Prólogo

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Unas grandes pisadas retumbaron por todo el laboratorio, dejando escuchar los zumbidos destellantes de algo que al parecer estaba siendo reparado, metal contra metal, ese odioso sonido agudo que irritaría los oídos de cualquiera.

—Muy bien, con eso bastaría —espetó un hombre bigotón inclinado hacia un pequeño mesón.

Había un robot en forma de erizo que poco a poco volvía a funcionar, cuando al fin lo hizo miró fijamente a su creador, tomó algo de espacio y salió de la mesita de reparaciones para proceder a examinarse, viendo si todo estaba en orden.

No tardó mucho en notar que todo su ser estaba en perfectas condiciones, a excepción de una pequeña abolladura en su cabeza metálica, algo debió golpearlo duro como para provocar aquello, extendió su brazo y luego formó un like con su mano izquierda afirmando su buen estado.

—Después me encargaré de esto —dijo tocando la abolladura—. Mientras estabas en reposo de tu fallida pelea con la rata azul...

Mientras hablaba, caminó hacia un pasillo oscuro el cual llegaba a otro laboratorio incluso más amplio que el anterior, lleno de cápsulas con líquidos novedosos y de dudosa procedencia.

—Me tomé el tiempo de poder crear un nuevo plan, y ahora sí con seguridad te puedo decir... ¡Que he creado la mayor arma biología de destrucción masiva! Y nadie podrá detenerme, ni siquiera Sonic.

La máquina se limitó a cruzarse de brazos, y si tuviera cejas, estarían alzadas mostrando una inconformidad dudosa, no era la primera vez que escuchaba aquello salir de los sebosos labios de su ascedor. 

—Eres una máquina de poca fe —se encorvó apoyando las palmas sobre sus rodillas y mirándolo directo a los ojos—. No tienes idea de lo que mi intelecto es capaz de hacer.

Entrecerró los ojos tras sus gafas y acarició con brusquedad el hombro ajeno. Ninguno podía observarse directamente a las pupilas, uno por no tenerlas y el otro por cubrirlas, pero la copia metálica juraría haber sentido cómo sus circuitos se fundían ante el calor extremo de los ojos ajenos. En realidad no estaba en sus funciones sentir nada, pero siempre reconocía la pesada mirada de la decepción caer sobre sus cables y engranajes.

Para la suerte del más pequeño, el más grande se apartó de repente y tocó varios botones de un monitor cercano a los dos, divisando por sus pantallas al héroe victorioso, sonriendo y pateando los escombros magullados de lo que alguna vez fue un bonito badnik.

—Míralo burlarse de nuestra derrota, y graba a detalle su alevosía —ordenó a su creación—, será la última vez que lo haga.

Epidemic Zombie [Sonic Zombie AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora