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Los meses habían pasado en la isla de Nunca Jamás, cada día era casi el mismo, niños perdidos jugando y en la noche esperando a los barcos para bajar a niños que llevaba sombra y saber si era el que buscaban, Avice queriendo escapar y matando pira...

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Los meses habían pasado en la isla de Nunca Jamás, cada día era casi el mismo, niños perdidos jugando y en la noche esperando a los barcos para bajar a niños que llevaba sombra y saber si era el que buscaban, Avice queriendo escapar y matando piratas cada que llegaban a las orilla de la isla.

Ahora estaba Avice en una batalla contra seis piratas. Habían más pero ellos ya estaban muertos en la arena.

El ruido sordo de las espadas chocando entre sí, llamaron la atención de varios niños perdidos que estaban cerca del lugar. Con curiosidad y estando alertas salieron con cuidado del bosque y se encontraron a Avice peleando con un pirata barbón y como este era enterrado en su propia espada.

Hicieron un gemido de dolor, sintiendo compasión por el pirata. Un tercero se vino contra ella, sacando dos espadas.

— ¿Quieres jugar? —le susurro con una sonrisa egocéntrica y llena de malicia.

El pirata confiado, dio el primer paso y se dispuso a pelear. Avice desembolso su daga y la tomo en su mano izquierda para protegerse, mientras con la mano derecha sostenía su espada claymore.

El pirata de ojos azules, movió su mano hacia adelante dispuesto a atacar, ella reaccionó y se protegió con su brazo izquierdo causandole un corte en su brazo. El pirata vuelve a intentar está vez golpeándola en el estómago, Avice se alejo por el golpe y el pirata tomo la ventaja y arremetió contra ella rosando su espada en el estómago de la chica dos veces.

La sangre comenzó a salir, manchando la ropa de Avice. Comenzaba a perder energía. Llevaba tiempo sin pelear contra casi un ejército completo.

Se sostuvo con su espada al plantarla en el suelo. Miro al pirata que tenía una sonrisa triunfante

— ¿Aún quieres jugar, niña? —su voz ronca le causo escalofrío.

Si eso era miedo no le gustaba. Se levantó y se abalanzó contra él, tirándolo al suelo. En su mente llegaron recuerdos que ella ha mantenía sepultados durante meses.

Dos piratas habían entrado al camarote dónde la tenían secuestrada. Sus muñecas y sus tobillos estaban atados en una silla, y ella tenía cubierta su boca.

— Que linda princesa —se acercó el pirata de ojos negro y cabello café.

Era horrible. Cabello enmarañado, oliendo a pescado, barba larga y sucia. En definitiva ese pirata era el más sucio que había conocido.

— ¿Princesa? —se confundió el otro hombre.

Él era distinto. Ojos verdes, cabello café, ropa más arreglada y con una barba más limpia y definida.

— ¿Crees que la tengo solo porque sí?.

— Creí que la tenías solo por placer.

En esos ojos negros, una chispa de lujuria los encendió y dejo ver una sonrisa horrenda.

El dulce infierno en Nunca JamásWhere stories live. Discover now