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Haerin ni siquiera prestaba atención al tiempo, la estaba pasando bien simplemente acomodando libros en las extensas estanterías de aquella librería en la que trabajaba Danielle y viendo cómo la de cabellos rojos atendía a uno que otro cliente que necesitaba de recomendaciones o tenía la intención de comprar algo en específico antes de haber llegado al pequeño local lleno de libros.

La pareja de ancianos de la que Danielle le había hablado, quiénes eran dueños de la librería y café, habían sido muy atentos con la castaña y hasta le habían servido una taza de chocolate caliente. Con Danielle también habían sido muy atentos, más que atentos de hecho.

La princesa roja tenía razón. Aquellos ancianos la amaban como a una hija, se preocupaban por ella y le cuidaban. Le daban todas las atenciones que merecía. Le besaban la frente y le preguntaban si se había cuidado del frío.

Sus padres nunca habían hecho algo así con ella.

Agudizando su oído para prestar atención a las conversaciones de ciertos clientes, encontró más interesante sus vidas que la suya propia.

Escuchó a una chica decir que estudiaría medicina. ¿Elegir quién querías ser en un futuro? Eso sonaba genial para Haerin, quién había nacido para ser obligada a ser una princesa hasta el día de su muerte, pero ella sólo quería patinar sobre el frío hielo. Escuchó a otra chica hablar sobre su primera "cita" con el chico que le gustaba. ¿Nada de matrimonios arreglados? Eso también sonaba como el cielo para Kang Haerin.

— Hey, princesa Haerin. ¿Todo bien por ahí? —la suave voz de Danielle le golpeó en los oídos placenteramente, y sintió la pequeña mano de la princesa roja apoyarse con una suave delicadeza en su hombro.

— Me dijiste que sólo nos llamáramos por nuestros nombres aquí, Danielle Danielle-ssi. —Haerin ladeó una leve sonrisa, tocando con la punta de su dedo, el dedo meñique de "Danielle-ssi" que estaba sobre su hombro, con una suave caricia.

— Claro, Haerin-ssi. —respondió una divertida y sonrojada Danielle, estallando en carcajadas cuando Kang volteó a verla y ahora era ella quién estaba sonrojada.

Se miraron fijamente.

Danielle se dio cuenta que nada era más tierna que una Haerin roja hasta las orejas, con los ojos muy abiertos y brillando intensamente.

— Estás demasiado roja... Tú... Eres tan tierna y linda. —Danielle empezó a reír nuevamente, extendiendo su mano para tocar suavemente por un instante las mejillas sonrojadas y calientes de la princesa Haerin.

— Tú también estás muy, muy roja. Como tu color de cabello. —Haerin se rió tímidamente, estirando sus manos justo como lo había hecho Danielle segundos atrás, para así dirigirlas al rostro de aquella princesa de cabellos rojos.

La sonrisa de Danielle desapareció al sentir el lento, suave, despacio y desgarrador contacto de los dedos de Kang en sus mejillas.

Ambas guardaron silencio pero sus respiraciones se volvieron pesadas.

Danielle se apoyó en la caricia de Haerin.

Se miraron a los ojos sin pausa alguna, dejando atrás aquella librería llena de polvo y perdiéndose en la mirada contraria hasta quedar sin aliento.

— Eres adorable. —sonriendo aún con timidez, Haerin retiró sus manos de las mejillas de Danielle, pensando que tal vez podría incomodarle.

Pero Danielle sonrió ampliamente, viéndose completamente en paz a su lado.

— Estaba pensando... —comenzó a hablar Danielle en una voz frágil, todavía sonrojada— Es tu primer y único día aquí en la ciudad, Haerin. Deberíamos hacer algo más que sólo alinear libros, ¿sabes? No creo que te quieras pasar todo el día trabajando cuando estás en un lugar tan increíble como este. Digo, yo podría pedir el resto del día libre. Así que tú y yo podríamos ir a tener una aventura, hacer algo divertido. No quiero que pienses "Oh, esta idiota me trajo hasta aquí para que haga todo este trabajo por ella". Porque no es así... Sabes, yo jamás había compartido este lugar con nadie. Pero sólo te vi y sentí que podía confiar en ti. Y realmente quería compartir mi secreto contigo... Entonces...

Riendo suavemente, Haerin posó su dedo índice sobre el puchero que hacía la princesa roja inconscientemente con sus labios.

— Shh, Danielle-ssi, ¿bromeas? ¡Este es el día más feliz de mi vida! Nunca antes me había comunicado con alguien que no fuese mi hermana, mi padre o mi mamá. Digo, tal vez sí he hablado con un par de chicos y chicas, pero sólo en aquellos elegantes bailes que organiza mi madre. Y hemos hablado sólo bajo la supervisión de nuestras madres, así que los temas de conversación no iban más allá de cómo íbamos en nuestras clases de esgrima. ¡Hoy he conocido a muchos clientes interesantes! ¡Y te tengo a ti! ¡Y amo los libros! —sus ojos brillaron, dejando en evidencia su entusiasmo—  Nunca he hecho más que estudiar en el castillo, montar a caballo y esperar por el día de mi boda con tu hermana. Y tú en un día... Me has regalado el universo, Danielle Marsh.

— ¿Te regalé el universo? —conmovida, Danielle sonrió ante esas palabras. Y le miró con gran cariño a los ojos.

— Me has regalado el universo, sí. Y en un sólo día. ¿Ves todo el poder que posees? —Haerin le sonrió con el mismo cariño que se podía apreciar en su mirada, o incluso escondiendo más cariño del que se reflejaba en el exterior.

— Me hace feliz escuchar eso, Haerin. —respondió sinceramente la princesa roja.

— Pero... —Haerin hizo una pausa, alzando sus cejas con diversión.

— ¿Qué? ¿Hay alguna otra cosa que pueda hacer por ti? —Danielle también le miró con diversión.

— Podrías aceptar ir por un helado conmigo cuando termine tu turno de trabajo. —Haerin le pidió con una gran, gran sonrisa. Sus ojos grandes, llenos de miedo al rechazo, brillaban de una manera preciosa.

— O-Oh... —ante tan inesperadas palabras, el rostro de Danielle se tornó de todos los colores — Claro que sí, Hae.

— Genial, escuché a esa chica decir que el chico que le gusta le pidió lo mismo, "¿Aceptarías ir por un helado cuando termine tu turno de trabajo?" Y enseguida quise ir a tomar un helado contigo, pero como tú no preguntarías eso... Lo hice yo. —soltó la información, nerviosamente— ¿Eso significa que tendremos una cita como ellos?

— ¿U-Una cita? —Danielle quedó helada.

— ¿Q-Qué se hace en una cita? —Haerin quedó helada también.

— Es para cenar, conversar, ver una película... Consiste en conocer mejor a la persona que te gusta. Pasar tiempo juntos, ir desarrollando sentimientos... Todo eso. —explicó Danielle con timidez.

— ¿Y luego casarse? —preguntó una muy sorprendida Kang.

— No, no, no. Digo... No. Muchas personas no. ¿Cómo lo explico? Si alguien te atrae y tienes una cita con él, puede que con el paso del tiempo ambos se enamoren y tengan un noviazgo. Luego, al ser una pareja, viven muchas cosas juntos pero eso no significa que se vayan a casar. Tal vez todo salga mal y se separen. O tal vez ambas personas estén bien con la relación que tienen y no necesiten una boda. O tal vez tienes una cita y luego no quieres más citas con esa persona, y puedes seguir conociendo más personas. Digo, te casas sólo si quieres. Cuando estás muy, muy enamorado de alguien y sientes como que quieras compartir toda tu vida con esa persona. O también no hay necesidad de casarte, ¿sabes? Igual puedes compartir la vida con quién amas sin hacerlo.

Haerin le miró aún más sorprendida que antes cuando Danielle terminó de hablar.

— ¿Cómo puedo elegir a alguien para amarlo?

— No es algo que se pueda elegir y ya, tú no lo decides. Sólo pasa. Los sentimientos aparecen y no puedes borrarlos, sin importar quién sea esa persona. Tú sólo empiezas a amarla y ya. Sin haber decidido nada, te sientes conectada a ella. —Danielle se encogió de hombros, sintiéndose pequeña ante la intensa y oscura curiosa mirada de Haerin.

— Creo que ya lo entiendo. —asintió Haerin para sí misma, sonriente.

— Eso me alegra, Hae.

— Muy bien, Danielle-ssi. Nos vemos cuando acabe nuestro turno de trabajo. —le susurró, ladeando una sonrisa al ver que un cliente se acercaba al pasillo donde estaban— Búscame si necesitas algo. Ve con cuidado.

— ¿Segura que quieres terminar el turno conmigo...? —dudando, Danielle también le susurró.

Se miraron a los ojos en silencio.

Haerin se acercó un poco más y le acarició las mejillas con la misma paciencia y delicadeza de minutos antes.

— No hay otro lugar en el que quiera estar.

sin corazón.           [daerin] auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora