y golpeteó el maletín que colgaba de su cintura. Entonces, le tendió la mano. La niña la tomó—. Muy bien, 501114.

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El único sonido, además del tubo fluorescente del techo, era el del agua que buscaba hervir en el fondo de la sala. La sombra observaba sin ningún tipo de expresión. Todos los días debían asegurarse de su avance físico fuera del mental. Blair guardaba silencio más allá de las indicaciones básicas en el control.

—¿Te duele algo? —inquirió la científica, retirando el tensiómetro de la niña.

—No.

—Menos mal. Porque tu presión sanguínea está más baja de lo usual. No vuelvas a saltarte comida y toma agua, ¿entendido? —Blair le tendió entonces un vaso con agua y empezó a guardar su equipo dentro del maletín blanco que había cargado consigo.

501114 comía en silencio un pequeño plato de fideos con crema, y de tanto en tanto bebía agua fresca de su vaso de plástico. Era una niña, por lo que no le permitían utilizar cosas de vidrio. Blair se quedó en silencio por unos instantes, tomando apuntes en una libreta. La niña la miró en silencio.

—Estoy anotando tus resultados antes de pasarlos a la base de datos —explicó Blair, cerrando la libreta—. Quitando lo de la comida, estás bastante bien en muchos parámetros. Eso me alegra.

Asintió y dejó de mirarla, como si hubiera terminado su trabajo. Así, se levantó de su silla y llevó su utensilios a un fregadero de la cocina. Blair se acercó, curiosa.

—¿Qué haces?

—Lavar lo que he usado, señorita Tåpelig —explicó, abriendo el agua caliente y colocando detergente en una esponja.

—Yo no te he enseñado eso —dijo entonces la mayor, mirándola con cierta incredulidad.

—No —contestó la sombra—. Pero el señor Lightgreen siempre lo hace cuando termina de comer, por eso siempre sus platos están limpios, secos y guardados —agregó, apuntando a la puerta abierta de la alacena donde había un juego de platos azules de cerámica.

Blair se quedó mirando a la sombra. Ella siguió hablando.

—Así he descubierto que tarda menos en hacer su comida, o usted en su defecto, por lo que es una estrategia para un trabajo más fructífero —terminó su explicación, ahora secando los platos.

—No lo había pensado así —expresó la mayor, aún intentando entender tal línea de razonamiento—. Gracias por tomarte las molestias, pero déjame hacerlo yo la próxima.

—Usted tiene obligaciones más importantes que atender. Es mí deber ayudarles —dijo la niña, cerrando la puerta de la alacena.

501114 tomó la mano de Blair y se quedó expectante. Tenía que volver a su habitación. La mujer se quedó pasmada ante los modales y frialdad de la niña, dándose cuenta de con quién y qué estaba hablando. La despidió en la puerta de su cuarto, recibiendo un saludo frío y distante de la sombra.

—501114 —llamó Blair entonces, deteniendo su andar.

—Dígame, señorita Tåpelig —inquirió 501114, asomando por la puerta que aún no había cerrado.

—Cuando quieras ponerle fin a tu trabajo, dímelo —dijo en un tono frío—. Sólo tienes que decírmelo.

—Entendido, señorita Tåpelig. Gracias por su preocupación. Descanse.

501114 cerró la puerta y Blair se quedó sola en el pasillo. La luz fría de los fluorescentes le quemaba las retinas poco a poco, también en parte por la falta de sueño que arrastraba. Se llevó la mano al rostro en frustración, corriendo parte de su maquillaje. La deslizó por el mismo y cubrió su boca, cayendo en cuenta de lo que acababa de ocurrir.

«¿501114 ha discernido una rutina de comportamiento? ¿Ha reconocido la preocupación?» se dijo para sus adentros, dándose cuenta de que, quizás, y sólo quizás, no estaba todo perdido.

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Blair dejó los anteojos sobre la mesa, rindiéndose casi del todo ante el sueño. No tenía ganas de beber café, pero tampoco podía no quedarse despierta cargando los análisis diarios de 501114. Se quedó releyendo sus notas en un primer momento, viendo que la niña crecía como si se tratase de un humano normal. Al menos, a nivel físico. Pero no podía entender cómo es que había podido leer sus emociones, y cómo había trazado aquella ruta del lavado de platos. Después de todo, era lo equivalente a una niña de seis años.

—¿Blair? —llamó una voz familiar—. ¿Qué haces despierta?

—Hola, Richard —le dijo la rubia, dejando la libreta sobre la mesa en un gesto algo brusco, producto de la irritación que le causaba el cansancio—. Estaba subiendo los análisis de 501114 al sistema.

—¿Cómo se encuentra? ¿Algo nuevo? —inquirió Lightgreen, sentándose en frente del escritorio de la mujer.

Blair miró la pantalla de su portátil y titubeó.

—Se encuentra bien, quitando el tema de la anemia por la falta de alimento —explicó Blair, tratando de esconder sus verdaderos descubrimientos del día. Levantándose, se dispuso a dejar su oficina—. Bueno, creo que eso es todo. Descansa, Richard.

Caminando en dirección a la salida, pero la mano de Lightgreen detuvo sus pasos.

—Deja de mentirme. Habla, Tåpelig. Hay algo mal con 501114.

501114 | #TheLegendsRisingWhere stories live. Discover now