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Clay fue presa del pánico por los próximos cinco días. Se arrepintió de haber enviado la carta al segundo de salir de la oficina de correos pero ya no había marcha atrás.

Se metió en su cuarto y comenzó a leer una y otra vez las cartas que George le había estado enviando por los últimos tres meses.

Faltaban piezas de la conversación pues las suyas no se encontraban ahí pero igualmente recordaba al pie de la letra todo sobre lo que habían hablado. Esperaba que el británico también guardase con el mismo cariño sus cartas.

Salió de casa una vez más y miró el buzón por tercera vez en el día. Y tal como se lo había encontrado anteriormente, estaba totalmente vacío.

Clay suspiró levantando la mirada del buzón, el sol se encontraba descendiendo por el oeste, pintando las calles a su alrededor de tonalidades claras cercanas al naranja. Sentía una presión en el pecho al saber que hoy tampoco recibiría una respuesta.

Temía que la última carta hubiese sido la gota que colmó el vaso para George, miedo de la posibilidad de haber arruinado su única razón para levantarse por las mañanas.

Con todo su pesar volvió a entrar en su casa y subió al piso de arriba para recostarse en su cama nuevamente.

El sueño se había acumulado por las últimas noches que pasó en vela y las ojeras se hacían cada vez más visibles bajo sus ojos. Al momento en que ni un solo rayo de luz entraba por la ventana y su habitación se sumió en una profunda oscuridad fue cuando Clay, tras cuatro noches sin pegar ojo, cayó profundamente dormido.

(...)

Revisando su despensa Clay pudo darse cuenta de que debía ir cuanto antes al supermercado. Tan solo le quedaban unas pocas cosas con las que logró prepararse un improvisado desayuno.

Ya había salido a revisar el buzón y, como era de esperarse, estaba vacío. Clay había comenzado a asumir que lo había arruinado todo.

Comenzó a comer con la mente en otro lugar, ese lugar siendo George, y al cabo de unos minutos se dió cuenta de que había perdido el apetito.

Dejó la comida a un lado y decidió tratar de arreglar las cosas con George, por lo que tomó un papel en blanco y su pluma y se sentó de nuevo en la mesa pensando en que debía escribir.

Los minutos pasaron y estos se convirtieron a su vez en horas y el papel delante de Clay seguía en blanco.

El americano suspiró pesadamente y salió de casa una vez más. Sabía que no iba a encontrarse nada al abrir el buzón pero estaba equivocado.

Una carta permanecía perfectamente sellada ahí.

Con los nervios a flor de piel la sacó de la caja metálica y corrió de vuelta al interior de su casa. Tomó el abrecartas de la mesa y apartó el papel en blanco y la pluma del centro de la mesa, posicionando la carta sellada en su lugar.

Respiró hondo y comenzó a hacer presión en un lado del lacre cuando una punzada de ansiedad le recorrió la columna.

¿Y si la carta decía que no quería saber más de él? ¿Y si George se había enfadado con él por romper su promesa? ¿Y si...?

Negó con la cabeza tratando de evitar esos pensamientos y sacarlos de su cabeza. Con un ápice de esperanza finalmente despegó el lacre del papel permitiéndole así poder abrir el sobre.

Sacó de este un papel perfectamente doblado como de costumbre y respiró profundamente de nuevo antes de desdoblarlo encontrándose con la perfecta letra de George en él.

Con la ansiedad por las nubes comenzó a leer.

21 de diciembre de 1775
George H. Davidson

Si te soy sincero, sabía que en algún momento ibas a hacer una pregunta sobre el tema, no tienes porqué disculparte. Por otro lado, lamento no haber podido responder antes pero últimamente todo ha sido bastante estresante por aquí.

La verdad es que no puedo enfadarme contigo por preguntar, mi trabajo es parte de mi vida y tú estás cada vez más involucrado en ella por lo que no veo porque no podrías estar informado sobre esto. Confío en ti y en que no le has contado a nadie sobre conocerme.

Resumiendo, soy parte de un grupo rebelde británico que va en contra de la guerra y por lo tanto del gobierno. No quería decirte nada para que no te vieses involucrado pero supongo que no había vuelta atrás desde el momento en el que nos equivocamos de dirección con la primera carta.

Mi trabajo en si no es nada peligroso pero es bastante estresante, no quiero entrar en detalle. No creo que haya nada más con respecto a lo que hago así que supongo que eso es todo.

No sé cuándo te llegará esta carta pero si mis cálculos son correctos no puede estar muy lejos del 25 de diciembre. Por lo tanto, feliz navidad Clay :)

George H. Davidson

Clay pudo volver a respirar con normalidad tras leer la carta dos veces y una sonrisa se dibujó en su rostro.

Alcanzó el papel y la pluma que habían quedado abandonados a un lado de la mesa y comenzó a escribir, ahora ya con una idea de que decir en la cabeza.

Me alegra que no estés enfadado conmigo por preguntar, no creo que hubiese podido soportarlo.

La verdad es que imaginaba que tu trabajo sería algo así pero no me imaginaba que fuese así de serio. Espero que estés a salvo.

Por otro lado, no tienes que preocuparte, nadie más que yo sabe que te escribo cartas. Tan solo el chico de la oficina de correos sabe que me escribo con alguien de Gran Bretaña pero es un buen amigo mío y nunca me ha hecho preguntas.

Estás en lo cierto, justo hoy es navidad así que feliz navidad a ti también amigo por correspondencia :)

Clay D. Wastaken

Tras sellarla, llevó la carta a la oficina de correos sin pensárselo dos veces. Karl se encontraba ahí como siempre y esta vez Clay sí estaba de humor para charlar un rato.

–¿De nuevo otra carta para Gran Bretaña?– predijo Karl al verle entrar por la puerta. La oficina estaba vacía debido a la hora y Clay solo pudo asentir.

–Sabes que sí– rió el rubio sin intención de darle más explicaciones.

–Deberías pasarte por mi casa, hace mucho que no nos vemos y Niki no ha dejado de preguntar por tí.

–Ultimamente he estado algo estresado pero no dudes que me pasaré por ahí en algún momento.

Karl sonrió, satisfecho con la respuesta recibida.

–¿Has leído el periódico últimamente?– cuestionó curioso el castaño. Clay negó por lo que Karl le entregó una copia que vendían– Puedes llevártelo, invita la casa.

–Gracias Karl– sonrió Clay– Nos vemos.

–Pasate por la oficina más a menudo.

–Cuenta con ello.

Clay salió del edificio con el periódico en la mano. El titular hizo que un escalofrío corriese por toda su espalda.

Otro estado de las colonias involucrado, la posible guerra avanza cada vez más rápido.

No quiso seguir leyendo, sentía un sudor frío en la parte trasera del cuello y por fin entendió porque George había tardado tanto tiempo en responder.

Por correspondencia - DreamnotfoundWhere stories live. Discover now