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El entorno en Nunca Jamás llegaba a ser divertido. Risas de los niños, juegos divertidos, golpes graciosos y peleas con palos de madera. No era tan malo en el día.

Avice estaba jugando a ver quién subía más rápido a una copa del árbol. Oriol, un chico de 15 años, alto, rellenito y de ojos cafés, junto con Bastián, un chico que tenía 17 años desde hace varias décadas y de cabello largo y piel morena, estaban frente a Avice apostando.

— ¿Te parece mi espada? — dijo Bastián, mostrando un palo de madera lijado al punto de tener forma de espada.

— Tengo una mejor — le contesto.

— Bien, tengo algo que ofrecer. — hablo con fuerza, Oriol, quién corrió a su cabaña y cuando regreso mostró un collar de plata con un rubí cuadrado.

A todos los chicos se les iluminó la mirada al ver semejante collar.

— ¿De dónde lo robaste? — pregunto asombrada, tomando el collar

— Era de un pirata, creo —alzo los hombros — ¿Entonces juegas?

— Si yo gano, me quedo con el collar y tú intento de espada —aquellos niños que estaban de espectadores, hicieron un bullicio de risas, quejas y cizaña — Si ustedes ganan... Se quedan con mi cabaña y mis espadas

Ambos abrieron sus ojos de par en par, asombrados. Tendrían espadas de verdad y una de las la mejores cabañas de la isla. Asintieron con rapidez y se posicionaron enseguida al lado de Avice.

Devin sería el cuidador de las acciones, y mientras, contaría para iniciar. Se posiciono detrás de ellos y  contó:

— 1.... 2.... — tenia fé en que ganarían los dos chicos — 3...

Los tres se acercaron al árbol y comenzaron a subir. Quién tomo la delantera fue Bastián, seguido por Avice y a quien le costó subir fue a Oriol. Los primeros dos luchaban por el primer puesto.

Bastian quién iba en primero trataba de pisar los dedos de Avice cada que veía oportunidad, y Avice intentaba no jalarlo para tirarlo, así que se concentraba en solo buscar agujeros que Bastián pudiera dejar para poder pasarlo. Sin embargo nada de eso funcionaba. Su cuerpo comenzaba a cansar al estar en ritmo lento, Bastián iba con cuidado y ella le cansaba, así que teniendo la única oportunidad que no quería hacer, tomo uno de sus pies y jalo hacia abajo trayendo lo a él, quedando de cabeza con un pie sostenido en una rama y quedando ella con una sola mano tomada en el árbol.

Cuando pudo acoplarse al árbol con ambas manos, paso por un lado de Bastián y comenzó a subir con rapidez, su respiración se volvió más pesada, su pies ya no encontraban ramas para subir más rápido, creía que en cualquier momento se caería con la poca fuerza que tenía. Sin embargo continúo, hasta llegar a la copa del árbol.

La vista de ahí arriba era muy linda. Aunque no podía verse todo el mar, se veía la copa de los árboles; verdes y frondosos. Llegaba a verse el cielo celeste totalmente despejado y el gran sol redondo que llegaba a quemar la piel sensible de los niños perdidos.

Sin perder tiempo, movió entre las hojas buscando la bandera que se ocultaba. Una bandera hecha de trapos que tomaban de los piratas.

El tiempo se acababa, lograba escuchar los jadeos involuntarios de Bastián y los lamentos de Oriol. Estando a punto de rendirse, recordó que la bandera nunca estaba cerca de los individuos, por lo cuál, bajo de nuevo el árbol y notó la cercanía de Bastián. Trozo una rama delgada que le molestaba para pasar al otro lado y para no desperdiciarla, se la aventó a Bastian quién se quejo.

El dulce infierno en Nunca JamásWhere stories live. Discover now