Capítulo 15: Me quiero ir ya.

3.7K 306 55
                                    

Era la tercera serie que llevaba sin contar las repeticiones, creo que había llegado al fallo hace unas seis repeticiones, pero el ardor no me detenía. Respiro hondo y ahogo mi frustración, levantando la barra con más de ochenta por lado.

Suelto las pesas cuando mi cabeza se satura de tanto pensar. Debía centrarme en el dolor, no en la jodida castaña.

Miro el reloj, resoplando. Seis y media, debía ir por Alyssa. Suelto la barra, causando un sonido fuerte. Tomo mi toalla, limpiando el sudor. Llevaba una hora en esto y no sentía que me haya ayudado con el enojo.

Había sido yo devuelta quien arriesgo y también yo fui el que quedo en completa humillación. No había tenido siquiera la decencia de ponerse como una fiera y decirme que la dejara en paz, solo huyo y dejó muchas dudas.

Me doy una ducha y salgo del gimnasio con el cuerpo tenso. Lucia me mira de reojo, haciendo un gesto rareza.

— ¿No entrenas? — niego, comiendo de los huevos revueltos con indiferencia — ¿Dónde vas...?

Levanto la vista de mi plato con mal humor.

— ¿Acaso te pagaron para hacerme una entrevista? — me quejo y ella niega con una sonrisa.

— Solo pregunto porque si vas con Alyssa después la invitas y debo saber cuántas personas comen aquí...

— Siempre he comido solo, no cambiara eso — replico seco y sin mucha cordialidad.

La mujer calla sin saber cómo contradecir eso. Desayuno en silencio, como de costumbre. No creía que el día se torne más agradable si tenía a alguien taladrando mis oídos.

Tomo las primeras llaves que encuentro y salgo de casa con un destino fijo. No pienso en ello o en ella porque había llegado a una conclusión anoche y no me desgastaría rebuscando en ella.

Me detengo frente al bloque de departamentos y tomo la manilla de la puerta, haciendo el amague para bajar, pero razono y bajo mi mano. Tomo el móvil y envió el mensaje.

Era un contrato y así se quedaría.

Estoy abajo, date prisa.

Espero unos minutos que parecen eternos y mi paciencia empieza a temblar a punto de ir por ella cuando de lejos la veo venir. Mis ojos sin evitarlo la detallan. Iba con una rosa llena de corazones que no tapa más de su ombligo, una falda de jeans y unas botas blancas que le llegan casi a sus rodillas.

Frunzo el ceño cuando se detiene frente a la puerta del coche, pero no entra. Me estiro y abro la puerta con impaciencia.

— ¿Vas a subir o estas planeando como chocar este coche también? — le pregunto sin gracia en mi chiste.

Ella me da una sonrisa distraída.

— Estaba pensando si no me olvide mi móvil.

Por fin sube y miro su bolso diminuto, dudando de que allí lleve el aparato ¿Qué entraba en el? Si como mucho le entrarían dos condones y dudaba de que lleve de eso.

Hago como si ella fuese una mujer más, como si no me exalta el tema, como si su perfume no me envuelve o como si la impotencia de no poder tocarla no estuviese presente. Pero no era una más por mucho que me humille, si fuese así no estaría sentada en mi coche y mucho menos yo estaría en camino a... ¿posar? Ella solo era mi novia falsa, exacto. Y yo hago esto por el contrato.

Pero quería pasar de ella y Alyssa no me ayuda cuando la veo mirándome fijamente.

— ¿Qué quieres, Alyssa? — suelto cuando su mirada me irritaba por la intensidad.

Crónicas De Un ImperialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora