17. Temor (parte 2)

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Nael tiritaba un poco en su asiento. Sentía un descontrol en su instinto. Mikhail lo tenía al borde de la adrenalina. ¿Qué sucedía con su cuerpo?

Cómo si su estómago se quemara y las llamas que lo consumen todo a un gran paso fueran avanzando por su esófago, subieran hasta su garganta y quemara su boca.

¿Estaría enfermo? Su corazón pulsaba con fuerza y el sentimiento de descontrol le daba la idea de que podía volver a ocurrir algo como lo de la mañana.

Aún sentía la adrenalina de haber mordido a Ephraim. Se sentía tan culpable por eso.

Entonces la gente exclamaba y sacaba a Nael de sus pensamientos. Ephraim estaba en el suelo, levantándose adolorido y con irá miraba al oso que gritaba. — ¿¡Por qué no te transformas!? ¡Lagartija inútil! —pero sus palabras hacían eco en el gimnasio.

El dragón agitaba su cola una y otra vez contra el suelo como si significara algo.

— Yo que el oso me mantengo alejado de la cola. —mencionaba Alaska.

— ¿Por qué lo dices Mikha? —pregunta Dante mientras que el lobo paraba bien la oreja para poder sumarse a la conversación.

— Si te das cuenta, a pesar de que la madera del suelo se súper resistente, ese bastardo aún es capaz de romperla con su cola. —Si te fijabas muy bien, lo que decía el pálido chico no era mentira. Ephraim estaba marcando una amenaza contra el oso cada vez que azotaba su cola contra el suelo.— Está marcando terreno... —susurró para si mismo.

Entonces el oso repitió su embestida y cuando ya estaba a centímetros de plantar un cabezazo, Ephraim evadió el ataque y de un simple azote con su cola a la cabeza del oso, lo plantó de cara al suelo. Mikhail si que le había acertado.

— Ahora que lo pienso... Es primera vez que veo un dragón blanco. Yo los creía extintos. —Volvía a mencionar el otro dragón.— Supongo que si valió la pena salir de la cueva.

— Ya tenías nuestro cuarto como bodega. —reía el león.

La cabeza de Nael comenzaba a hacer deducciones.

Entonces Dante y Mikhail viven juntos. Obviamente no pueden ser hermanos... No tienen nada en común. ¡Ni siquiera en su personalidad!

Luego de unos segundos, el oso se levantó de su lugar en el suelo y miró a Ephraim con odio.

— Maldito gay. —escupió sus palabras.

— ¿Perdón? —a pesar de las ataduras, Ephraim apretaba la mandíbula y levantaba sus labios, mostrando sus colmillos como si quisiera morder a quien le hablaba.

— Que tú y tu maldita perra son unos homosexuales de mier-. —Ephraim le dió una patada en el hocico al oso con agresividad.

— Dilo una vez más. —Mostraba sus garras mientras que la fuerza que retenía de plantarle un puñetazo se manifestaba en forma de venas marcadas en sus brazos.

— Putos maricones. —Dijo escupiendo la sangre que brotaba de su mejilla la cual había mordido producto de la patada anterior.

Nael gruñía desde su asiento. No. Su instinto lo hacía por él. Apretaba la mandíbula y mostraba unos colmillos incluso más peligrosos que los de Ephraim. Clavaba sus garras en la silla para evitar levantarse y echaba sus orejas hacia atrás.

Dante miraba de reojo al mamífero a su lado.

Los profesores estaban atentos y el control de animales también. Todos sentían la intensa hostilidad del dragón, pero Dante sentía que a quien debían temerle no era a Ephraim en éste momento sino que a Nael.

Hambre [BL]Where stories live. Discover now