Capítulo veintitrés

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Capítulo veintitrés: Progreso

Oikawa movía su pie sin cansancio mientras miraba a un punto perdido, Sugawara no tardó en darse cuenta que había algo extraño con la actitud de su mejor amigo y estaba dispuesto a descubrirlo.

— Tōru. — El castaño parpadeó un par de veces antes de observar a su albino amigo. — ¿Qué sucede?

— No sucede nada ¿Por qué preguntas? — Suga le miró con obviedad, Oikawa supo que era imposible intentar ocultarle algo a ese hombre que lo conocía más de lo que él se conocía a sí mismo. — Bien, bien... Sí pasa algo.

— ¿Me lo contarás? — El más alto asintió. — Te escucho.

— Es... Iwaizumi. — Kōshi elevó una ceja con curiosidad, no le sorprendía en lo absoluto que la pérdida de concentración de su amigo se debiera a ese fortachón por el cual debía estar perdidamente enamorado sin saberlo.

— ¿Qué pasa con él? ¿Te ha hecho algo?

— No, no. — Tōru negó. — Es todo lo contrario.

Un largo suspiro dio inicio a un silencio que pareció durar una eternidad, Oikawa no hacía más que muecas y Sugawara apenas controlaba la intriga y preocupación que sentía por esa situación.

— Suga, yo... No sé qué hacer. — El silencio fue roto por las palabras del castaño y momentos después por la risa de Kōshi al escuchar a su amigo. — ¿Qué es tan gracioso?

— Es solo que... Eres muy tierno, Tōru. — Sugawara sonrió antes de tomar ambas manos de Oikawa y suspirar. — Solo debes ser tú mismo ¿Qué se supone que debes hacer?

— ¿Lo que hacen las parejas, quizá? — Sugawara negó.

— No, no, no. Las cosas que hacen las parejas se basan en la confianza que ambos se tienen, si tú no te sientes listo para hacer tales cosas como abrazar o besar a Iwaizumi no tienes por qué forzarte. — Respondió Kōshi.

— Pero... ¿Qué sucede si sí quiero hacerlo? — El albino observó con sorpresa a su amigo, Tōru no hacía nada más que mirar al suelo con un leve rubor apoderándose de su rostro.

Una pequeña sonrisa apareció en el rostro del más bajo, podía describirse como increíble ver que su mejor amigo había cambiado tanto esos años y ahora era capaz de permitirse tales cosas.

"Aunque quizá alteré parte del progreso" pensó Kōshi para sí mismo.

— ¿Hace cuánto decidieron darse esta oportunidad? — Cuestionó Suga, Oikawa suspiró.

— Probablemente unas dos o tres semanas... No ha pasado mucho.

— ¿Y tú crees que lo conoces bien? — Tōru asintió; sin embargo, una mueca apareció en su rostro momentos después. — Está bien que no sepas todo de él ahora... El tiempo hará que ambos se conozcan mejor.

El sonido de un vehículo estacionándose frente al local en el que se encontraban llamó la atención de ambos, Sugawara sonrió palmeando los brazos de Tōru.

— No pienses mucho si quieres hacer algo, solo lánzate y déjate llevar, pero siempre siendo cuidadoso, no olvides pensar antes de actuar.

La puerta fue abierta y por ella entró un azabache quien empezó a buscar con la mirada a alguien. Oikawa miró a Suga antes de asentir y ponerse en pie llamando la atención del recién llegado.

— Gracias, Suga. Cuídate al volver.

— No te preocupes, vendrán por mí. — Tōru elevó una ceja, Sugawara solo rio moviendo su mano de un lado a otro.

Oikawa negó sonriente y caminó hasta el azabache sintiendo sus piernas temblar como si de gelatina se tratasen. Iwaizumi sonrió al verle y no dudó en depositar un corto beso en la frente del castaño al tenerle cerca.

— ¿Sugawara no vendrá?

— Tiene algo que hacer, no te preocupes. — Iwaizumi asintió y abrió la puerta del local para Tōru quien agradeció y salió del sitio dirigiéndose al estacionamiento.

Kōshi observaba la situación desde su sitio soltando un suspiro. En su mente solo existía el deseo de poder encontrar a alguien como Iwaizumi, su mejor amigo había sido increíblemente afortunado y estaba feliz de que la primera persona a su lado fuera bueno y estuviera dispuesto a aceptar al castaño como fuera.
Él; sin embargo, se había topado con el obstáculo de volver a ver a aquel que podía llamarse "el amor de su vida" al lado de alguien más.

— Mi vida es un desastre. — Susurró Kōshi al observar otro vehículo estacionarse frente al local. En él se encontraban dos personas. — Sé fuerte, Suga.

Iwaizumi salió de la cafetería a la que se habían detenido momentáneamente en su viaje y una vez dentro del vehículo extendió hacia Tōru uno de los envases de papel cartón que llevaba en mano

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Iwaizumi salió de la cafetería a la que se habían detenido momentáneamente en su viaje y una vez dentro del vehículo extendió hacia Tōru uno de los envases de papel cartón que llevaba en mano.

— Gracias. — Agradeció Oikawa.

El vehículo se puso nuevamente en marcha, con un destino el cual el castaño desconocía.

— ¿Seguro que no tienes nada importante que hacer a partir de ahora? — Preguntó Iwaizumi, Oikawa negó.

— Lo único que debía hacer era asistir al gimnasio, pero ahora soy todo tuyo... ¿A dónde vamos? — El moreno rio.

— Ya lo verás. — Respondió. — Mis planes eran tener una cita solo tú y yo, pero un par de personas decidieron invitarse solos.

Oikawa sintió sus mejillas pintarse de un tono rojo al escuchar la palabra "cita" salir de la boca del azabache.

— ¿De quiénes se trata?

— Te los presentaré allá, creo que se llevarán bien. — Aseguró Iwaizumi.

Tōru asintió sintiendo una pizca de nervios. Iwaizumi conocía a muchos de sus amigos, pero él no conocía a los amigos del moreno, solamente a aquel peli naranjo energético y a su pareja quienes conocían a su cita desde hacía un tiempo atrás.
Bastaron unos minutos más para llegar al destino seleccionado por Iwaizumi, quien bajó del vehículo y ayudó al castaño a hacer lo mismo permitiéndole observar un bonito restaurante frente a ambos.

— ¿Dónde estamos? Nunca había visitado este sitio.

— No estamos muy lejos, pero mucha gente no conoce este lugar, porque su fama viaja más por el boca en boca que por publicidad. — Comentó Iwaizumi.

Tōru sintió las yemas de unos dedos deslizarse por su brazo antes de tomar su mano y entrelazar sus dedos con los ajenos.

— Andando, nos esperan adentro.

Oikawa bajó la mirada sonriente, de alguna forma el contacto con el moreno le hacía sentir más seguro y sus nervios se esfumaban.

Iwaizumi era increíble.

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