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Ver tanto tiempo a Natalia con el menú en la cara le estaba provocando hormigueos a la billetera de Patricio. Él no iba a pagar todo, era obvio y ya se había asegurado de dejárselo claro a ella, pero pensar en todo el dinero que esa mujer gastaba en comida y bebida le hacía cuestionarse su propia economía. ¡Y su salud digestiva! Tenía que ser bulímica; era la única explicación posible.

—¿Vas a pedir algo más? ¡Vas a tener que quedarte lavando los platos! —exclamó sin ningún filtro. ¡Carajo, tenía que dejar de hablar sin pensar antes!

Ella retiró el menú de su cara pero se hundió en la silla, tomó su Martini y dio un sorbo grande. Llevaba muchos minutos sin prestar atención a lo que pasaba en su propia mesa pues no podía quitarle la mirada de encima a Marcelo y compañía. Reían constantemente y la chica tenía una sonrisa preciosa. ¿Se vería igual de linda ella al sonreír?

Bebió otro sorbo de su Martini como si fuera agua.

—¡Mira! ¡Acaba de entrar Alejandro Sanz! —casi gritó Patricio.

—¡¿Qué?! ¿Dónde?

Fue lo único que sacó a Natalia de su trance y la hizo regresar al momento presente. Cuando entendió todo se quedó mirando a Patricio, algo apenada a pesar de culparlo a él por su aburrimiento. 

Aunque él no tenía la culpa de que en una mesa no muy lejos de ahí Marcelo estuviera iniciando una nueva historia de amor junto a una hermosa mujer con la que se casaría, compraría una casa con jardín y la llenarían de hijos de rulos perfectos que jugarían con el perro bajo la luz del atardecer que les iluminaría más sus pequeñas sonrisas...

—Te perdí otra vez —afirmó el hombre y apuntó su mirada al mismo lugar a donde la de Natalia—. ¿Quiénes son?

—¿Qué? ¿Quiénes son quienes? —preguntó Natalia haciéndose la boba.

—El fortachón y la morena. No les has quitado la vista de encima desde que llegaron.

Ah, no era tan tonto Patricio, después de todo.

—Eh... este... no, no sé, no los conozco.

—¿Entonces solo eres una acosadora que escoge víctimas al azar? —rio.

Natalia se preguntó si contarle la verdad sería una buena idea, pero no. Era mejor guardarse la historia para ella, de todas formas no iba a volver a ver a Patricio, ¿qué sentido tenía intimar de esa manera?

Una carcajada que provino de la otra mesa llamó su atención y su mirada casi se cruza con la de Marcelo, entonces tomó el menú y volvió a llevárselo a la cara. 

—Ah... este... ¿no quieres alguna bebida? —le preguntó a Patricio para disimular.

—Solo si tú pagas.

—¡Que sí, que yo pago! —se quejó Natalia volteando los ojos, ya había perdido la cuenta de todas las veces que él se había encargado de recordarle que ella debía pagar su parte.

—Entonces sí, pero... necesito la carta.

Ups, tal vez no había sido tan buena idea ofrecerle algo. Si le entregaba la carta ya no tendría cómo ocultarse y desde la otra mesa podrían verla con facilidad. De hecho por ese menú se había salvado varias veces de que la vieran, o bueno, de que Marcelo la viera, quien al fin de cuentas era el único que la podía reconocer.

Con resignación, le entregó el menú a su acompañante. Ella estaba impaciente, no podía evitar mover sus piernas y mirar de vez en cuando a la mesa de su ex. Marcelo se veía cómodo con la mujer, eso le sorprendió pues lo conocía tan bien que sabía que no era muy sociable con personas desconocidas. Ella nunca la había visto y creía que conocía a todo su círculo social. ¿Estaría también probando suerte en Tinder? Realmente no lo imaginaba en ese plan. No era un hombre extrovertido, amiguero o picaflor, pero por esa misma razón que estuviera con una persona que ella no conociera la incomodaba tanto. 

A un Martini del desastre - ONCOnde histórias criam vida. Descubra agora