31: La caída del sol

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WanYin se levantó del suelo cojeando. La caída le había sentado fatal. No había tenido tiempo de girarse correctamente, y después la maldita explosión. Sus sensibles oídos todavía zumbaban. Nada como quedarse sordo durante la batalla de su vida. Eso le iba a pasar factura, seguro. ¿Ese había sido uno de los trucos de Wei WuXian? ¡Le rompería las piernas! ¿Dónde estaba XiChen? ¡Mas le valía que estuviese completo! Estaba tan aturdido que ni si quiera el vínculo parecía funcionar en condiciones. Su sentido del equilibrio se había ido completamente al garete, y no solo por sus oídos sobresaturados. ¿Cuándo había acumulado tantas heridas? ¿No las había notado con el frenesí de la batalla? ¡La batalla!

Levantó la cabeza para mirar a su alrededor. La lucha seguía adelante. Los Wen seguían luchando a pesar de la explosión, como si no hubiesen sido afectados por la misma. XiChen y QiRen estaban justo ante él, defendiéndole a golpe de espada y acorde de guqin. Y quería unirse a ellos de inmediato, pero su cuerpo no respondía correctamente. Todo parecía girar a su alrededor. Volvió a tumbarse, tratando de recuperar las fuerzas, mientras evitaba convertirse en un blanco fácil.

Tuvo que esperar a que todo dejase de dar vueltas, que sus oídos dejasen de pitar y que sus patas le sostuviesen. Desde su posición, apenas podía ver el campo de batalla, pero el enorme cráter que la explosión había dejado y los cadáveres a su alrededor, eran visibles. Trató de vislumbrar dónde se encontraba MingJue y contra quién luchaba XiChen ¿Dónde estaba Wen Rouhan? ¿MingJue se estaba ocupando a solas de él? ¿Y su padre? QiRen había estado reteniéndole. ¿Lo habían apresado? No podía ser ¿Habían conseguido acabar con ellos? Una arcada subió por su garganta. Una parte de él esperaba que fuese así, y la otra tenía la esperanza de que su hermano hubiese conseguido llegar a tiempo.

Tan pronto como sus sentidos dejaron de revolverle el estómago, se añadió a la batalla de un salto. Se colocó a la izquierda de XiChen y se encargó de defenderle con sus patas. Zidian apenas respondía a sus órdenes, y esa era una señal que no debía haber ignorado. Podía notar que XiChen trataba de decirle algo a través del vínculo. Sin embargo, había algo que no iba bien. Su voz no terminaba de llegarle. Era como si estuviese hablándole desde debajo del agua. Incluso su dolor parecía haberse atenuado. Se preocuparía de aquello más tarde, cuando sus vidas dejasen de correr peligro. Ahora era el momento de seguir luchando.


XiChen estaba verdaderamente preocupado por su felino. WanYin tenía heridas demasiado serias para volver a incorporarse a la batalla. Sangraba por todos lados, cojeaba, había perdido un par de garras en sus patas delanteras, tenía un corte de espada en la oreja y se tambaleaba peligrosamente. Y aun así, atacaba con la misma ferocidad que al inicio. No hacía caso de su comunicación interna, y tenía serias dudas de que pudiese oírle a viva voz. La explosión tenía que haber afectado a sus sensibles sentidos tanto como la caída a sus huesos. No entendía cómo era posible que pudiese seguir moviéndose, cuando el dolor tenía que superar cualquier otra sensación.

En aquel estado febril con el que atacaba, la pantera seguía pareciendo imparable. Pero los Wen tampoco daban tregua, y él ya estaba herido y agotado. Los refuerzos que los diferentes grupos habían pedido, por fin habían comenzado a llegar y los Wen estaban siendo doblegados a base de negarles el acceso a su poder, cortándoles los meridianos, o matándolos si seguían resistiéndose. La muerte de Wen Rouhan había hecho huir a una pequeña cantidad de efectivos, probablemente aquellos que sólo estaban en el campo de batalla por obligación y no por convicción, o los que sabían que les esperaba de no huir a tiempo. El resto seguía luchando, como si todavía pudiesen salir vencedores.

No podía recordar cuantas vidas había segado aquella noche. Probablemente más de las que había salvado en toda su vida. Probablemente más de las que todo su clan en conjunto, había salvado durante toda su vida. Y seguía matando, porque era la única opción para sobrevivir. Para volver a casa. Volver con JingYi y con WanYin a su vida diaria. Incluso aunque su felino pareciese estar consumido en la ferocidad de la batalla y no lo escuchase más, XiChen siguió defendiéndolo, luchando a su lado. Trató de no pensar en el vacío que esa desconexión le generaba y centrarse en lo que debía hacer. Volver a casa. Debía centrarse en volver a casa.

Al otro lado del vínculo.Where stories live. Discover now