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24 . . . ★ Inicio

Miré el cielo medianoche tras un despertar inesperado. Con una manta enrollada al cuerpo, me recliné sobre el alféizar, enfocando mi vista en el astro nocturno. Tal como si esta fuera una pantalla de carga de un videojuego que se había quedado enganchada en el último porcentaje, contenía la respiración esperando a que el celo de Yeonjun rompiera con todo.

Por no hablar de la sequía de Beomgyu, porque lo que no le había dicho a nadie, es que sabía perfectamente que los ciclos sexuales de los dos hombres coincidían, una extraña y desagradable casualidad. No tenía ni santa idea de cómo iba a aguantar a semejantes sujetos con estamina infinita. Y si, ya tenia interiorizado que me iba a tocar ayudar a Beomgyu, otra vez.

A Yeonjun lo haría hasta gastar la ultima gota en mi cuerpo, pero a Beomgyu sin embargo, era más por todo lo que hubo alguna vez. Llevaba años prestando mi cuerpo y sanidad mental a Beomgyu, dejando que se desquitara conmigo, esperando aunque fuera un beso como recompensa, así que por hacerlo una vez más, teniendo ahora un mínimo de apoyo mental y externo, no iba a pasar nada.

Mi plan era hacerlo en cuanto cayera, con la mano o si no se callaba con la boca, para quitármelo de encima lo más pronto posible y ocuparme del chico que me gustaba en profundidad. Era una tema difícil, con muchas emociones de por medio, que aún no había exteriorizado con nadie, ni siquiera con Yeonjun.

Un sonido llamo mi atención, obligándome a girarme hacia la cama, viendo al hombre que me ayudaba a no tener una taquicardia cada vez que me quedaba sola ante mis pensamientos.

Mi chico me miraba con esa mirada soñadora que tenía desde que habíamos vuelto a mantener contacto tras semanas separados. Su pelo chichón revuelto por las vueltas que solía pegar en la cama y las finas líneas de su pecho desnudo trazadas por el manto lunar, haciéndole verse como la forma de vida más fácil de amar que habían visto mis ojos.

— YoungMi — Yeonjun me llamó con su voz ronca dormitaba —, podría amarte hasta mi último aliento. De hecho es mi plan de vida desde que te tuve por primera vez entre mis brazos.

— Yeonjun — sonreí de oreja a oreja, dejando caer la manta —, estoy dispuesta a quererte hasta que mi corazón deje de latir. Aunque eso es lo que hace cada vez que estoy cerca tuya.

Con un palmeo en su muslo, me invitó a subirme en su regazo y contemplar el follaje nocturno, como habíamos hecho ya unos meses atrás. Con la cabeza en el pecho del lobo, sentía que el tiempo no había pasado, ni que fuera a pasar, entre nuestras almas. Con sus suaves caricias me fundí en un estado de somnolencia del que no hubiera salido ni con un terremoto en la habitación de al lado.

— ¿Estás bien, preciosa? — ante mi asentimiento adormitado, Yeonjun soltó una risita con un signo de negación con la cabeza, incorporándome en su regazo — Me refiero a en cuanto al encontronazo de ayer, sobre todo la parte de Beomgyu.

— Ah ... — tallé mis ojos, haciendo un esfuerzo por disipar mi sueño — Si ...

Los ojos atentos de Yeonjun me hicieron flaquear y, por primera vez desde que nos conocíamos, decidí bajar la muralla que construía alrededor de mí, exponiendo mi lado más vulnerable.

— Bueno ... — al peliamarillo se le escapó una sonrisita, como si ya sospechara lo que iba a decir — La verdad es que tuve un poco de miedo estando a solas con Beomgyu, y ... — enrollé un mechón de pelo entre mis dedos, reconfortándome en las caricias de los dedos en mis muslos para seguir adelante — siento que tuvieras que verlo marcando territorio ayer y sus chupetones hoy ...

Me sentía extremadamente avergonzada recordando el pasaje de ayer, como Yeonjun tuvo que ver a Beomgyu mordiendo aquellas marcas en mi piel que ahora estaban a centímetros de su cara. Era una sensación extraña la de estar marcada por un hombre distinto al que quería.