Capítulo 18

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Mariana
Me remuevo incómoda en el asiento y de vez en cuando persivo la mirada indiscreta de Ricardo. No pretendo hablar y espero que él no lo intente tampoco.

—Estaré aquí por unas semanas —rompe el silencio echando mis planes al retrete.

—¿Sí? —cuestiono y asiente—, ¿qué te trae aquí?

—Trabajo. Quisiera hacer negocios por acá —contesta. Sé de un pequeño proyecto que tiene de ventas de motores para... No recuerdo.

—Que bueno —digo, deseando llegar a mi departamento—, dobla a la derecha—. Le indico mirando la ubicación que indica mi celular.

—¿Cómo te va en el Club?

«Todo iba de maravilla, me gusta mi jefe y hoy lo he pillado con su asistente». Pienso y frunzo los labios.

—Muy bien.

—Me alegro mucho. Mira, ¿Es ahí? —pregunta con la vista puesta en el edificio donde vivo.

—Aquí es —digo y comienzo a recoger mi bolso para bajarme del auto—. Gracias por traerme.

—No tienes que agradecerme, prima.

—¿Hace cuánto estás aquí? —inquiero antes de abrir la puerta del auto.

—Llevo tres días, no te visité antes porque no sabía aún dónde quedaba Vitale, hoy al fin encontré la dirección por Internet.

—Mmm, ok. Ricardo no te invito a subir porque estoy muy cansada, y mañana me toca turno temprano, así que debo aprovechar lo que queda de día hoy.

—No te preocupes —se apresura en decir, fija sus ojos verdes en los míos y lame sus labios—, cuando estés menos ocupada quedamos a conversar o salemos a comer algo.

—Está bien —respondo con una sonrisa ladeada.

—Mari, cualquier cosa que necesites no dudes en llamarme, somos familia ¿Sí?

«Pues no pensaste en eso cuando me besaste». Alego en mi mente pero no demuestro el mal sabor que me produce.

—Lo sé, gracias. Ya me voy, estoy exausta —le hago saber y bajo del auto a prisa.

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     𝕌𝕟 𝕓𝕒𝕚𝕝𝕖 𝕡𝕒𝕣𝕒 𝔽𝕣𝕒𝕟𝕔𝕠
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Este nuevo uniforme me agrada más. No sé si mi jefe lo ha hecho a propósito luego de decirme que vestía de forma provocativa, la cuestión es que el nuevo atuendo es maravilloso.

Consta de una falda negra ajustada alta, que me llega hasta ocho dedos por encima de las rodillas. Con una camisa blanca de mangas cortas bien ajustada, llena de botones en fila desde mis pechos hasta poco más abajo de mi ombligo. Debo llevarla por dentro de la falda. A demás, trae a juego un lazo negro que debo llevar en el cuello o en la coleta.

Cruzo la puerta lateral del Club —por donde entran los empleados—, y vislumbro a las bailarinas prepararse en el camerino. Todas me saludan y busco a Isa con la mirada. La encuentro ajustando las correas de su corsé y hace muecas de incomodidad.

—¿Necesitas ayuda? —le pregunto y al girar a verme su rostro se ilumina.

—¡No preguntes y ven aquí! —exclama. Ruedo los ojos sonriente y me aproximo a ayudarla—. Llevo veinte minutos con esta basura y no acabo de cogerle la vuelta.

—Es que no debes ponértelo tu sola —digo obviando las palabras y la escucho bufar—. Listo.

—¡Ay al fin! Gracias, ven, quiero que veas los nuevos pasos que he estado ensayando —alude entusiasmada y me arrastra con ella a la pista. Me quedo mirando frente a su plataforma y ella sube luego de indicarle al DJ el tema musical que debe poner.

💃Un baile para Franco🤑✅Donde viven las historias. Descúbrelo ahora