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Todos necesitamos ayuda.
Quizás la ayuda más grande que necesitamos siempre va a ser el saber cómo pedirla, es el paso más complicado.
El paso más complejo, el más difícil, con el que uno más batalla, y es que en realidad...
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Baji
—¿Qué?— miré extrañado a mi novia que me observaba fijamente desde la esquina de mi cama —¿Aún sigues molesta?
—¿Debería estarlo?— ladeó la cabeza confundida.
Internamente batallaba si era buena idea recordarle sobre la charla de la supuesta rubia del octavo piso, podíamos seguir como si la desconocida rubia nunca hubiera sido mencionada en nuestras vidas y seguir recibiendo caricias y mimos de su parte como antes.
—Para nada— afirmé haciendo mojín y seguí comiendo mi cereal.
—La rubia del octavo piso — bufó en voz baja, deje caer la cuchara dentro del tazón antes de volver a mirarle, me miraba como un gato enrrabiado.
—En mi vida hablé con la rubia del octavo piso — afirmé cortando el aire con mi mano.
Ella alzó una ceja quejándose por lo bajo mientras se destapaba para ir directo al baño.
«Padre nuestro que estás en el cielo» Suspiré embobado como chica risueña en los mangas de romance, había olvidado que anoche cuando la secuestre de su apartamento para que viniera a pasar la noche conmigo estaba haciendo el aseo ¿Hay algo de bueno en eso? Sí, Haruka siempre que está en su casa haciendo el aseo tiene la bonita costumbre de ponerse ropa cómoda, y con ropa cómoda me refiero a unos mini shorts y top de pijama con una enorme chaqueta de algodón -generalemente mía - que aparentemente se quitó a mitad de la noche para dormir más cómoda ¿Cómo no lo había notado antes?
—¿Qué mirás?— espeto con enojo. Sonreí embobado.
—¿Hace cuánto no usabas de esos conjuntos?— consulté apoyando mi codo en el posabrazos de mi silla de escritorio con rueditas. Su boca se abrió de asombro e inmediatamente movió su vista hacia el espejo de cuerpo entero para ver su apariencia, para cuando volvió a mirarme yo ya le había alcanzado pasando mis brazos por su cintura.
—Supongo que volver a usar toppoku por tanto tiempo me hace querer volver a casa a ponerme cómoda — se encoge de hombros mientras pone sus manos sobre mis hombros.
Asentí con una sonrisa, acariciando su espalda baja volvía a encontrarme con aquel maldito parche adhesivo de tela, me dediqué a observar el mismo por el reflejo del espejo con suma atención mientras lo rasgaba suavemente con la yema de mis dedos en un falso intento por quitarlo. Haru paso su palma desde mi hombro hasta mi muñeca para apartar mi mano con gentileza, la notaba incomoda al realizar aquella acción pero entendía perfectamente porque lo hacía.
—Perdón, no puedo evitarlo — suspiré pesadamente mientras cerraba mis ojos sientiendome totalmente frustrado.
—No, está bien— mordió levemente su labio inferior mientras desvíaba la mirada, mis cejas se alzaron cuando la ví comenzar a tirar de la esquina de aquel parche —... Solo dame... un segundo.
