=𝗣𝗿𝗼𝗹𝗼𝗴𝗼=

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El viento corría del norte, las hojas de árboles caían con delicadeza; los árboles danzaban con el aire y las olas del mar golpeaban la orilla con tranquilidad

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El viento corría del norte, las hojas de árboles caían con delicadeza; los árboles danzaban con el aire y las olas del mar golpeaban la orilla con tranquilidad. Nunca Jamás estaba tranquilo, al menos en esta mañana. Cada niño perdido salía de sus cabañas para ponerse a jugar y desayunar. Sus respiraciones eran tranquilas, estaban calmados.

Un chico de cabello rubio oscuro y ojos esmeralda, quién era considerado el rey de la isla y líder de todos, salió de su cabaña  miro a sus niños con sonrisas enmarcadas. Su cuerpo se tensó de inmediato al no sentir a ella en la isla. Bajo enseguida y se acercó a la cabaña donde al entrar, no vio a nadie. Sin esperar más, salió y llegó al lado de su segundo ayudante, quién al verlo se levantó enseguida.

— Encuentra a Avice — su voz sonó ronca y con su acento inglés le causo un pequeño escalofrío a su ayudante.

—Está a orillas del mar— contesto, con su voz suave y poco ronca.

—No, no la siento

—Lo está. No hace mucho que me aleje de ella.

El rey frunció el ceño.

—¿Contradices lo que digo?— él negó —Ve por ella

El adolescente no lo penso dos veces y se alejo, para entrar al bosque.

Por otro lado, una joven chica de cabellos negros y ojos marrón se encontraba sentada en el precipicio del barranco. Sus pies se movían lentamente con una música que escuchaba. No hace mucho logro salir de Nunca Jamás y había escuchado una canción que le había llegado a interesarle. Tanto fue así que robo ese instrumento raro que reproducía la música una y otra vez.

El silencio alrededor de ella era penetrante. Solo la brisa que movía su cabello era testigo de la tranquilidad y paz que sentía en ese momento.

Detrás de ella llegó Devin, un chico de cabello castaño y ojos cafés que veía con atención a Avice. El brazo derecho de ella estaba vendado y en su mano un par de uñas le hacían falta.

Hace apenas dos semanas la habían dejado ir. Había estado secuestrada por unos piratas, ellos le habían hecho daño. Su cuerpo estaba cortado, maltratado. Si veía su rostro podría encontrar aún la cortada de su frente, o su ojo rojo aún con sangre y su labio cortado y mordido por soportar el dolor. También estaban cicatrizando unos golpes con látigo debajo de ese camisón.

El joven se acercó a ella y se sentó a su lado, esperando a que ella se diera cuenta de su presencia.

Viéndola de perfil podía notar como una cortada de casi diez centímetros  empezaba desde su mandíbula y terminaba en su cuello.

—Genial— escuchó detrás de él.

Al voltear se encontró con Félix, la mano derecha del rey.

—Los ha estado buscando— dijo, acercándose a ellos. Su voz era más grave

El dulce infierno en Nunca JamásWhere stories live. Discover now