• teary bear •

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Solo una pequeña aclaración antes, como en todos mis trabajos, se hace mención a multiversos. Se puede considerar que es un poco angst pero nada serio.









Su mano se levanta cuando el bebé respira hondo.

Es pequeñísimo, le es casi imposible de creer que es posible que esté con vida, que sus pulmones que deben medir menos que su pulgar van a brindarle lo necesario por el resto de su vida, que ese pequeño corazón va a latir todos los días lo suficiente para llevarlo a la luna, presiona su dedo en su barriga de bebé, tan suave, tan vulnerable, siente sus ojos humedecerse cuando Iván se queja ligeramente entre sueños, se le enreda dos respiraciones antes de que vuelva a su ritmo normal.

No tiene miedo de que se despierte cuando toma entre sus dedos la mano tan chiquita, sus dedos regordetes, sus uñas recién cortadas, los dedos se aferran con fuerza a su pulgar pero su hijo sigue tan dormido como ha estado la última hora que lleva lloriqueando junto a su cuna.

La luna se asoma curiosa por la ventana, sorprendida de que ahora que tiene la familia que tanto había rogado desde crío está tan melancólico, pero es que ella no ve las mejillas rojas de su niño, sus pestañas pesadas, su cabello tan delgado, su piel tan clara,  con un solo lunar como el suyo a un lado de la boca, recarga su brazo en el soporte de la cuna que cruje un poco, spreen se aprieta como si aún estuviera en su barriga. Eso es lo que lo tiene sensible.

El embarazo fue bueno, las primeras semanas un asco, antes de intentar averiguar qué era lo que le tenía mal sentía que se iba a morir, vomitaba sin razón, tenía estos mareos que le provocaban ansiedad por tener miedo de que estuviera enfermo de manera terminal, por supuesto el desenlace fue menos dramático, pero lloro como hace mucho no lo hacía envuelto en sus cobijas favoritas, con sentimientos mezclados que lo aturdieron por otra semana entera, en ese momento su relación con Vegetta era tan inestable como podría ser estar con alguien que tiene prometido su amor a alguien desde antes de que ellos se conocieran, ser alguien que no se cree merecedor de ser amado o que no sabe serlo, estaba solo, así se sintió mientras se juntaba las rodillas al pecho y mordía el cuello de su sudadera.

No había padres que consolaran su dolor o que le regañaran por haber sido descuidado, no sabía si sus amigos podrían contener una vez más a alguien que sabe todas las soluciones pero es incapaz de terminar de tomar alguna, no considero en ese momento al otro padre. Pero Spreen estaba ahí, su mayor sueño hecho realidad, creciendo con rapidez aunque él no lo notará, era suyo si lo quería, si deseaba complicarse la vida, si estaba dispuesto a dar lo mejor de él para no herirlo. Lo pensó horas, comía por miedo a que si saltaba una comida como acostumbraba se lo robaran los dioses, entonces mucho antes de ser consciente ya había decidido quedarse con él.

Hablar con Vegetta parecía la escena de una película, el miedo, el sudor frío, sentir que se asfixiaba mientras daba opciones de que podían hacer, corrió sin escuchar una respuesta pero no fue demasiado lejos, las manos de aquel que ama lo atraparon antes de que se echará a llorar y le pidiera que se quedará con ellos, que no quería que desapareciera, quería que fueran ellos, quería hacerlo bien, ya no quiere más pruebas ni alejarlo, quería y quiere que se quede donde sus dedos siempre le puedan encontrar el pulso, Samuel río entre lágrimas antes de abrazarlo firmemente y darle un beso. De ahí nada salió mal, la mamá de Vegetta incluso investigó de magia elemental y sus costumbres para hacerle los rituales, le pinto la luna bajo el ombligo a los seis meses y lo aconsejaba de cuidados para él y para su niño.

Lo hicieron funcionar, están bien, mejor que nunca, pero Spreen ya no se le aprieta en las costillas, ni patea contra su cadera, es tan del mundo ahora que le aterra, mucho más ahora luego de soñar aquella pesadilla tan horrible, trató de ser silencioso pero corrió al cuarto donde lo han dejado dormido para encontrarlo exactamente igual, pero en su sueño estaba vacío, no había rastro de por donde se lo habían llevado, el dolor era tan real que todavía le pesaba el pecho aún cuando está viendo con sus propios ojos que dormita con tranquilidad. Ahora es tan ajeno como alguien que conoce de hace solo seis semanas, que no puede decirle que es su comida favorita y que sus ojos han cambiado de un grisáceo oscuro a un violeta que empieza a volverse brillante, que seguirá cambiando ante sus ojos antes de que pueda reconocerse en un espejo.

sunset child [rubegetta]Where stories live. Discover now