Capítulo cuarenta y tres

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Capítulo cuarenta y tres: Malestar

El ruido de un teléfono vibrando despertó a Oikawa de su profundo sueño, eran las seis de la mañana y su cuerpo rogaba por continuar descansando por más tiempo. Lamentablemente no se podía dar el gusto de ello. Se removió intentando quedar sentado en la cama, pero un punzón en su espalda lo obligó a quedarse donde se encontraba. Su entrecejo se arrugó y sus ojos observaron por unos segundos el techo de su habitación confundido intentando recordar el motivo de su dolor.

Sus ojos marrones observaron el rostro moreno frente a él mientras las sensaciones se apoderaban de su cuerpo haciendo desaparecer su capacidad de razonar. Iwaizumi se inclinó sobre él dejando suaves mordidas por su cuello y hombros mientras su trasero cosquilleaba debido al choque entre sus pieles que generaba irritación tras el par de horas que habían transcurrido desde que ambos cayeron en cuenta de que no serían capaces de controlarse en aquel estado provocado por el castaño.

Oikawa se retorció bajo el cuerpo musculoso de Iwaizumi cuando sintió la presión en su vientre aumentar y en pocos segundos encontrarse liberando el producto de su orgasmo. Sin embargo, no acabó hasta sentir como un nudo crecía dentro suyo aumentando las sensaciones que tanto él como Iwaizumi experimentaban.

Lentamente un tono rosa apareció en sus mejillas al darse cuenta de la situación en la que estaba y qué había pasado la noche anterior para encontrarse de esa manera. La puerta de la habitación se abrió dejando ver a Iwaizumi quien traía una bandeja en sus manos, se encontraba vestido, parecía que se había duchado ya.

— Cariño, buenos días. — Saludó el mayor. Oikawa sonrió intentando sentarse nuevamente. Con esfuerzo y algo de dolor lo logró. — Come esto y luego toma esta pastilla, te sentirás mejor pronto.

— Gracias, Iwa-chan.

El castaño agradeció que Iwaizumi no hiciera ninguna pregunta, se sentía en verdad avergonzado, ni siquiera estaba del todo seguro de recordar cada detalle de la noche anterior, por lo que prefería continuar así, pues el dolor que sentía en todo su cuerpo debía ser suficiente respuesta para conocer el desastre en el que ambos se convirtieron horas atrás cuando su celo repentinamente apareció.

Oikawa recordó algo más.

— ¿Tú acaso...?

— Fui a la farmacia a comprar un supresor inyectable. — Respondió Iwaizumi. — ¿Te sientes mejor? — El menor asintió algo avergonzado. — Me alegro de eso, cariño.

El moreno se inclinó depositando un corto beso en la frente de Oikawa antes de levantarse y caminar hacia la puerta. Oikawa dejó de lado su desayuno.

— Iwa-chan... ¿A dónde vas? — Iwaizumi se giró.

— Volveré a la farmacia a comprar un par de pastillas. — Oikawa arrugó el entrecejo demostrando confusión. — No te preocupes, amor. Volveré pronto.

El castaño asintió observando al mayor retirarse de la habitación.

Su desayuno no duró mucho, tomó la pastilla que el moreno había dejado y al terminar hizo un esfuerzo por ponerse en pie y bajar a la cocina para lavar los trastos que había utilizado.

Por otro lado, Iwaizumi se apresuró a conducir hacia la farmacia que anteriormente había visitado horas antes de que Oikawa se despertara. Si Iwaizumi era sincero, envidió por un momento la capacidad de descansar tan cómodamente de su pareja, pues él apenas y pudo cerrar sus ojos un par de horas durante la madrugada antes de encontrarse despierto de nuevo.
Al llegar a su destino bajó del vehículo y se adentró al local siendo atendido por una mujer. Pidió el par de pastillas que necesitaba y así de rápido como entró, salió.

Sin embargo, fue detenido repentinamente por la mujer que le atendió cuando apenas había cruzado la puerta del local. Iwaizumi giró su torso observando a la mujer con confusión. No está de más decir que un escalofrío recorrió la entera columna vertebral de la mujer cuando los ojos verdosos del moreno se fijaron en ella de manera tan penetrante, era como estar viendo a algún demonio a plena luz del día vistiendo el cuerpo de un hombre mortal.

— Disculpe, señor... Me preguntaba si quizás usted está en-

— No. No hay por qué preocuparse. — Respondió Iwaizumi de inmediato. Observó a la mujer por última vez antes de continuar su camino hasta su vehículo al cual subió soltando un largo suspiro. Iwaizumi se observó a sí mismo en el espejo retrovisor por un par de segundos, su rostro parecía estarse cubriendo de una capa de sudor que le generaba calor.

Por supuesto que estuvo evitando la idea toda la mañana desde que se despertó sintiéndose enfermo, con una necesidad obstinada de deseo carnal provocado por el omega que descansaba a su lado. Salió y tomó aire en el jardín de su pareja, limpió un poco la casa y preparó el desayuno para ambos buscando distraer su mente, pero cuando entró nuevamente a la habitación en la que ambos descansaron para dejarle el desayuno a Oikawa volvió a sentir su cuerpo siendo arrastrado hacia el castaño casi en contra de su propia voluntad. Fue en ese momento que Iwaizumi se vio obligado a salir de la habitación con destino a la farmacia para comprar algo que calmara su deseo.

Sacó una botella pequeña de agua de la guantera y tomó de inmediato una de las pastillas que compró con la esperanza de encontrar alivio antes de llegar a casa de Oikawa de nuevo.
Se puso en marcha tras un par de minutos conduciendo más lento de lo normal para ganar tiempo y que Oikawa no debiera verlo en aquel estado.

Cuando sus ojos divisaron la enorme casa del castaño soltó un largo suspiro asegurándose de estar presentable antes de estacionar el vehículo y bajar del mismo. Abrió el portón y se adentró luego a la casa escuchando unos pasos acercarse con rapidez. Oikawa apareció frente a él con una sonrisa e Iwaizumi sintió su estómago revolverse cuando el castaño se abalanzó sobre su cuerpo en un fuerte abrazo.

— Por fin llegas, Iwa-chan, estaba tan aburrido, por lo menos debiste dejar que yo limpiara la casa para distraerme.

Iwaizumi arrugó el entrecejo con confusión, pensó que se había ausentado unos pocos minutos, sin embargo, al levantar la muñeca para ver el reloj que descansaba en esta se sorprendió al ver que habían pasado casi dos horas desde que se había marchado.

Tomó con sus manos el rostro de Oikawa quien se mostró sorprendido por el rostro preocupado del moreno.

— ¿Qué pasa, Iwa-chan?

— Siento mucho haberme tardado en regresar, no fui consciente del tiempo. — Oikawa rio. Sus brazos volvieron a rodear el cuerpo del mayor depositando de paso un par de besos en las mejillas de este.

— No te preocupes, ¿encontraste lo que necesitabas en la farmacia?

— Sí... Lo hice. — Iwaizumi miró a Oikawa por unos segundos, este había cambiado su expresión sonriente por una mueca de curiosidad.

Oikawa se inclinó hacia el frente rozando su nariz con suavidad contra el cuello de Iwaizumi, generando que el ambiente se volviera repentinamente pesado.
Iwaizumi sintió su cuerpo temblar ligeramente en su sitio al darse cuenta de que su objetivo de ocultar su situación había fracasado por completo.

Oikawa se alejó mirándole con el entrecejo arrugado.

— Iwa-chan, ¿tú estás en....?

Iwaizumi cubrió la boca de Oikawa para que no terminara la oración.

— Estaré bien, cariño... Ya he tomado algo para eso, no hay por qué preocuparse.

El moreno sonrió y pasó al lado de Oikawa caminando hacia la cocina como si nada pasara, sin embargo, el castaño permaneció preocupado en la entrada de la puerta.

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