el inicio

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Un estruendoso rugido llenó la inmensidad de la caverna, sacudiendo cada rincón y resquebrajando las formaciones de cristal que la adornaban. En el centro de aquel majestuoso recinto, yacía un antiguo rey, dormido en un colosal pilar de cristal que recordaba a una incubadora natural. Había permanecido en un profundo letargo durante eones, pero finalmente, el Rey comenzó a despertar.

Con un movimiento lento y majestuoso, el monarca alzó sus párpados, revelando unos ojos que parecían sacados de un sueño. Aquellos orbes eran una obra de arte en sí mismos, reflejando la luz en una sinfonía de colores y tonalidades que desafiaban la descripción. Eran como diamantes de múltiples colores que atrapaban la mirada y sumaban a cualquiera en su belleza cautivadora que se encontraba atrapado en el inmensos cristal, aunque con un matiz de oscuridad que añadía un toque enigmático a su esplendor.

A medida que el Rey se estiraba, sus extremidades poderosas desplegaban su majestuosidad detrás del colosal cristal que lo mantenía cautivo, como si la misma caverna respondiera a su presencia. La gracia con la que se movía era casi hipnótica, y su aura, ahora despierta y enérgica, llenaba la caverna con una sensación de antigua autoridad y sabiduría. Había vuelto de su largo letargo, y el mundo mismo parecía cobrar vida con su despertar.

Las formaciones de cristal que habían permanecido estáticas durante eones vibraron en respuesta a su presencia emanando una luz colorida que iluminaba la caverna, como si rindieran homenaje al Rey resurgido. Los murmullos de las piedras y los ecos de la cueva crearon una sinfonía única para recibir al monarca que había regresado de su letargo.

 {por fin} Exclamó el rey Con un suspiro de alivio apenas audible, el Rey extendió su mano derecha hacia la gruesa capa de cristal que lo había protegido del exterior durante tanto tiempo. La textura gélida de su prisión temporal cedió ante el toque de su mano, como si la misma naturaleza obedeciera su voluntad. La capa de cristal, que había sido su refugio mientras despertaba de su letargo, se desintegró en un instante, liberando al monarca al mundo exterior.

El aire fresco de la caverna inundó sus sentidos, trayendo consigo un aroma a tierra húmeda y piedra antigua. La brisa jugueteó con los mechones de su cabello recién liberado, acariciando su piel con una caricia revitalizante, mientras que su cuerpo yacía tendido en el frío suelo de la caverna.

El Rey, ahora liberado de su prisión, se irguió con majestuosidad en medio de la caverna emergiendo de entro los restos de lo que antes era su prisión. Cada paso suyo resonaba con la solemnidad de un ser que había despertado después de una larga y profundo sueño. Sus ojos, como gemas de múltiples colores, exploraron el entorno, buscando señales de los cambios que sin duda habían ocurrido en el mundo exterior desde su último sueño.

El colosal pilar, que durante incontables eones había mantenido su firme presencia en aquel recóndito lugar, finalmente sucumbió a la voluntad del Rey. Se derrumbó en una lluvia de fragmentos de cristal deslumbrante que parecían estrellas fugaces al caer. Los destellos centelleantes se esparcieron en todas direcciones, iluminando fugazmente la antesala de la caverna antes de desvanecerse en la penumbra.

Lo que había sido un monumento de cristal majestuoso ahora era un montón de insignificantes residuos, esparcidos yacen en el suelo rocoso de la caverna. Los fragmentos brillaban tenuemente como recordatorios de la prisión que alguna vez había contenido al Rey. Pero ahora, habían perdido su antigua gloria, reducidos a meros restos de una era pasada.


El Rey, con una sonrisa enigmática que se dibujó en su rostro, se alzó majestuosamente del suelo rocoso y congelado. A pesar de su apariencia infantil, su presencia irradiaba una magnificencia que sobrepasaba los límites del entendimiento humano.

Este ser etéreo, con la forma de un niño de entre cuatro y seis años, poseía un físico sorprendentemente desarrollado, sus músculos marcados denotaban una fuerza que no coincidía con su tierna apariencia. Su piel era tan delicada como la más fina porcelana y de un blanco que rivalizaba con la pureza de la nieve recién caída.

El Tercer Renacimiento del Dios del Vacío: Desde la Cima hasta el Olvido EternoWhere stories live. Discover now