3

439 60 3
                                    



Haerin se dio cuenta de que nunca había tenido a nadie que la apoyara, que nunca había hecho nada de lo que quería, que ni siquiera había vivido uno de tantos sueños que tenía y aún no cumplía ninguna meta de tantas que se había puesto. Y sabiendo todo eso, ¿realmente iba a casarse con alguien que no conocía? Si entre hacer todo lo que le pedían y esforzarse por alcanzar la perfección nunca había tenido tiempo para sí misma. Nunca había pensado en lo que ella quería realmente.

Y estando ahí, en esa mesa, con la tímida mirada de la princesa blanca sobre ella supo que no era correcto que continuaran con los planes de esa boda. Porque miró hacia esa chica y sólo vio en ella, el reflejo de la carcel en la que se había convertido su vida. Y ni siquiera quiso sonreírle.

Empezó a agitarse y sudar, su pecho le dolió y tuvo la sensación de que se le cerraba la garganta y ya no podía respirar.

— Esto es más que una boda. Esto es la unión de dos familas. —hablaba una sonriente señora Marsh, pero su voz para Haerin era lejana—Perdonen a mi hija, la princesa roja, por no estar aquí... Ha estado muy enferma. Pero viendo que todos los presentes estamos tan felices por lo que está ocurriendo, me gustaría que...

Pero Haerin se puso de píe de golpe, bruscamente y llamando la atención de todos.

Gruñó cuando todas las miradas cayeron sobre ella. Estaba cansada de todas esas miradas sobre ella esperando a que hiciera lo que se suponía que era correcto.

— Yo no estoy para nada feliz, ¿o es que están ciegos y no ven que toda esta puta mierda me tiene mal? —golpeando la mesa con sus puños, fue su manera de decir adiós para después salir corriendo de ahí como si su vida dependiera de escapar.

Lejos. Lejos. Lejos.

Decía una voz en su interior, y ella le obedeció. Porque sólo quería ir lejos. Se aferró a ese lejos.

Sin darse cuenta, ya estaba atravesando el jardín real y luego desapareciendo por donde vio desaparecer a esa cabellera roja. Y luego sólo hubieron árboles y más árboles, las ramas la golpeaban cruelmente pero ella no era capaz de detenerse.

Cuando finalmente la idea de detenerse la invadió, tuvo la mala suerte de toparse con un hoyo en medio del bosque que estaba tapado por hojas caídas y de colores anaranjados. Y entonces se surmegió en la oscuridad y empezó a caer y caer, gritando aterrada por ayuda.

Ni siquiera sintió cuándo dejó de caer, pues en cuanto golpeó su cabeza las luces terminaron de apagarse para ella.

sin corazón.           [daerin] auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora