El Duelo en el Bosque Devastado

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(Me siento débil, no puedo mover ni siquiera mis dedos) pensó Lucifer con frustración mientras intentaba en vano levantarse del suelo.

El suelo se desbordaba de vida, cubierto de flores de todos los tipos y un denso pasto que adornaba las praderas con su hermoso color verdoso. Lucifer yacía en medio de esta exuberante naturaleza, sintiendo cómo las enredaderas rápidamente lo envolvían, como una mosca atrapada en una red de araña. Las enredaderas se amontonaban sobre él, estrechándose como si el propio bosque fuera una gigantesca araña ansiosa por devorarlo. Era como si la naturaleza misma estuviera tejiendo una telaraña a su alrededor, atrapándolo sin piedad.

En medio de ese escenario, seres de madera descendieron sobre él, hundiéndole múltiples espadas en su cuerpo. Su sangre se esparcía por el suelo como un charco carmesí, teñiendo el hermoso verdor del suelo con el color de su vida. Las espadas se clavaban profundamente, desgarrando su piel y enviando oleadas de dolor por todo su ser.

Lucifer se encontraba en medio de una difícil situación de la cual no tenia un plan de respaldo para librarse de ella y mientras las espadas de madera atravesaban su cuerpo. Cada movimiento era un desafío, y el dolor que sentía era intenso y abrumador. Al mismo tiempo su mente se llenaba de preguntas sin respuesta

(¿Cómo es posible que estas espadas hayan podido dañarme?) se preguntó, sintiendo el asombro mezclado con el dolor que recorría su cuerpo. 

Mientras se desangraba en el suelo incapaz de moverse o siquiera de activar alguna habilidad, la mente de Lucifer trabajaba a una velocidad asombrosa. En medio del caos y el dolor, su intelecto se volvía más agudo y calculador. Analizaba cada movimiento de los seres de madera, cada ángulo y cada posible salida.

En un abrir y cerrar de ojos, su mente exploraba innumerables escenarios, trazando rutas de escape y estrategias de combate. Cada detalle era tomado en cuenta, cada pequeña oportunidad era evaluada. En un instante, calculó más de 400 quintillones de posibilidades, superando las capacidades incluso de las más avanzadas supercomputadoras.

Su capacidad para pensar con rapidez y precisión era asombrosa. Mientras las espadas de madera lo atacaban, su mente trazaba mapas mentales de las mejores tácticas y movimientos para contrarrestar a sus enemigos. Era como si el tiempo se ralentizara para él, permitiéndole analizar y procesar cada detalle en un instante.

A pesar del dolor y la debilidad, la determinación ardía en su interior. Su intelecto afilado se convertía en su mejor aliado en medio del peligro. Cada movimiento era estratégicamente calculado, cada acción tenía un propósito.

Mientras sus enemigos continuaban su ataque implacable, él se sumergía en un estado de concentración total. Todo a su alrededor se desvanecía mientras se enfocaba en encontrar la ruta de escape perfecta. Su mente se convertía en un laberinto de estrategias y cálculos, buscando la solución de cambiar las cartas de la mesa y después de unos cuantos segundos, Lucifer había encontrado la forma de darle la vuelta a la situación.

{"Autodestrucción"} exclamó Lucifer con una excéntrica sonrisa en su rostro, mientras su mirada reflejaba la determinación de su decisión.


En ese instante, su cuerpo pasó por un asombroso proceso, donde sus reservas de energía se operaron en átomos que colisionaron entre sí de manera caótica, liberando gigantescas concentraciones de energía en forma de explosiones desenfrenadas. Estas explosiones era se propagaron sobre el bosque como una fuerza incontenible destructora, sin precedentes, arrasando con todo a su paso. Los majestuosos árboles gigantescos que adornaban el bosque, las bellas montañas que se alzaban con majestuosidad, y los lagos y ríos que yacían tranquilos en el bosque, todo quedó devastado ante la imparable autodestrucción de Lucifer.

El Tercer Renacimiento del Dios del Vacío: Desde la Cima hasta el Olvido EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora