Especial de San Calentín.

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— ¡E- Ephraim! —entre tartamudeos y jadeos de cansancio, las plantas de sus pies ardían por el abuso de ellos y la espalda le mataba por el peso de la mochila.

— Perdón Nai. —Como si una disculpa lo fuera a arreglar todo, abusa de lo blando que era el lobo con él. Una sonrisa decora su rostro, el dragón le roba un beso de los labios al mamífero acorralado contra el muro.

— Te he dicho que aquí no. —Aprieta los labios formando un puchero y una mirada de cejas caídas.

— Pero es que se me prendió la mecha... Y ya no se apaga...

— Detesto tu sinceridad... —Los ojos de Nael rodan hacia abajo, viendo cómo en los pantalones del Dragón, lo que parecía un campamento, se levantaba de manera desvergonzada como si apuntará al rostro de Nael y dijera, "te elijo a ti bebé", acto seguido guiñaría un ojo.— ¿Y qué? ¿Acaso soy tu masturbador personal? —pregunta con sarcasmo y el dragón ríe. — No seré tu cómplice dentro de esto.

— No necesitas hacer nada, yo me las arreglo solo, pero tú me harás compañía. —agarra de la muñeca de Nael y de un solo tirón siguió jalando y jalando hasta que, sin la opinión del lobo llegaron a un simple, estrecho, cubículo de baño público.

De un solo empujón, arrojado a sentarse en el inodoro y el portazo detrás del dragón. Ambos solos, en un cubículo.

El zipper de sus pantalones hizo saltar las orejas de Nael de su lugar como si fueran resortes y tragó saliva al tiempo que sus manos sujetaban la taza del inodoro que le hacía de asiento.

— Tu quieto. —Ordena el dragón de sangre fría.

— Madre mía que estás en el cielo. — Responde Nael.

Ephraim apoya un pie encima de la taza del inodoro, a un lado del muslo de Nael, acortando sus distancias.

— ¡Ephraim estamos en un baño público! —grita en un susurro.

— Entonces mejor que guardemos silencio.

— ¡Nada de eso! ¿Qué pasa si nos pillan?

— Lo hemos hecho en una biblioteca, en un salón, en tu casa, ¿Y ahora te vienes a preocupar porque un extraño nos pille? —Al menos Ephraim tenía un punto.— En el peor de los casos me pongo a vomitar y decimos que algo me cayó mal. Ahora cállate y disfruta como hago el ridículo para tí.

Nael rápidamente gira su rostro sin querer ser cómplice de todo lo que tan rápido sucedía pero entonces algo le toma y lo fuerza a ver.

— No pierdas ni un solo segundo, míralo bien. —susurra. Su mano toma las mejillas de Nael y fijan sus ojos en la larga extensión de Ephraim, ahora libre de las telas que lo escondían.

El rubor en su rostro le calentó la cara, la sangre le hervía en la garganta. Sus piernas temblaban y sus manos se transforman en esos cuchillos capaces de quebrar como vidrio la piel de un dragón, rasguñando la taza a la que se aferraban.

La mano de Ephraim, pálida, dedos largos, cubiertas por unas pocas escamas que se revelan ante la excitación se desliza suavemente por su extensión comenzando desde la base, arrastrando la piel hacia delante y hacia atrás.

Nael no es capaz de decir nada, ni siquiera de respirar. Aunque la situación era incómoda, el estrecho lugar, la cercanía con Ephraim y el calor que emanaba su cuerpo lo llevaban a un especial tipo de trance que lo hacía incluso salivar.

Su imaginación se ponía en acción, sus memorias sacaban lo mejor de sí –cosa que para los exámenes valía hongo pero claramente para recordar cochinadas funciona a la perfección– y su corazón no podía decidir si bombear la sangre a su cerebro y hacerlo entrar en razón o bombear a la erección que a este paso se le iba a formar.

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⏰ Última actualización: Feb 17, 2023 ⏰

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