Parte final

13 1 0
                                    

Estoy firmemente convencida de que todo sucede por alguna razón. A veces podemos ver el motivo con claridad, pero no siempre es tan sencillo. En ocasiones, somos capaces de intuírlo. Conocemos de antemano el porqué de las cosas y nos disponemos a confiar o, por el contrario, preferimos ignorar aquella información debido a que no se corresponde con nuestros anhelos más inmediatos. Sin lugar a dudas, la primera opción es la más apropiada. Aunque no la correcta, porque, en realidad, ambas lo son. Cualquier decisión es acertada. Todo está bien y todo es como debe ser. De eso se trata la experiencia.

Cuando emprendí este viaje, no tenía idea de hacia dónde me estaba dirigiendo. Fue un impulso repentino e inexplicable lo que me llevó plasmarme a mí misma dentro de prosas y versos hasta entonces acallados. Recibí una invitación a la aventura y no iba a rechazarla. Pese al miedo y la incertidumbre, cerré mis ojos y me embarqué rumbo a lo desconocido. Porque tenía la certeza de que me aguardaban cosas buenas. Y era cierto.

Escribir El centeno fue como abrazarme y abrazar a otros. Una sensación de dar a luz y otorgar vida. Estaba hablando por mi y por muchos más, lo que era completamente gratificante y sanador. Es un libro de valor inmensurable.

Estas páginas están cargadas de una fuerza impredecible y abstracta. Responden a nada y a todo al mismo tiempo. Están hechas de aquello que me constituye. Ni una sola palabra es ajena a mi. De igual forma, respiran por si solas. Están dotadas de autonomía y escogen su propio destino sin ayuda.

El arte de las letras es capaz de movilizarme y brindarme identidad. Me hace sentir como un guardián entre el centeno y me entrega la certeza de que estoy en el lugar y el tiempo indicado.

Agradezco a mis musas, porque fueron una parte crucial en mi proceso creativo. Me enseñaron una lección de vital importancia. Hay mucho aquí dentro que va dedicado a ustedes.

El Centeno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora